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C3 CAPÍTULO 3.

—¡Esto es una locura! —farfulló Mell por décima vez—. No sé qué hacemos aquí.

—Ahhh… ¿ahora no sabes? —repliqué de inmediato—. Tú me diste la idea —susurré en mi defensa─. Fue tu idea, tu plan, tu culpa.

Resopló de forma dramática y asintió no muy convencida.

—Bueno sí, pero ya me arrepentí —murmuró insegura y rodó los ojos, cosa que hacía muy seguido en esos minutos que llevábamos escondidas—. Recuérdame una razón para estar aquí.

—Descubrir lo que oculta James y luego hacerle lo mismo que me hizo —respondí para convencerla. Realmente era un plan que me daba curiosidad y me atraía llevarlo a cabo. La influencia de mi mejor amiga había resultado un éxito.

—Todo sea por no cometer un crimen por mis propias manos —susurró divertida—. Bueno, dejemos el chisme para después, que ahora el deber nos llama. Entrando al papel de espías en tres... dos... uno. Listo.

Sonreí, parecíamos expertas de la CIA o del FBI, ambas vestidas de negro, espiando afuera del banco donde trabajaba James. Todas unas detectives, unas espías, unas agentes 007.

—¿Estás segura que entra a esta hora? —cuestionó Mell, comiendo sus uñas con notable nerviosismo.

─Sí, estoy segura —respondí, recordando nuestras conversaciones antes de él entrar a trabajar y yo a la universidad. Y fue imposible sacar su voz de mi mente, sus “te amo”, sus “siempre juntos”, ahora se resumían a solo a recuerdos de lo que en algún tiempo hubo entre nosotros. Esos siempre juntos los hizo morir aquel día en que lloré esperando por él bajo aquel muérdago en el altar.

Mell notó mi mirada ausente y rápidamente trató de buscar la forma de alegrarme:

—Pregunta solo para inteligentes —anuncio en un susurro, pero con voz de comercial—. ¿Qué le dijo un jaguar a otro jaguar?

La miré por unos segundos y vi como contenía la risa. Negué con la cabeza y encogí los hombros.

—Pues obvio, seguro le dijo “Miau” —respondí con obviedad.

Negó con la cabeza y emocionada se aclaró la voz.

—Le dijo: jaguar you —relató divertida y estalló en carcajadas.

No pude evitar sonreír ante el mal chiste de mi amiga. Realmente Mell estaba loca, pero así la amaba.

El sol radiante de aquel día quemaba nuestros cuerpos, debido al negro intenso de nuestros vestuarios y más aún por el tipo de tela, pero no podíamos dejar nuestra misión a medias.

Se suponía que el plan era buscar alguna prueba o detalle extraño que pudiera justificar su desplante y como había dicho Mell, debía prepararme para lo peor, pero vengarme también era parte del plan. De modo que, la intención de nuestro macabro plan era vengarme de James haciéndole lo mismo que él había hecho, o bueno, con que sufriera un poco me conformaba.

Seguíamos inmersas en nuestra labor de espías, que sin darnos cuenta ya habían transcurrido algunos minutos y no pasaba nada; o bueno, eso creímos, hasta que el temor nos acechó.

—¿Necesitan algo? —inquirió una voz masculina a nuestras espaldas. Fue tanto el susto, que nos hizo pegar un pequeño salto de sorpresa y temor a la vez.

Mell me tomó de la mano y sentí su nerviosismo. Esa voz provocaba miedo, era gruesa e intimidante, pero a la vez era interesante y apacible, tierna y dulce. Era como una mezcla de emociones, el solo escucharla despertaba sentimientos, encontrados por supuesto.

¿Y si había llegado el FBI? ¿Y si los de la CIA nos habían creído parte de ellos? ¿Y si eran secuestradores y nos llevaban para pedir rescate? ¿Y si los delincuentes nos mataban o nos chantajeaban para que hiciéramos algo indebido? ¿Y si creían que éramos parte de alguna pandilla o de algún tipo de mafia?

¡Ay! Tantas preguntas pasaron por mi mente y empecé a imaginarme torturada para dar información del FBI que ni siquiera yo misma sabía.

Pero... no podíamos salir corriendo, mejor era dar la cara y enfrentar lo que viniera. Si nos habíamos metido en un lío por querer jugar a las espías, ahora debíamos responder.

Tomé la mano de Mell y miré su rostro, las gotas perladas de sudor brillaban en su frente y su expresión de temor me hacían dudar si dar la cara era lo correcto. No quería arriesgar a mi amiga por una idea tonta, quizás hasta podíamos ir a la cárcel por estar fuera de un banco espiando como si fuésemos delincuentes, que obvio no éramos, pero ¿quién convencería a la policía de que era así?

