C32 32
Un teléfono timbraba.
Entre sueños, Diana lo escuchaba, pero tenía la esperanza de que el molesto sonido desapareciera.
Pero no lo hizo; timbraba y timbraba.
Resignada, extendió la mano, y vio en la pantalla la imagen de Meredith. Era ella quien llamaba.
—Hola, cariño –saludó ella con pereza.
—¡Esa voz! –exclamó Meredith—. Oh, Dios mío, Diana