C65 ¿Vincenzo Zolvesky?
Una respiración agitada me abandonó. Me retorcí sobre su regazo. Su mano pervertida seguía subiendo y bajando por mis muslos, apretando, mientras él tecleaba en su portátil con la otra mano.
Después de darme una buena ducha caliente por la mañana, nos preparó el desayuno y me dio de comer hasta que mi estómago no pudo más. Había ordenado a María que no nos molestara hoy