Mi amiga asintió levemente y ambas tomamos aire para prepararnos para lo peor. Incluso me visualice en cámara lenta, me sentía parte de un delito. Nos giramos lentamente, esperando lo peor, pero quedamos frente a... ¿un chico?... sí, un chico de más o menos nuestra misma edad. Era alto, contextura media, algo musculoso, pero sin exagerar, llevaba su cabello bien peinado y su uniforme planchado y pulcro, además sus zapatos brillaban y el olor de su perfume se hizo presente para terminar de volverlo aún más atractivo. Porque eso sí, era sumamente guapo, sus ojos azules como el mar, tenían un destello especial que me hacían estremecer con tan solo verlos.

—¿Necesitan algo? —volvió a preguntar, pero sonriendo esta vez y un pequeño hoyuelo se formó en su mejilla, lo que lo hizo ver aún más guapo—. ¿Puedo ayudarles a encontrar lo que han perdido?

—Emm... —intentaba decir Mell entre tartamudeos, porque yo no podía quitar mis ojos de encima de ese chico, tenía algo que me atraía y me impedía concentrarme en lo que decía—. Bueno yo, eh... nosotras...

Mi amiga apretó mi mano con fuerza para que le ayudara a inventar una excusa bastante lógica, lo cual me hizo reaccionar de pronto y sacar las palabras atascadas en mi garganta.

—Umm... sí, lo que sucede es que… — inicié, pero me quedé pausada sin saber qué decir o inventar, hasta que se me encendió el bombillo—, bueno, verás, nosotras estábamos viendo el diseño del banco, sus paredes son muy fuertes y de un material muy resistente... supongo que está construido de cemento o ladrillos ¿cierto? Claro, porque esos son los métodos de construcción que son utilizados por los constructores cuando construyen construcciones.

Mell se esforzaba por no reírse, aunque sus facciones se ensanchaban dejando entrever que le provocaba gracia lo que estaba diciendo, ya que yo no sabía ni pizca de arquitectura, aunque me esforzara. Yo sabía de cualquier otra cosa, menos de eso. Y si, era más que obvio que había hecho el ridículo.

El chico arqueó una ceja al escucharme y frunció el ceño, mostraba una clara confusión y su desconcierto se notaba.

—¡Ah! ¿Son arquitectas? —preguntó interesado, aunque un poco confundido por la redundante explicación que le había dado, y la sonrisa volvió a adornar su rostro.

—No... —respondió Mell de forma rotunda y negando con la cabeza.

—Tienes razón, no somos arquitectas —interrumpí al instante y la miré en señal de advertencia, si Mell decía algo, nos llevarían a la cárcel por espiar afuera de un banco y posibles cargos nos esperarían—. Somos diseñadoras de interiores.

Mell apretó con fuerza mi mano enterrándome sus uñas en la piel hasta casi hacerme sangrar.

—¿Ah sí? ¿Entonces qué hacen aquí afuera? —cuestionó nuevamente el chico, con interés, y volvió a enarcar una ceja, aunque su expresión era divertida, como si disfrutara aquel momento y verme pasar el oso de mi vida—. Deberían estar adentro, digo, porque ese es el método de decoración que es utilizado por los decoradores de interiores cuando decoran interiores.

A esas alturas fue imposible que Mell contuviera una carcajada. El chico se estaba aprovechando de mi situación incómoda para burlarse. Mis mejillas se sonrojaron al instante en que comprendí que me estaba vacilando.

—Lo siento, pregunto porque es extraño que estén inspeccionando el exterior, si son profesionales decorando interiores —comentó en un tono de disculpas.

—Umm... quizás sea algo que no entienda muy bien, pero el exterior dice mucho del interior —repliqué y toqué las paredes para darle más realismo a mis palabras—. Ambos son puntos clave para nuestra profesión.

El chico no quitaba sus ojos de mí y hasta parece que se divertía de la situación, la curiosidad empezaba a notarse y sus facciones lo dejaban entrever.

—¿Ah sí? —interrogó.

—Así es, estimado guardia de seguridad— respondí, intentaba mantener un tono cordial y formal, pero me costaba porque sus ojos calaban tanto en mi mirada que sentía que mis mentiras iban a ser descubiertas—. Además, el diseño de este edificio es un poco moderno, pero tiene un toque de Renacimiento —proseguí, tratando de aparentar que sí sabía de lo que estaba hablando—, esto es cultura, es como si se mezclaran dos movimientos artísticos.

