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Hugh entró temprano a las oficinas de H&H y de mucho mejor ánimo que en todas las semanas pasadas. Su compañía estaba a salvo, habían obtenido la victoria, y pronto todos los rufianes que habían intentado hundirla estarían en la cárcel, o impedidos para siempre para usar legalmente su nombre en los negocios.
Era un motivo para celebrar, así que no entendió la cara que tenía David