C1 .
Chelsea.
Miro el interior de la maleta una última vez, asegurándome que llevo todas mis pertenecías en ella, intento cerrarla, pero la cremallera se atora, intento destrabarla, pero solo logro que la situación se complique más. Bufo, y un poco de mi cabello se eleva por el aire.
Levanto la vista enfocándome en el cuadro que está colgado al lado del espejo, allí me veo feliz, a un año de que mi padre falleció, mi madre decidió hacer su vida de nuevo casándose con el mejor amigo de papá. No lo acepto porque habiendo tantos hombres justo decide casarse con él, ¿será que eran amantes?
Decido sacudir la cabeza, e intentar olvidarme de aquella locura, para volver mi vista a la maleta la cual parece verme con burla por no haber podido con ella. Estoy por tomar el cierre otra vez, cuando recuerdo que he dejado mi lápiz labial favorito en el cuarto de baño, me apresuro a buscarlo antes de perder más tiempo.
— ¡Joder Chelsea! ¡¿Puedes mover tu culo plano?! ¡Perderemos el maldito vuelo, por tu culpa! —los gritos agudos de Candace perforan mis oídos con la fuerza suficiente para que me den ganas de lanzarla por el balcón.
Ahora me arrepiento de haber elegido a mi mejor amiga para que disfrutara el regalo de cumpleaños que me hizo mi tía. ¿Por qué no elegí a alguien normal? Y ¿otro destino? Para mi mala suerte yo no pude elegir a donde viajar, y desde hace cinco años que vengo esquivando viajar a Medellín, pero parece que ya es momento de enfrentarlo ¿no?
—¡Maldición, Candace! ¿Podrías hacer silencio? Todos los vecinos se acaban de enterar que estamos por irnos — contesto saliendo del baño —. Ya estoy lista —Guardo el lápiz labial en mi bolso y agrego tomándolo —; Además, falta una hora para que abordemos.
Tomo el bolso y la maleta del borde de la cama una vez que pude cerrar la cremallera.
—¡No te vayas sin mí, perra! —grito y escucho su carcajada desde el pasillo de la habitación.
Avanzo por la casa con mi mochila colgada en mi hombro y arrastrando la maleta con mis pertenencias, cuando llego a la puerta, puedo ver que Candace me espera con la puerta del taxi abierta. ¿no puede ser paciente por un día?
— Vamos, Candace. No quiero ir a la hora del tránsito —exclama con voz infantil
—Tranquilízate te pareces a mi madre, ya estoy aquí— digo antes de subir mi maleta al auto
—Al aeropuerto, por favor —pide Candace en cuanto mi trasero roza el asiento, apenas dejándome tiempo para cerrar la puerta.
«Colombia, allá vamos»
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El viaje en auto fue corto, el conductor y Candace no habían dejado de parlotear sobre lo lindo que era Chicago en esta época del año y por qué los turistas resultaban molestos. Eso último desató una situación incómoda cuando…
—¿Van de viaje chicas o regresan a casa? —había preguntado el hombre mayor de 30 años.
—Regresamos a casa— contestó Candace y el conductor sonrío incómodo.
—Espero que hayan disfrutado su estadía —la incomodidad se filtraba en cada poro de su piel.
En realidad, no regresamos a casa, son unas simples vacaciones. Pero Candace quiso hacerle una broma al conductor y este se la tomó muy en serio.
Por suerte, como dije antes el viaje había sido corto si no el chofer nos hubiese dejado en el primer semáforo que se puso en rojo.
Apenas bajamos del auto, el hombre arrancó y avanzó a una velocidad impresionante.
—¡Incómodo! —exclamamos en sintonía.
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Entramos al aeropuerto evitando chocar con algún pasajero, no había demasiada gente, pero corrían de aquí para allá para poder abordar mientras que nosotras nos sentamos en la silla hasta que avisaran que podíamos abordar.
Se hicieron las siete de la mañana y seguimos sentadas desde hace más de dos horas, todo porque retrasaron el vuelo, según Candace estamos “orinadas por un elefante”. Uno; porque se le rompieron los auriculares y no alcanzó a comprarse unos nuevos, dos; Roma, su cachorra orinó en su remera favorita y tres; se me trabó la cremallera de la valija.
—Pasajeros con destino a Medellín por favor abordar en puerta b. — informa una voz chillona desde el parlante—. repito, pasajeros con destino a Madrid abordar en puerta b.
—Hora de irnos —avisa Candace como si no hubiera escuchado lo que dijeron por el parlante.
—Adiós Chicago —me despido, aunque me hubiese gustado despedirme de mi madre, pero es más importante estar con su esposo, según ella en viajes de “negocios”. Es decir, no lo creo nada.
