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C9 Adiós

Después de la cena, atendí la herida de Ren. Su fiebre había desaparecido por completo y parecía estar tan fuerte como siempre. La herida en su brazo sanaba más rápido de lo esperado, gracias a la medicina y, probablemente, a la rápida capacidad de recuperación natural de Ren. Parece que Ren goza de una salud de hierro.

"Ren, creo que ya estás casi recuperado... así que...", comencé, titubeando. ¿Cómo expresarlo sin que parezca que quiero deshacerme de él? Solo quería hacerle saber que estaba prácticamente curado y que como médico, poco más podía hacer por él aparte de cambiarle el vendaje. Y eso ni siquiera era complicado; pronto podría hacerlo él mismo con facilidad, ya que probablemente ya no necesitaría vendas porque la herida estaba cerrando muy bien.

"Eh... lo que quiero decir es que... si deseas retomar tu viaje...", continué, buscando las palabras adecuadas.

"Mi brazo todavía me duele, y además, me he quedado sin dinero...", interrumpió Ren con franqueza.

Oh... ¿todavía le duele el brazo? Quizás la herida no estaba tan curada como creía. Y tampoco había considerado que se había quedado sin dinero para continuar su viaje...

"Eh... si es por dinero, podría prestarte algo. No es que tenga mucho, pero como agradecimiento por ayudarme a recolectar las hierbas hoy, podría darte tu parte", le ofrecí, intentando animarlo y consolarlo. Debe ser difícil ser asaltado por bandidos y perder todo tu dinero.

"No estoy seguro de que sea suficiente para viajar. Pero si no te importa, ¿podrías hospedarme un par de días más? Así puedo ganar algo más de dinero ayudándote con las hierbas y vendiéndolas en el pueblo. Además, mi brazo debería estar completamente curado en unos días", propuso Ren con seguridad.

Su plan era lógico y mataría dos pájaros de un tiro: ganaría el dinero necesario para su viaje y su brazo terminaría de sanar. Sin embargo, eso significaba que tendría que seguir viviendo aquí, solo con Ren, y compartir más días con él...

No es que me desagradara pasar tiempo con Ren, pero casi no tenía experiencia en la convivencia con hombres y a veces eso me hacía sentir nerviosa e incómoda. Claro que no podía confesarle nada de esto a Ren... entonces, ¿qué podía hacer?

Miré a Ren, que me observaba con ojos grandes y suplicantes, esperando ansioso mi respuesta. ¿Qué se supone que haga en una situación así? No puedo simplemente echarlo, ¿verdad?

Suspiré en silencio, resignándome. Una vez más, parecía que tendría que aceptar los planes de Ren.

"Está bien...", respondí, consciente de que no podía echarlo cuando no tenía a dónde ir.

"¡Muchas gracias, Lin!", exclamó Ren, rebosante de alegría, regalándome una sonrisa radiante.

Resultaba un tanto cómico ver a un hombre tan grande sonreír con tanta despreocupación en medio de tantos problemas. Me reí para mis adentros ante su reacción y no pude evitar sonreír yo también. Quizás tener a Ren conmigo no era tan malo después de todo. Se había vuelto más comunicativo y abierto conmigo, lo cual era un cambio total respecto a su actitud seria cuando nos conocimos.

Así fue como pasé cerca de una semana conviviendo con Ren. Nuestros días transcurrían entre la recolección de hierbas y las caminatas al pueblo para venderlas. Cuidé de las heridas de Ren hasta que su brazo dejó de doler y recuperó su plena funcionalidad.

Llegó, entonces, nuestra última noche en la pequeña cabaña. Al amanecer, Ren emprendería su viaje para retomar sus negocios. Mis emociones eran encontradas. Por un lado, me alegraba que estuviera recuperado y listo para seguir su camino. Por otro, no podía evitar sentir un vacío ante su inminente partida. Era consciente de que se iría tarde o temprano y no me ilusionaba con la posibilidad de un reencuentro.

No tuve el valor de preguntarle si volvería a pasar por este pueblo o si nuestros caminos se cruzarían de nuevo, temiendo que la respuesta fuera un rotundo "no". Como él mismo había comentado, el pueblo era pequeño y no solía ser parada frecuente para los comerciantes. Solo una desafortunada casualidad, como el ataque de los bandidos, lo había traído aquí aquella noche en la que lo rescaté.

"Lin...", me llamó Ren con voz suave desde el otro lado de la mesa, sacándome de mis cavilaciones tras la cena.

"¿Qué sucede?" pregunté, volviendo al presente.

"Partiré mañana y... quería agradecerte por todo lo que has hecho por mí", dijo Ren, mirándome fijamente a los ojos.

"No hay por qué dar las gracias. ¿Hay algo que necesites para tu viaje? Puedo ayudarte a prepararte... parece que el clima será favorable mañana...", balbuceé, intentando llenar el silencio que amenazaba con hacerse insoportable.

Me levanté y empecé a alejarme, queriendo huir de la tristeza de esa conversación. Prefería que se fuera, ya que no había otra alternativa. No comprendía mi propia frustración. Ren me tomó de la muñeca con firmeza cuando intenté pasar a su lado.

"Lin... no tengo mucho que ofrecerte, pero... quisiera que aceptaras esto como muestra de mi gratitud por estos días", dijo Ren, extendiéndome un delicado adorno de cabello dorado en forma de mariposa.

"Ya te dije, no tienes que agradecerme... y el regalo parece valioso. No puedo aceptar algo así. Además, casi no veo a nadie, sería un desperdicio en alguien como yo", respondí con decisión, rechazando su obsequio. En el fondo, sabía que un adorno tan lujoso no era para una chica de campo como yo.

"Entiendo...", susurró Ren, soltando mi muñeca lentamente.

"Gracias, Ren. Valoro mucho tu gesto. Es tarde... debería irme a dormir. Supongo que saldrás temprano. Te deseo un buen viaje", dije con la mayor alegría que pude reunir, regalándole una sonrisa segura. Que este sea el adiós definitivo. De corazón, te deseo lo mejor, Ren, y gracias por todo.

--Continuará...

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