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C6 Es un esclavo sexual.

Ella frunce el ceño mientras contempla el papel...

"¿Cómo puedo...?" Él no le permite terminar, considerándolo una falta de respeto por su parte...

"Las reglas las pongo yo, no tú..." Su voz rebosa autoridad, obligándola a asentir con la cabeza, nerviosa e incapaz de articular palabra...

"Si has terminado, déjalo sobre la mesa." Ella observa el papel en sus manos y traga saliva con dificultad antes de firmarlo. No le queda otra opción; debe abandonar la casa en la que se encuentra y no tiene a dónde ir... ni siquiera un trabajo en el que apoyarse mientras espera algo mejor...

"Las consecuencias de infringir cualquiera de estas reglas serán un aumento en el tiempo que trabajarás para mí... excepto la última", le informa, y ella asiente...

"¿Y las consecuencias de la última?", pregunta ella...

"¿Así que te atreves, eh? ¿Pequeña Sub?" Él se muestra sorprendido por su actitud. Después de firmar el contrato, debería empezar a llamarlo Amo, pero no lo hace...

"Parece que deseas quedar atada a mí como mi sumisa por la mitad de tus años", le dice. Las sonrisas de sorpresa se ensanchan en su rostro, y ella traga saliva nuevamente. No está acostumbrada a vivir con reglas, no porque haya crecido sin ellas, sino porque nunca ha sido de las que se apegan estrictamente a las reglas...

"Elígeme esta vez, amo", su voz es suave y suplicante mientras desvía la mirada al suelo, incapaz de sostener la suya...

"No tienes derecho a pedir mi amor", su tono es firme, más una advertencia que una afirmación. Ella asiente. Para ella no es un problema; nunca quiso estar con él, y mucho menos amarlo.

"No te preocupes por eso, maestro, porque jamás te amaré, y menos aún si exiges tu amor", le espeta con franqueza...

"Bien", dice él mientras alza la copa de vino tinto y toma un sorbo, observando a la chica frente a él sin pronunciar palabra... Ella se siente incómoda bajo su escrutinio, como si un rayo de sol le atravesara el cuerpo...

"Voy a preparar mis cosas, amo", dijo ella, levantándose con la cabeza gacha. No se atreve a quebrantar ninguna de sus normas... un año como su esclava sexual le ha parecido más que un milenio de tortura, y no está dispuesta a sumar ni un segundo más, mucho menos años...

"No tan rápido... eres mía y yo decido lo que debes y no debes hacer", parece que él tiene algo en mente para ella, pero ella no está lista para más...

"Acércate", ordena él. Ella no es tonta, sabe lo que se avecina... su corazón late acelerado, marcando un ritmo frenético mientras se aproxima a él, paso a paso, cada vez más lento...

"Le suplico que me permita tomar el día libre, para adaptarme a mi nuevo entorno", fue lo único que se le ocurrió decir, con la esperanza de que él la considerara... lo último que desea es recibir un castigo de él en este momento.

"¿Y quién ha dicho que no te iba a dar el día libre?" Sus palabras la dejan muda, mirándolo atónita y confundida, sin poder creer lo que oye...

"Tráeme una copa de vino", le pide él, causándole desconcierto. Él ya tiene una copa de vino tinto en la mano y, aun así, le solicita más. ¿Qué tan bueno será bebiendo? se pregunta ella. No tiene tiempo para cavilar en detalles... lo primordial es terminar con esto...

"¡Por supuesto!" Se dirige a la bodega y sirve vino en una copa. Se la entrega...

"Tienes que estar en casa antes de que el sol se ponga, mientras estés bajo mi techo", le advierte, y ella asiente... Sin demorarse más, sale de la habitación, sudando profusamente como si acabara de escapar de una cocina a leña... la habitación está fresca y agradable, ideal para cualquiera, pero por alguna razón, a ella le resulta sofocante...

"Esclava", susurra para sí misma mientras abandona el imponente edificio... Es irónico cómo han terminado las cosas, convertida no solo en esclava, sino en esclava sexual de un multimillonario; sigue sintiéndolo como una pesadilla... A lo largo de su vida, solo ha conocido a un hombre, y ese es Mark...

"Es mejor estar con él que con Mark", se consuela a sí misma mientras su corazón dolía... al menos recibe un pago al final de cada mes, aunque se suponía que estaba trabajando para pagarle a él... pero realmente, no había diferencia entre ella y aquellas escorts, o mejor dicho, chicas de la calle... Tras un largo viaje, finalmente regresó a su pequeño apartamento... su corazón estaba cargado, nunca había pensado en su vida de esa manera, pero supone que solo le queda vivirla, sin más opciones... llorar siempre le ha servido de consuelo cuando está triste, pero esta vez sabía que era diferente...

Ordena sus vestidos meticulosamente, asegurándose de llevarse todo lo que es y será importante para ella... Cuando terminó de empacar, bajó su maleta por las escaleras, donde la ayudaron a subirla al coche antes de partir.

Sentada en silencio, mirando por la ventana, sin darse cuenta, las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro. Nunca ha tenido una vida fácil, desde el principio. Lauren siempre ha vivido con la sonrisa puesta, sin saber nada sobre sus padres. Creció en un orfanato y a los catorce años huyó, con la esperanza de encontrar a sus padres, pero ¿cómo podría, si no tenía la menor pista sobre quiénes eran? Se encontró sola y perdida, sin ningún lugar a donde ir, en su primera vez en la ciudad. Fue entonces cuando conoció a Mark, quien le brindó bondad y amor. Sin que ella lo pidiera, él proveyó todo lo que necesitaba. Se enamoró de él y todo parecía un sueño hecho realidad, hasta que se dio cuenta de que nunca fue alguien importante para él; si lo hubiera sido, no la habría lastimado tanto... Derrick echó un vistazo por el espejo retrovisor y notó que ella lloraba. La preocupación se dibujaba en su rostro... "Señorita, ¿está todo bien?"...

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