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Michaela miró a Peter, que permanecía de pie en el jardín de entrada de su casa, mirando a otro lado y con ambas manos metidas en los bolsillos de su pantalón.
—Siento lo que dije hace un momento –dijo ella. Peter la miró de reojo.
—No tienes que disculparte. Investigar quién envió ese correo es mi trabajo, de todos modos.
—No me estoy disculpando para que investigues.
—Bien