C53 CAPÍTULO 52
La alegría había llegado para quedarse, y la absoluta felicidad que hacía mucho no era experimentada en el pueblo Norusakistano.
-¡Oh por Dios!- gimio Suseth sin poder contener las lágrimas que nacieron en su corazón, a reflejaron en sus ojos y libremente se deslizaron por sus mejillas.
-¡Alá bendito!- exclamó Ivette con una enorme sonrisa