Mell ya no pudo contener la risa. Rio por lo bajo y trató de confundirlo con una tos seca, pero no le salió bien y terminó pareciendo una foca con gripe.

—Entonces les invito que pasen adelante y hablen con el señor Cooper, el encargado del mantenimiento del banco —concluyó segundos después de observarme con fijeza—. ¡Ah! Mucho gusto. —Extendió su mano—. Soy Alex Queen, el jefe de seguridad.

Sentí mis mejillas arder, había estado hablando con el jefe de seguridad del banco en el que me estaba comportando como una delincuente.

—Soy Bella Graze —me presenté con cordialidad y estreché su mano—. Y ella es la licenciada Mell Rush, una de las mejores diseñadoras de interiores de la ciudad.

Mi amiga abrió sus ojos tanto como pudo, pero le dedique una sonrisa forzada que la hizo callar cualquier reproche.

—Bienvenidas —agregó el chico, con una sonrisa, y se aproximó a la entrada para abrirnos la puerta.

—¿Cómo que licenciada? ¿Y la mejor? —protestó Mell en un susurro—. ¡¿No se te pudo ocurrir otra cosa?!

No le hice caso y caminamos siguiéndole los pasos a Alex, quien caminaba de forma elegante y masculina. Algunos centímetros atrás, Mell me apretaba el brazo mientras intentaba convencerme en susurros que entrar no era lo mejor y que nos regresáramos corriendo al auto y escapáramos del país.

Alex se hizo a un lado para darnos paso y Mell fue la primera en entrar, aunque sus pasos denotaban temor y su mirada terror. Yo fui la segunda en entrar y caminé lo más firme que pude, no iba a dejar intimidar después de la vergüenza que había pasado, bueno, al menos eso creí, hasta que un susurro a mi lado me hizo estremecer.

—Por cierto, señorita Graze, el diseño es de la arquitectura funcionalista.

Esbocé una sonrisa nerviosa y seguí a Mell a paso rápido, este chico me provocaba nervios y una sensación cálida en el pecho, aunque la verdad es que me estaba muriendo de la vergüenza por mi error.

—No estoy de acuerdo con esto, pero al parecer sí sabes algo sobre arquitectura y diseño de interiores —susurró mi amiga apenas llegué a su lado —. Creo que, si te creyó, así que algo has de saber —agregó y señaló a Alex, quien nos miraba y sostenía una linda sonrisa.

—Por supuesto— murmuré en un tono sarcástico apenas audible, que creo que Mell no llego a escuchar.

***

Quince minutos después nos encontrábamos sentadas frente al señor Cooper, un hombre de quizás cuarenta y tantos años, algo canoso y de piel morena. La amabilidad era una de sus cualidades más visibles y su sonrisa cordial era como el testigo perfecto de su bondad.

—Mucho gusto, señor Cooper —me presenté al sentarme y extendí mi mano.

—Mucho gusto, me informan que ustedes son decoradoras —contestó y estrechó ambas manos, la de Mell y la mía.

—Sí... sí, así es, las mejores —afirmé con seriedad. Mell me miró enojada, pero le sonreí con nerviosismo—. Estamos buscando oportunidades de trabajo, somos recién graduadas —proseguí, justificando nuestra joven apariencia—. Y nos ha parecido bien este banco para hacer uso de nuestros conocimientos —propuse y recibí un pisotón de Mell por debajo de la mesa.

—Eso es fabuloso. Nos cae como anillo al dedo, justo queríamos cambiar el diseño, ya se ha vuelto aburrido y monótono, porque tomando en cuenta que tenemos clientes frecuentes que vienen todas las semanas o cada dos días a depositar dinero de las planillas de trabajadores públicos y privados, nos gustaría ofrecerles un espacio único, cómodo y atractivo mientras esperan su turno. Hace ya algunos meses habíamos planteado esa posibilidad, sin embargo, no se había llevado a cabo porque…

En realidad, no me interesaba seguir escuchando por qué no se había llevado a cabo. Estaba preocupada por ver o encontrar a James, necesitaba cumplir mi verdadero objetivo de aquella visita al banco, necesitaba llegar al fondo de aquel misterio. Mi atención se dirigió a los demás cubículos en busca de alguna pista de James. Pero nada, no había nada que me hiciera reconocerlo o que me diera un indicio de qué había pasado entre nosotros.

—Así que cuando quieran pueden empezar —terminó el señor Cooper con una sonrisa cordial y me hizo girarme casi por completo para quedar nuevamente frente a él.

—Disculpe, ¿qué estilo me dijo? —pregunté con voz nerviosa, porque ni atención le había puesto a esa parte.

