Alliance-Edhen Blaque/C3 Capítulo II
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C3 Capítulo II

Mar de Andros

Frontera Marítima entre Anskar y Aritz.

Para cuando su arribó se acercaba, a solo metros del puerto de Anskar, no está muy segura de nada, le temía a muy pocas cosas en la vida, el sacrificio y la lucha no era nada de ello, pero, cuanto diera el primer paso en tierra de Anskar, su mundo cambiaría para siempre y estaba segura que no para mejor, esto era un simple acuerdo político, una alianza forzada por el miedo y la incertidumbre, alimentada por la desesperaron y una amenaza de guerra, pactada por el aliciente de salir victoriosos de una imparable contienda, ni el reino de Anskar ni el reino de Aritz querían semejante unión, aún recuerda los gritos indignados de su gente cuando su padre dio el anuncio, no quiere imaginar entonces los que acompañaron a los súbditos del trono blanco, Anskar y Aritz han sido enemigos por años, no se han alistado cañones o alzado las armas, tampoco desenvainado una espada, pero se sabe, se nota la tensión, es una guerra silenciosa que ha avanzado siglos y no da augurios de querer terminar, para Aritz los del trono de mármol no son más que escoria, para Anskar los del trono de oro no son más que bárbaros, una enemistad que comenzó con la fractura de una gran hermandad y la muerte de dos corazones, nadie sabe qué pasó realmente, pero tuvo la importancia suficiente para llegar al día de hoy.

Son dos naciones que se han llamado por más apelativos hirientes de los que se puedan recordar, por años Aritz estuvo abierto a nuevas personas, siendo un pueblo de negros, pieles morenas, más claros u oscuros pero de una misma raza, la única vez que dejaron entrar a otros fue como abrirles las puertas del infierno y dejar entrar al mismísimo diablo, ella no se engaña, ha conocido personas maravillosas en sus viajes a otros contientes, quizás entre los súbditos de Anskar las haya, pero su realeza es tan arcaica y cerrada como la de Aritz.

Su madre puso el grito en el cielo, su padre había flexibilizado solo porque de otra forma estarían perdidos, su hermana mayor intentó ocupar su lugar para salvarla de tal destino, sin embargo el rey de Anskar fue preciso, solo la hija menor, para unirse en matrimonio con su hijo mayor, ella al saberlo lloró por días, sí que lo hizo, sin embargo, era una verdad absoluta, contrae matrimonio o muchos cuerpos sin vidas y ensangrentado sería el cuadro que la perseguiría toda su vida.

—Ya hemos llegado—asintió al escuchar la voz de Hoccar—Será mejor que te alistes princesa—la joven se alejó del borde y colocó en medio del gran barco, sus ojos café oscuro relucían, sutil maquillaje que solo resaltaba su belleza, el cabello negro, largo y rizado recogido en un gran moño dejando solo algunos cabellos rebeldes cayendo en su rostro, finos rasgos de piel morena, labios pequeños y gruesos besados por el sutil labial.

El delgado cuerpo envuelto en un sencillo vestido blanco con gruesos tirantes y un pequeño escote en la espalda y senos, con un cinturón de diamantes que cubría toda la cintura incrustados en la blanca tela, así como se acercaban al embarque y las aguas se movían, así lo hacían las telas de sus prendas, entrelazó ambas manos en lo bajo de su vientre, la frialdad de los anillos a juego con las grandes argollas y colgante de plata creando escalofríos en su piel.

El barco arribó en la orilla, las anclas fueron echadas y la tabla puesta para su entrada a tierras de Anskar, tomó aire profundo a sus pulmones, dio el primer paso seguida de sus guardias y damas de la corte, cada paso sentía que moría, tenía miedo, estaba temblando, ganas no le faltaban para dar media vuelta y salir de ahí sin mirar atrás, sin embargo no lo haría, esas lágrimas y huidas solo la harían parecer débil y ella no lo era, las mujeres de su pueblo son guerreras, fuertes féminas llenas de valor y ella no sería menos, estaba frente al enemigo, casamiento o no, alianza o no, eran enemigos.

Dio el primer paso, ese que marcaría un antes y un después.

—Bienvenida princesa de Aritz—saludó un señor con traje azul obscuro, porte elegante, ojos arrugados, piel blanca, aura altanera y bigote—Mi nombre es Ezra Peltz, he venido a recibirla en nombre de la corona de Anskar—la joven lo observó de arriba hacia abajo antes de sonreír con total hipocresía, a ella le habían enseñado que cuando una visita llegaba al reino debía ser recibida por alguien de la realeza, no alguien en nombre ella, y el hecho de que nadie de la monarquía de Anskar asistiera a recibirla era una clara muestra de lo que le esperaba, en otros instantes Amarü ubiera creado una escena y demostrado su caracter sin embargo allí, no la llevaría a nada exepto dar veracidad del poco exacto pensamiento que tenían sobre Arizt y su gente.

—¿Por qué los reyes no han venido?—preguntó a lo que Ezra miró a los demás antes de darle una sonrisa.

—La están esperando en palacio su alteza, tenían asuntos importantes que atender—alzó una ceja mirando al hombre.

—¿Asuntos importantes?—el hombre asintió—¿Quiere decir que yo no lo soy?—el hombre negó rápidamente, las damas y guardias mirándolo con diversión—Bien, llévame con su alteza.

Ezra observó a la princesa con lo que se podría decir sorpresa y curiosidad, desde que se dio a conocer de la alianza no se hablaba de otra cosa y se vio cuando a cada metro que avanzaba el coche había algunas habladurías alrededor, mujeres y hombres, muchos sorprendidos, algunos admirantes y otros horrorizados por la presencia de alguien, no, de la princesa de Aritz allí, porque solo significaba que era realidad la alianza.

Llegaron a las puertas del gran castillo, la princesa ni siquiera reparó en la estructura, solo siguió a Ezra con el rostro serio, su séquito y guardia igual.

—Mi rey, la princesa de Aritz, Amarü Radost, ha llegado—presentó dejando a la vista de los monarcas a la joven morena, quien dio un par de pasos acercándose al comienzo de las escaleras que daban al trono con mirada afilada.

—Amarü Radost, princesa y segunda heredera del reino de Aritz—se presentó ante los reyes saludando con un sutil movimiento de cabeza.

—Es un honor princesa, bienvenida al reino de Anskar—respondió Bastian Zlata, rey de Anskar con una apretada sonrisa, a su lado la reina con rostro serio y pulcro silencio, aunque Amarü vio más allá, conocía esa mirada, no hablaba porque no podía más que querer, un mujer alta, delgada, de cabello castaño y ojos verdes, al otro lado dos de sus tres hijos nacidos, uno muy sonriente de cabello castaño, con los ojos de su madre y unas hermosas finas facciones, el otro mirándola con gran atención en sus vistosos ojos grises, el monarca se acercó hasta la princesa y le tomó la mano—Sé que no estamos en las mejores relaciones pero espero que al menos sea tolerable su estadía—Amarü sonrió.

Lo dudo, se dijo a sí misma, dejándolo en lo muy profundo de su mente.

—Eso espero, mí rey—miró por encima del hombro de Bastian con fingida empatía.

La tensión se sentía en el ambiente, Amarü lo sabía, había entrado a un campo de batalla del que no sabía si saldría impune.

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