Casada con el Rey Alfa/C3 Experiencias extrañas
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C3 Experiencias extrañas

Damon posó su dedo sobre los labios de ella, silenciando su diatriba al instante. "Te encuentras aquí porque yo te escogí. De ahora en adelante, eres de mi propiedad, mía para cuidar y proteger. Te quedarás a mi lado, Sarah... donde pueda tenerte siempre a la vista."

Esas palabras despertaron recuerdos que la hicieron tensarse, mientras la confusión se arraigaba en lo más hondo de su ser. Todo lo que él acababa de decir entraba en flagrante contradicción con lo que todos los demás le habían contado. ¿Proteger? Damon Kalesto, más conocido como el Rey Alfa, no protege a nadie. Su única ocupación es matar, una y otra vez.

Ella lo sabía bien, pues hacía unos meses, unos novatos en la mazmorra murmuraban sobre su crueldad. Y basándose en sus palabras, estar en su presencia en estos momentos no parecía ser la mejor de las ideas.

'Cuando los hombres lobo asumieron el control absoluto sobre los humanos, eligieron a un Rey Alfa... uno que todos consideraron idóneo para el cargo. Pero el Rey Alfa seleccionado no era famoso por sus méritos o su renombre... sino por haber exterminado a la familia real entera para usurpar su trono.

Tanto para humanos como para hombres lobo, es conocido como el Diablo. Quien se atreva a cruzarse en su camino, joven o anciano, deberá enfrentarse al ardiente fuego del averno. Y eso no es todo... Si un lobo salvaje aúlla o un ciervo brama e interrumpe su descanso, encontrará la muerte esa misma noche. Si logras encontrarte con él y sobrevivir para contarlo, ¡te convertirás en una leyenda!'

En ese momento, ella estaba frente a ese hombre. No sabía si viviría para ver el siguiente segundo, así que difícilmente se consideraría una leyenda.

Sus palabras sonaron como una declaración de amor o algo similar, pero ella las interpretó como su manera de advertirle que estaría vigilando cada uno de sus movimientos y que, al menor error, llegaría su fin. Con eso en mente, debería sentir miedo, llorar y suplicar por misericordia, pero por alguna razón, no sentía deseos de hacer nada de eso.

Lo que sí hizo fue retroceder instintivamente de él y, casi sin pensar, su índice derecho se elevó y tocó su labio, que no había dejado de hormiguear desde que él lo rozó. La sensación extraña la desconcertaba tanto como la fascinaba.

"¿Por qué...?", alcanzó a preguntar, perdiendo el enfoque en Damon por un instante mientras se perdía en un mar de asombro. "¿Por qué siento este hormigueo?"

Al oírla, los hombros de Damon se relajaron. Cuando ella se apartó, temió que fuera por miedo, pero al darse cuenta de que era simple curiosidad, se sintió aliviado. Aun así, algo le inquietaba... se complacía en el temor que inspiraba en los demás, pero que ella le temiera, eso no le resultaba grato.

¿Por qué? No estaba del todo seguro.

¿Qué sentía al respecto? Estaba irritado... sumamente irritado. Un simple humano no debería causarle tal efecto, eso pensaba. Y poco a poco, llegaba a la inquietante conclusión de que este giro de los acontecimientos no presagiaba nada bueno para él.

"Somos compañeros", respondió finalmente, acomodándose con desgana en el taburete. "Los hormigueos son tan solo una parte del vínculo de compañeros, que nos acerca más".

Al escuchar esas palabras, Sarah abrió la boca en silencio, incrédula. ¿Compañeros? ¿Desde cuándo los hombres lobo tenían parejas humanas? ¿Y cómo era posible que ella, una simple esclava sexual, fuera la compañera de un alfa?

Para cualquiera, el primer punto habría sido la mayor preocupación... pero para Sarah, era el segundo lo que la desconcertaba.

Había pasado años en una celda. Nadie la había considerado lo suficientemente atractiva como para mirarla, y mucho menos para pensar en escogerla. Y ahora, ¿el Rey Alfa le decía que ella era su compañera? Era algo difícil de creer.

Ante la confusión reflejada en sus ojos, Damon decidió ofrecerle una explicación. "Un compañero es alguien que..."

"Sé lo que significa", lo interrumpió ella.

"Oh..." Parpadeó sorprendido. "Entiendo." Habían pasado años... milenios desde que alguien le interrumpiera. La última vez, su irritación lo llevó a arrancar la lengua de su subordinado. Esta vez, aunque irritado, no pensaba en hacerle daño. Más bien, sentía el impulso de acercar su nariz a su cuello y abrazarla como si su vida dependiera de ello.

...y ese deseo lo irritaba aún más.

Damon tensó la mandíbula y se puso de pie de golpe, derribando el taburete en el acto. La falta de control sobre sus emociones en presencia de ella le resultaba exasperante. Y ni siquiera podía desahogar su ira en ella como deseaba. Bastaba una mirada de esos profundos ojos azules para dejarlo sin palabras... Otra irritación más para la lista.

"El baño está arriba. Báñate si quieres, me da igual... y hay comida en el frigorífico. Si tienes hambre, prepárate algo tú misma". Dicho esto, se marchó con el ceño fruncido, la nariz dilatada por la ira y la mandíbula apretada.

Sarah lo observó alejarse, confundida. Era evidente que estaba enfadado, pero no entendía el motivo. Siendo su primera visita, lo mínimo que él podría hacer era mostrarle el lugar y ofrecerle algo de comer, pero ni eso era capaz de hacer. Definitivamente era tan desalmado como decían.

Tras lanzar una mirada larga y cautelosa alrededor de la estancia, Sarah se levantó del sofá y posó sus pies descalzos sobre la suave alfombra. No sabía qué se esperaba de ella ahora ni a dónde debía dirigirse, pero aún así, avanzó unos pasos. Al parecer, a Damon no le importaba lo que hiciera o adónde fuera.

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