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—¿Y bien? –preguntó Esteban por teléfono.
—Todo en orden –contestó un hombre—. Fuimos de compras, y nos cargamos el paquete.
—Perfecto. Veámonos entonces, para lo acordado—. Cortó la llamada y miró al frente, sin ver. Con Diana y Daniel fuera de juego, las leyes se verían obligadas a buscar al heredero más inmediato, y éste era él