DIOS DEL SEXO/C1 Dios del sexo
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C1 Dios del sexo

Era el director general, conocido como Evidence. Su empresa era famosa con el apodo de "The Women Company", aunque su nombre oficial era Evidence Condom Limited. Se decía que solo las mujeres tenían verdaderas oportunidades laborales en su compañía.

El edificio era imponente y mantenía un diseño uniforme en todas sus sucursales, tanto pequeñas como grandes, repartidas por el mundo. La empresa era una de las más grandes y de mayor crecimiento a nivel global, expandiéndose día tras día.

Evidence Condom Limited no era bien vista por algunos hombres casados, ya que se rumoreaba que cualquier mujer casada que entraba a trabajar allí acababa divorciándose para estar con el multimillonario dueño de la compañía, un hombre que todas deseaban.

Solo unas pocas veían en la empresa una oportunidad de oro que tal vez no se repetiría en la vida, por lo que estaban dispuestas a hacer lo que fuera para asegurarse un puesto en la fábrica de condones. No porque faltaran oportunidades en el exterior, sino por el irresistible atractivo del Sr. Multimillonario y los generosos salarios que ofrecía a su personal.

La sucursal más pequeña de Evidence Condoms Limited contaba con tan solo 50 empleadas, siendo todas mujeres excepto el portero, quien estaba en la cuerda floja y sería despedido al menor error.

La compañía ocupaba un edificio de dos pisos, pintado de un blanco inmaculado y con una puerta de color crema. El recinto estaba adornado con una variedad de flores espectaculares que recibían a los clientes con su belleza. El lugar estaba tan bien cuidado que cualquiera podría confundirlo con una residencia privada.

La entrada principal se encontraba justo frente a la verja, flanqueada por flores exuberantes a ambos lados de la puerta principal, que invitaba a entrar tanto a clientes como a aquellos que deseaban ver al jefe.

En el interior del edificio,

se encontraba una amplia sala que hacía las veces de recepción, decorada con gusto y pintada de un elegante rosa oscuro. A un lado, se disponían cómodos sofás, mientras que el recepcionista se ubicaba al otro lado, en su puesto. Los rumores indicaban que el dueño solía usar la recepción para encuentros íntimos con su personal, y todas las empleadas sabían que acostumbraba llevarse a la cama a cada una de ellas. No obstante, nadie se quejaba, considerando que el salario de 6 millones al mes justificaba la situación, incluso para aquellas que no tenían un título universitario. La empresa acogía a cualquier chica dispuesta y capaz de trabajar, sin importar sus cualificaciones, lo que incrementaba la desesperación por obtener un empleo allí y participar en esos "ejercicios matutinos" en la recepción, sin importar las habitaciones vacías que quedaran en el edificio.

El edificio bullía de actividad; era lunes por la mañana y todos los empleados estaban inmersos en sus tareas. Algunos se encontraban en la planta de producción, fabricando preservativos, mientras otros atendían diligentemente a los clientes. En contraste, aquellos obsesionados con el multimillonario perdían el tiempo, aguardando únicamente la llegada de su jefe.

Unas horas más tarde, al parecer, él había llegado.

"El jefe está aquí", anunció uno de los trabajadores.

Tan pronto como se escucharon esas palabras, los que anhelaban ver a su jefe comenzaron a acicalarse apresuradamente. Ajustaban sus escotes y faldas, que apenas cubrían sus rodillas, con el único fin de recibirlo adecuadamente.

He aquí su entrada, el joven multimillonario único en su especie, el hombre que cualquier mujer desearía como compañero de vida o incluso como amante, dado que era un maestro en la intimidad, complaciendo sus deseos a la perfección. El hombre que rehuía del amor y no parecía dispuesto a cambiar, el joven demasiado precoz para su inmensa fortuna, el que no toleraba la incompetencia en su equipo cuando de negocios se trataba, pero que era indulgente en asuntos de pasión. Aquel que siempre conseguía a la mujer que quería, el mismo por el cual sus empleadas a veces se enfrentaban, compitiendo por ser la primera en satisfacerlo.

Para él, las mujeres eran prescindibles, como un niño que se hastía de la leche materna.

Condujo hasta el lugar y estacionó su coche, avanzando con porte majestuoso hacia el edificio, vestido con un traje blanco y azul real, corbata y zapatos negros, flanqueado por sus guardaespaldas. Al pasar, algunos empleados lo saludaron y no pudieron evitar admirar su atractivo. Ciertamente, parecía un dios en forma humana. No sería descabellado pensar que, quizás, lo fuese. Sus seductoras pestañas, su cabello rizado y su silueta en el traje eran irresistibles para cualquier mujer a la que él propusiera pasar una noche juntos. Su atractivo era simplemente arrollador.

Al llegar a la puerta, no necesitó empujarla; no por nada pagaba una fortuna a sus guardaespaldas.

Uno de ellos, acto seguido, se adelantó para abrirla, facilitando así la entrada de su jefe.

Los empleados, al verlo, quedaron cautivados por su presencia imponente, incapaces de desviar la mirada. Él, indiferente al esfuerzo de una empleada por llamar su atención y lucir atractiva, no prestó atención. Estaba acostumbrado a su personal, nada le sorprendía ya, ni siquiera su desnudez.

Se mantuvo de pie unos instantes mientras lo saludaban; sin embargo, sin mediar palabra, se encaminó hacia su oficina con sus guardaespaldas en su estela.

Ya en su despacho,

Al teléfono...

"¿Entregaste la mercancía?" La voz al otro lado confirmó que sí.

"Bien, asegúrate de que sea un trabajo limpio y si algún policía te causa problemas o sospecha de ti, contáctame. Me encargaré de que pierda su empleo."

"Sí, jefe."

Colgó la llamada y dejó el teléfono sobre el escritorio.

Era lunes por la mañana y le apetecía hacer su rutina de ejercicio matutino en la oficina.

Tomó su móvil y marcó el número interno.

"Preséntese en mi despacho", ordenó, y le hizo una seña a su guardia para que colgara, lo cual fue cumplido al instante.

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