Intimidada a amar/C3 Capítulo
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C3 Capítulo

Hace ya un mes que comencé a trabajar aquí y, créeme, ha sido un verdadero infierno.

Nada de lo que hago parece estar bien. Si no es que olvido enviar un fax, es que marco el número equivocado. Y mejor ni hablar del café: o está demasiado caliente, demasiado frío o simplemente es un asco. Él es insoportable. Desearía que mi jefe tuviera algo de corazón y no fuera el mismísimo diablo encarnado.

Mi teléfono vibra y, al revisar, espero otra demanda suya, pero para mi sorpresa, es un mensaje del banco informándome que Enzo ha depositado 5,000 dólares en mi cuenta. Me asombra que me pague tan generosamente. Casi compensa el tener que soportar este tormento trabajando para él.

Echo un vistazo al reloj y es hora del almuerzo. Estoy en el ascensor, camino a buscar algo para comer, cuando suena mi teléfono.

"Hola, señor, ¿en qué puedo asistirle?"

"Necesito que vengas a mi oficina ahora mismo", ordena con voz firme, colgando antes de que pueda responder.

Me dirijo a su oficina y toco a la puerta. Escucho un "adelante". Al entrar, lo veo inmerso en sus documentos.

"Necesito que vayas a esta dirección y recojas mi traje para esta noche. Además, usa esta tarjeta de crédito para adquirir un vestido de noche apropiado para ti", instruye.

"Entendido, señor, pero no requiero de su dinero para vestirme esta noche. Tengo mis propios recursos. Agradezco el cheque, eso sí."

"No te he preguntado si tienes dinero. Te he dicho que uses mi tarjeta, así que hazlo. Y por el cheque, de nada", replica Enzo con firmeza.

Estoy a punto de replicar, pero sé que con él es perder el tiempo, así que tomo la dirección y la tarjeta de crédito y me pongo en marcha.

Justo cuando voy a entrar a la tienda para recoger el traje de Enzo, suena una alerta en mi móvil. Es un mensaje de Enzo advirtiéndome que ni se me ocurra tardar en entregar su traje.

Suspiro con resignación y entro en la tienda. Recojo el traje de Enzo y me dirijo a otra tienda del centro comercial en busca del vestido ideal para esta noche. Solo espero que le encante lo que elija.

Después de recorrer incontables tiendas en pos del vestido soñado, estaba a punto de rendirme cuando finalmente doy con uno para la ocasión. Se me pasó preguntarle a Enzo sobre el evento. Se lo consultaré al regresar a la oficina para entregarle su traje.

Ya de vuelta en la oficina para darle el traje a Enzo, tomo el ascensor y camino hacia su despacho. Llamo a la puerta y aguardo por una respuesta que no llega. Tras insistir y esperar unos minutos, decido entrar para asegurarme de que todo esté en orden, especialmente porque la secretaria no mencionó que hubiera salido a almorzar. Al entrar, encuentro su escritorio vacío. Opto por colgar el traje, pensando que quizás se haya ausentado al baño un momento.

"Te doy el resto del día libre para que te prepares para la noche", me dice de repente, justo cuando estoy a punto de girar el pomo para salir.

Pego un brinco al escuchar su voz inesperada, pero luego me doy cuenta de que proviene de la puerta de su baño privado.

"Está bien, gracias", respondo, saliendo del despacho.

Había olvidado preguntarle sobre el evento, así que le mando un mensaje. Me contesta que es una gala benéfica y que pasará a recogerme a las 20:00 en mi casa.

Una vez en casa, me tomo una ducha, me maquillo y me pongo el vestido nuevo. Para las 19:56 ya estoy completamente lista, maquillada y vestida. Me alegra haber terminado antes de su llegada. Llevo un elegante vestido negro que deja los hombros al descubierto, ajustado en las caderas y con caída fluida. Mi maquillaje es sutil, destacado por un labial rojo.

El timbre resuena, señal de que él ha llegado y mi momento de partir.

"Adiós, mamá, ya me marcho. No olvides tomar tus pastillas antes de dormir. Adiós, te amo", le digo a mamá antes de cruzar el umbral.

"Adiós, querida, que te diviertas", me responde desde la cocina mientras me alejo.

Al salir, encuentro a Enzo recostado en su coche, luciendo un traje Armani que se ajusta perfectamente a su figura. 'Vaya que se ve atractivo.'

Me acerco para que podamos partir. Él me abre la puerta del coche.

"Gracias", le digo al subir. Luego él rodea el vehículo y se sube.

"¿Lista?" pregunta mientras se abrocha el cinturón y me sonríe. Me pregunto el motivo de su sonrisa. Le correspondo para no parecer maleducada.

"Sí", contesto, esbozando una sonrisa.

Tras treinta minutos de viaje, llegamos a un hotel inmenso y hermoso, iluminado y con un gran letrero que dice COSTANTA, indicio de que él es el propietario. 'Impresionante.'

"¿El hotel es tuyo?" pregunto, elevando las cejas.

"Sí", responde él con una sonrisa seductora.

"Pero nunca supe que tenías un hotel. No he visto ningún documento que lo indique".

"Hay tantas cosas que desconoces de mí, Bella".

Al entrar al hotel, me recibe un vestíbulo de gran elegancia. Avanzamos hacia un salón repleto de gente. Todos lucen adinerados con sus elegantes vestidos y trajes; es evidente que no provienen de una tienda común.

Caminamos hacia nuestros asientos y Enzo comenta: "Estás hermosa", mientras rodea mi cintura con su mano, dejándome helada. Me vuelvo para encontrarme con el diablo y su hermosa y sincera sonrisa en un rostro apuesto. Sonrío e intento ocultar mi rostro para que no note mis mejillas arder y descubra el efecto que tiene en mí.

