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C2

Mi despertador sonará en cualquier momento. Llevo media noche contando las líneas del papel pintado y repasando mi horario en mi cabeza. Algunos cuentan ovejas, yo planeo. Me paso el tiempo organizando todo, y hoy, el día más importante desde que nací hace dieciocho años, no es una excepción.

- Tessa...

Mi madre me llama desde abajo.

Me levanto grogui de mi pequeña y estrecha pero cómoda cama. Me tomo mi tiempo para retirar meticulosamente las sábanas, porque es la última vez que sacrifico esta rutina diaria. A partir de ahora, esta habitación ya no será mi hogar.

- ¡Tessa!

- ¡Me toca!

En la planta baja, el sonido de las puertas de los armarios abriéndose y cerrándose de golpe indica que ella está al menos tan asustada como yo. Se me hace un nudo en el estómago, y en la ducha rezo para que mi ansiedad se disipe a lo largo del día. Hasta ahora, toda mi vida ha sido una tarea tras otra para preparar este día, mi primer día de universidad.

He pasado los últimos años anticipando nerviosamente este día. Me pasaba los fines de semana estudiando y preparándome mientras mis amigos salían a beber y hacían todas las cosas que hacen los adolescentes para meterse en problemas. Yo no. Yo era la chica que se pasaba las tardes estudiando, sentada con las piernas cruzadas en el suelo del salón, mientras su madre cotilleaba y veía horas de programas de compras a domicilio con la esperanza de encontrar cosas nuevas para mejorar su aspecto.

El día que llegó mi carta de aceptación en la Washington Central University, estaba extasiado, y mi madre lloró de alegría durante horas. Tengo que admitir que me sentí orgulloso de que todo mi trabajo haya dado por fin sus frutos. Conseguí entrar en la única universidad a la que me había presentado y, gracias a nuestros escasos ingresos, tenía suficiente dinero como para tener que solicitar sólo un mínimo préstamo estudiantil.

Al entrar en la ducha, mi cuerpo libera parte de su tensión. Me mantengo bajo el chorro de agua caliente, intentando calmar mis nervios, pero no, es todo lo contrario, estoy tan preocupada que cuando por fin me decido a lavarme, me queda el agua caliente justa para darme un afeitado rápido a las piernas.

Justo cuando me envuelvo en una toalla, mi madre me llama de nuevo. Hoy no puede controlar su nerviosismo. Calculo que tengo un poco de margen y me tomo el tiempo de secar el pelo. Sé que está nerviosa por mi primer día, pero he estado planeando todo hora por hora durante meses. No podemos estar los dos al límite y la mejor manera de evitarlo es seguir mi plan de

al pie de la letra.

Con manos temblorosas, lucho con la cremallera de mi vestido. No me gusta esta ropa, pero mi madre insistió en que me la pusiera. Finalmente, superé la cremallera y saqué mi jersey favorito del fondo del armario. Una vez vestido, me siento un poco menos nervioso, hasta que noto un pequeño agujero en la manga de mi jersey. Lo tiro sobre la cama y me pongo los zapatos, porque cada segundo que pasa hace que la impaciencia de mi madre aumente.

Mi novio, Noah, llegará pronto para acompañarnos. Tendrá dieciocho años en unos meses, un año menos que yo. Es brillante, siempre saca las mejores notas como yo -lo que me entusiasma- y piensa unirse a mí en la WCU el año que viene. Realmente me gustaría que fuera este año, sobre todo cuando pienso que no voy a conocer a nadie allí, pero me alegro, prometió venir a visitarme tan a menudo como sea posible. Sólo espero que mi compañero de piso sea agradable. Eso es todo lo que pido y es lo único que no puedo prever.

- ¡Ther-e-saaaa!

- Ya voy, mamá, ya voy a bajar. ¡Por favor, deja de gritar mi nombre así!

* **

Noah está sentado en la mesa frente a mi madre, con los ojos pegados a su reloj. El azul de su polo hace juego con el azul claro de sus ojos. Y su pelo rubio está peinado a la perfección con la cantidad justa de gel.

- ¡Hola, universitaria!

Me dedica una brillante sonrisa. Se levanta, me abraza y... se me congela la respiración en cuanto huelo su colonia. Sí, a veces se excede un poco.

- Hola.

Le devuelvo una sonrisa igual de brillante, tratando de ocultar mi nerviosismo, y luego me recojo el pelo revuelto en una incómoda coleta.

- Cariño, podemos esperar un minuto mientras te arreglas el pelo.

Me acerco al espejo y asiento con la cabeza; mamá tiene razón. Hoy tengo que ir bien peinada, y por supuesto ella se ha apresurado a señalármelo. Es cierto, debería haberme rizado el pelo como a ella le gusta, como un pequeño regalo de despedida.

- Llevaré tus maletas al coche -ofrece Noah, extendiendo su mano abierta para que mi madre ponga las llaves.

Me da un rápido beso en la mejilla y sale de la casa, con las bolsas en la mano, seguido por mi madre.

El segundo intento de arreglar mi pelo termina con un resultado más satisfactorio, y aprovecho para dar un último repaso a mi vestido gris.

Cargado con todas mis pertenencias, me dirijo al coche; tengo un nudo en el estómago, pero estoy seguro de que las dos horas de viaje me ayudarán a deshacerlo.

No tengo ni idea de cómo va a ser mi vida en la universidad, y ahora un

pregunta que me persigue más que ninguna otra: ¿Haré amigos?

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