C41 CAPÍTULO 40
Salí corriendo del hospital, rogando a Dios que Esteban aun estuviera, era el único que podría llevarme donde estaba mi padre y advertirle sobre lo que sucedería.
—¡Esteban! —grité, al verlo aun en el estacionamiento. Hablaba por teléfono—. Por favor, necesitamos tu ayuda.
Se despidió rápidamente y colgó, viéndome impresionado al verme aquí.
—No quiero verte Luciana