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Maurice entró a la oficina de Daniel en horas de la tarde y éste lo recibió con una sonrisa y un apretón de manos. Parecía como si él ya supiera la razón por la que había pedido verlo hoy.
—Siéntate –lo invitó Daniel, y Maurice suspiró.
—Me temo que vengo a renunciar –empezó Maurice, sin ningún tipo de preámbulos, y miró a Daniel, que permaneció en silencio sin muestras de sorpresa—