Justo cuando estoy a punto de sentarme, se nos acerca un hombre que parece tener la misma edad que Enzo y lo abraza como si fueran amigos de toda la vida.

"¿Y quién es esta hermosa señorita que tenemos aquí, Enzo?", pregunta el hombre.

"Ella es mi acompañante de esta noche", responde Enzo.

Su respuesta me deja atónita. Esperaba que dijera que soy su asistente personal, pero lo de "acompañante" definitivamente suena mejor.

"Soy Zino, el mejor amigo de este tonto", se presenta extendiéndome la mano.

"Encantada, soy Katherine", respondo aceptando su mano con una sonrisa.

"Que disfrutes mucho esta noche", me dice Zino con una sonrisa antes de decirle algo a Enzo y marcharse.

Enzo me cuenta que es una competencia de baile. Los caballeros van a subastar a sus acompañantes y bailarán con ellas para recaudar fondos para un hospital de niños.

"Espero que estés lista, porque vamos a bailar", me dice con una sonrisa pícara.

"No, no, no. Eso no puedo hacerlo. Soy demasiado tímida y podría tropezar y caerme del escenario o, lo que es peor, desmayarme mientras bailo", le explico agitando la cabeza.

"Ya es demasiado tarde, tu nombre ya está en la lista de las damas que serán subastadas esta noche".

"Por favor, retira mi nombre, no quiero bailar", le ruego.

"Ya es tarde para arrepentirse. No te preocupes, todo saldrá bien".

Intento en vano convencer a Lorenzo de que retire mi nombre, pero al final desisto y trato de distraerme pensando en cualquier otra cosa que no sea el potencial papelón que podría pasar delante de todos. Me consuela pensar que hoy recibí mi primer sueldo, lo que significa que podré contribuir al tratamiento de mi madre. El médico podrá empezar un tratamiento mejor, ya que el actual no es suficiente. De esta manera, podrá ser operada antes de que la enfermedad avance a la tercera etapa.

"¡Katherine!"

Vuelvo a la realidad al escuchar mi nombre a través de los altavoces.

"Debes subir al escenario para que comience la subasta", indica el hombre desde las tablas.

"Vale", respondo mientras asciendo al escenario, invadida por un torbellino de pensamientos. ¿Qué pasaría si nadie ofrece por mí? Sería el momento más humillante de mi vida. ¿Y si logra subastarme por un buen precio pero arruino todo con una caída o algún otro papelón? "Me va a matar", pienso.

Me coloco junto a las demás damas, que lucen espléndidas en sus vestidos de gala. La subasta da inicio. Ya tres mujeres han sido adjudicadas por sumas considerables, quedando cuatro conmigo en el escenario. Llega mi turno. Siento que voy a desvanecerme ahí mismo.

La puja por mí empieza en $5000.

Luego, oigo al subastador cantar $7000, $8000, $9000, uno tras otro, sin apenas pausa.

De repente, una voz desde el anonimato exclama: "¡20.000 dólares!"

Alzo la mirada y me topo con esos cautivadores ojos verde avellana que siempre me roban el aliento.

¡Lorenzo!

Se aproxima y toma mi mano en la suya.

"¿Nos vamos?" propone Enzo. Pero el asombro me deja sin palabras, así que solo asiento, incapaz de creer que haya pagado tanto por mí. Aunque, reflexionando, no es por mí, es por los niños. Debo dejar de ilusionarme pensando que él me valora tanto. Me concentro en bailar lo mejor posible y evitar hacer el ridículo.

Comenzamos a danzar. Mi cuerpo se acopla al suyo a la perfección y algo en mi interior me dice que es correcto. Sus manos en mi cintura me transmiten seguridad, una sensación que solo había experimentado con mi madre. Bailamos durante unos seis minutos hasta que la música se atenúa y regresamos a nuestros asientos.

Se despide de sus amigos antes de partir. En el camino a casa, rompo el silencio para disipar la tensión que se respira en el coche.

"Gracias por el baile, realmente disfruté la noche."

"Estás bienvenido. Pero que quede claro—lo que hice, lo hice por los niños—nada más. La única razón por la que te traje y te presenté como mi acompañante es porque no tenía alternativa. Era necesario venir acompañado y mi hermana, que suele asistir conmigo, tenía compromisos, así que no te hagas ilusiones, nuestra relación no ha cambiado."

No me sorprenden sus palabras tan cortantes. Creí que estaba cambiando para mejor. ¡Vaya error el mío! No ha dejado de ser el mismísimo diablo encarnado.

Llegamos a mi casa. Justo cuando voy a bajar del coche, él interviene.

"No vayas a la oficina mañana. Estaré aquí a las 10 a.m. para recogerte e ir al aeropuerto. Nos vamos a Sicilia por un viaje de negocios. Estaremos fuera una semana, así que empaca suficiente ropa para esos días", me indica.

"Entendido, señor", respondo y me bajo del coche.

Me dirijo directamente al cuarto de mamá para comprobar que está durmiendo antes de acostarme. Al abrir la puerta, la encuentro plácidamente dormida. Paso a mi habitación para comenzar a empacar, consciente de que si no lo hago esta noche, mañana no seleccionaré lo adecuado para el viaje inesperado. Una vez termino de empacar mi ropa, aparto la maleta y escojo un bolso para mi portátil y otras necesidades para el viaje. Antes de dormir, programo la alarma para levantarme a tiempo y alistarme. Además, pongo un recordatorio para enviar el dinero al médico y para agendar una cita que permita discutir la prontitud con la que se puede realizar la cirugía de mamá al regresar de Sicilia.

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