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A partir de ese momento, me convertí en el juguete sexual de Oliver. Como ya sabía quién era y dónde vivía, añadió mi nombre a la lista de los que el guardia de seguridad podía dejar entrar en su urbanización, para que mis vecinos no sospecharan de la gente que venía a mi casa. Tampoco tenía que tenderme una emboscada en otro sitio. A veces era él solo el que me follaba