—Camina, camina —me empuja Candace para que me apure.
En estos momentos pienso que ella está más emocionada que yo en viajar a un país desconocido, bueno no tan desconocido, al menos no nos quedaremos en un hotel.
— Buen viaje —desea la chica cuando nos recibe los pasajes, y nosotras simplemente sonreímos.
«Adiós Chicago.
Hola Colombia»
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Después de escuchar las quejas de Candace todo el vuelo hasta llegar a Colombia, por fin se calló cuando nos trajeron la merienda.
La próxima cuando hable demasiado haré eso, a pesar de que fueran solo nueve horas no la aguanto, habla mucho para lo callada que soy yo.
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Al llegar a nuestro destino, bajamos todas nuestras cosas para luego estar veinte minutos esperando a Leyla y escuchar las infaltables quejas de Candace de por qué aún seguimos en el aeropuerto.
—¡Me duele el trasero! —las manos de Candace están frotando su trasero como si fuese un masaje.
—Deja de hacer eso, las personas comienzan a mirarnos raro —digo, después de soltarle un manotazo en las manos y esta las saca al soltar un débil "auch"
—¿Qué te pasa? No somos la reina de Inglaterra para no poder tocarnos el trasero en público —susurra malhumorada, no puedo evitar voltear los ojos.
—No, pero tampoco somos chimpancés para frotarnos el trasero como desquiciadas —refuto.
Candace tuerce los labios antes de negar y cambiar de tema rápidamente.
—¿Ahora a dónde vamos? —pregunta mirando hacia todos lados.
—Se supone que mi prima estaría esperándonos a la salida, voy a llamarla—. Saco el celular del bolsillo de mi pantalón, marco con rapidez el número y espero unos segundos antes de poder escuchar la adormilada voz de Leyla.
*En línea con Leyla*
—¿Hola? —puedo escuchar como suelta un leve bostezo.
—¡Leyla! ¿Sigues durmiendo? —murmuro incrédula
—¿Qué ocurre, seas quién seas? —llevo los ojos al cielo al escuchar su respuesta.
—¡Leyla! —chillo—. Soy yo tonta, ¡Chelsea!
—¡Chel! — grita con sorpresa antes de que escuche un golpe de su lado—. ¿Ya llegaste? ¿Sigues en el avión? —pregunta rápido.
— Aterrizamos hace veinte minutos —contesto enojada mientras Candace intenta contener la risa —. ¿Vendrás o mejor tomo un taxi y te veo en tu casa? —le pregunto al ver como uno estaciona frente al aeropuerto.
—Voy para allá. — contesta, segundos después la llamada se corta.
*Llamada finalizada*
—¿Qué ocurre? —pregunta Candace caminando hacia a mí después de volver a entrar al aeropuerto, para comprar un jugo.
—Es una tonta, prometió venir a recogernos y ni siquiera se había despertado, al final habría sido mejor ir en taxi — respondo me asegurándome de que mi celular este bien guardado en mi pantalón, para luego sentarme sobre mi valija.
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— ¡Por fin! —digo levantándome de la valija al ver el tan conocido Rolls Royce de Leyla y sus infaltables Ray-Ban negros.
—¿Tanto me extrañaste? —pregunta acercándose a nosotras con una gran sonrisa en sus labios.
—Quizá si hubieses venido más temprano, tal vez te extrañaba un poco más —respondo, para luego abrazarla, no la veo desde hace tres años y quiero creer que esa fue la intención de mi tía Rosa.
Gracias tía.
—Lo siento, lo olvidé—murmura en mi oído.
—A veces me sorprende que recuerdes tu nombre —susurro irónica.
—Cof cof —Candace finge tos falsa para que le prestemos atención.
Eso me faltó decirles, Candace Mclean ama ser el centro de atención más si hay gente alrededor
—Uhm — contesto sin saber que decir y mi amiga me mira mal. —Ella es Candace mi mejor amiga. Candace ella es Leyla, una prima lejana. —las presento con una sonrisa y ambas ríen.
—Un placer conocerte —le dice Candace después de saludarla.
—Igualmente—responde mi prima para luego reírse por la presentación horrenda que están haciendo.
—Sí, bueno. Para compensar tu desastroso error, deberás invitarnos al shopping o al cine —le digo a Leyla mientras agarro mis cosas para luego empujarlas a ambas.
—Veo que lo mandona no lo has dejado —comenta Ley antes de voltear los ojos
—Y lo chiquilina tampoco —completa Candace ganándose un codazo de mi parte.
¿Pueden explicarme que voy a hacer yo con estas dos locas durante un mes y enfrentarme a lo que me deba enfrentar?
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