—Queremos algo sencillo, cómodo, practico, confortable, pero que conserve el estilo arquitectónico del banco, el Funcionalismo. Deseamos un diseño que combine con el formato y diseño externo, pero que esté a la vanguardia—repitió en tono serio—. El proyecto ya lo teníamos pensado, sin embargo, habrá que hacerle unos cuantos ajustes porque los revestimientos en las paredes ya fueron hechos hace poco, las luminarias fueron instaladas hace unos meses, pero quizás se deba revisar por si se ajusta al diseño pensado, y también el espacio se deberá ampliar un poco más ahora que estaremos contratando más personal para el departamento de préstamos y finanzas.

Mell me observaba con expresión desconcertada y podía entender en sus ojos que en silencio me gritaba ¿qué rayos es Funcionalismo?

—Revisaremos el proyecto, arreglaremos detalles, haremos las gestiones necesarias, la lista de mobiliario y de equipos y cuando estén listos, les avisaremos y firmamos el contrato —propuso tomando el teléfono para comunicarse con su secretaria—. Jennifer, por favor, busque en los archivos el proyecto de diseño de interiores y comuníqueme con el gerente.

Diez minutos más tarde estábamos saliendo del banco, con un proyecto de diseño a cuestas, un proyecto del que no teníamos ni la más remota idea.

—Estás loca, Bella —refunfuñó Mell—. ¡No sabemos hacer nada de eso! —farfulló mientras subíamos a su auto—. ¿Puedes explicarme qué es el Funcionalista? ¿Qué es eso? ¿Acaso la secuela de El Mentalista? ¿Cómo pretendes hacer ese proyecto si ni siquiera sabes qué es una corriente filosófica?

—Es Funcionalismo, no funcionalista y es una corriente arquitectónica— corregí luego de buscar en Wikipedia qué era el Funcionalismo—. Lo acepto, no lo sé, pero podemos aprender ¿no?

—Un minuto, ¿harás todo eso solo para estar cerca de James? —resopló enojada y cerró su puerta de golpe—. Eso no era parte del plan.

—Lo sé, y no es para estar cerca de él como piensas, bueno si, pero no en ese sentido. Quiero entender por qué me abandonó, quiero saber qué pasó, qué lo hizo cambiar de opinión, quizás en su trabajo sea el lugar en donde más información pueda encontrar, al fin y al cabo, es uno de los lugares que más frecuenta— comenté y miré por la ventana, ya era medio día y no había visto a James llegar.

—Estás más loca que una cabra —rechistó encendiendo el auto—. Se supone que era para salir lo más pronto de esto, no para meternos de cabeza a este asunto.

—Anímate, así podrás decorar tu casa. A Javi le gustará, estoy segura de eso —repliqué haciendo un gesto con la mano.

Resopló una vez más y pegó su cabeza al volante. Mientras yo recordaba y ella se arrepentía de lo que acababa de pasar.

Levantó su rostro y resignada dijo:

—Voy a hacerlo por ti y porque me parece una buena opción para que salgas de casa. Pero debe ser pronto, las clases comienzan en mes y medio y es nuestro último semestre. Además, no te voy a negar que emociona que un día llegue Javi y todo esté decorado por mí. —Sonrió al mencionar esa parte. Ella amaba a su esposo. —

—Por eso te quiero —murmuré y le tiré una pequeña almohada que llevaba en el sillón del auto.

—Pero... prométeme que apenas sepas de James vamos a dejar todo esto de decoradoras —pronunció e hizo énfasis en la última palabra.

—Te lo prometo. Ahora vamos, necesitamos encontrar alguna escuela o academia donde enseñen a decorar, por fortuna estamos a principios de año y tal vez podemos encontrar alguna —propuse emocionada. En realidad, no solo me emocionaba entender la razón por la que James se había comportado como un idiota, también sabía que aprender una nueva habilidad me haría bien y me ayudaría a canalizar mi tristeza.

Mi amiga puso el auto en marcha por aquella transitada calle, ya que estábamos en plena hora de almuerzo y las calles se saturaba de personas y autos. Me puse cómoda en el respaldar del sillón, y miré por la ventana antes de alejarnos del banco. Alex se encontraba sentado en una de las mesas del restaurante de al lado, tenía la vista puesta en un libro, pero cuando escuchó el motor del auto, levantó la mirada y me pareció ver que una sonrisa se esbozó en sus labios, o tal vez solo fueron ilusiones mías.

Lo que si no eran ilusiones había sido la vergüenza que había pasado aquel día. Tenía que aprender a investigar más antes de hablar de un tema.

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