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C10 ¡Soy un chico! (10)

PARTE 3 de 3 (3)

Dos días habían pasado desde aquél incidente y el pobre Mike no fue capaz de pegar ojo en todo el fin de semana. Las bolsas que colgaban de sus preciosos y delicados ojos eran de una prominencia preocupante. Y conforme caminaba por el pasillo de la universidad su postura se asimilaba, cada vez más, a la de un muerto viviente; ausente de todo aquello que lo rodeaba.

— Ven aquí, mi querido Mike. —Le cogió Oscar del brazo llevándolo a una esquina de la clase donde estaban todos reunidos—. Ya me he enterado del magnífico ósculo que os disteis el fin de semana.

— Te pasaste tres pueblos al hacer eso delante de la chica que le gusta a Mike. —Amonestó Johnny a Andrés.

— Lo siento. Estaba obcecado con las tonterías de Emily y se me cruzaron los cables. —Llevándose la mano al cabello para rascarse nerviosamente se disculpó Andrés con una expresión entre la vergüenza y la seriedad.

— Pues yo diría que te gustó y todo. —Con una sonrisa juguetona le pegaba pequeños golpes con el codo Johnny a su compañero Andrés.

— Deja de decir idioteces. —Respondió Andrés.

— No pasa nada. —Añadió Mike cabizbajo sin apartar la vista del suelo—. Tenía cero oportunidades con Diana y ahora muchas menos, ya que no puedo mostrarle mi rostro sin que sepa que fui la chica besada de la fiesta.

Finalizó la conversación dejando a sus amigos solos saliendo de la clase todavía más deprimido que antes.

— Tío, esta vez te has pasado mucho con él. Andrés, a veces pienso que sientes cosas por Mike por la forma en la que te comportas. —Le mencionó juguetonamente Johnny a su compañero.

— Claro que siento algo por él. —Respondió Andrés provocando un profundo silencio entre todos—. Nos conocemos casi desde que llevábamos pañales, me sacó de muchos problemas a lo largo de mi vida y es como un hermano para mí. Un beso en la boca no significa nada.

Les comentó a los chicos mientras se dirigía a su asiento con las manos en los bolsillos y una expresión ininteligible.

— Que frío. —Sentenció Oscar.

— Lo sé. —Confirmó Johnny gesticulando como si tuviera un escalofrío.

Mike caminaba sin rumbo fijo por los jardines de Atlanta. No sabía dónde deseaba ir, pero sí que era consciente que anhelaba estar solo. Huir del griterío de las personas y de las risas, aunque inocentes, de sus compañeros. Su corazón se sentía triste, su mente se sentía agobiada y su cuerpo se sentía cansado. Solo anhelaba desaparecer como la bruma, sin ser visto, sin ser juzgado... pero una dulce y familiar voz lo despertó de su letargo.

Al asomar la cabeza por la esquina vio a Diana, concentrada, caminando de un lado a otro, leyendo un libro. Como siempre estaba preciosa, sobre todo ese día, ya que portaba unas magníficas gafas que la hacían parecer todavía más refinada y con las que nunca la había visto antes.

—¿Por qué está repasando álgebra sola? —se preguntó a sí mismo Mike escondiéndose en la esquina.

Cuando se percató de la tierra que descendía y caía cerca de los pies de Diana. Al seguir su rastro, rápidamente se dio cuenta que era una maceta que estaba cayendo del segundo piso e iba a golpearla.

— ¡Cuidado! —gritó Mike lanzándose sobre Diana para apartarla de la trayectoria del macetero que le rozó la cabeza y se desplomó contra el suelo—. ¿Estás bien?

Escuchó una voz, la joven de piel de ébano, después de sentir como alguien la empujaba contra el suelo. Cuando, poco a poco y todavía adolorida por el placaje, abrió los ojos; vio que Mike estaba sobre ella preocupado.

— Sí. ¿Y tú? —Le contestó con dificultad, Diana.

— Sí, solo estoy un poco mareado. —Le respondió él llevándose la mano a la cabeza cuando un hilo de sangre comenzó a brotar de su frente—. Yo...

—¡Estás sangrando! —gritó Diana preocupada saltando sobre Mike levantándole el flequillo con una mano viendo por primera vez el rostro consternado del joven—. ¿Micaela?

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