Dulce/C2 Capitulo 2
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C2 Capitulo 2

Al regresar a casa comienzo a preparar la cena, mi cuerpo se encuentra agotado y trato de hacer lo más rápido posible.

En lo que el agua hierve me siento en el sofá a leer el siguiente capítulo del libro que deje pendiente anoche.

No logro enfocarme por completo en la lectura ya que unos ojos verdes aparecen en mi mente.

Mierda Alessa, has visto muchos hombres guapos ¿Qué te pasa con este?

Cierro los ojos pero los abro de golpe al recordar que había puesto a hervir el agua para la pasta. Prácticamente corro a la cocina, que no queda muy lejos tampoco.

Mi departamento es algo sencillo, el precio del alquiler es bastante bajo y lo vale, mi sueldo no es muy bueno como para permitirme algo mejor. Los momentos en los que no estoy trabajando estoy leyendo, escribiendo o limpiando el lugar.

Después de cenar lavo los platos y cuando me estoy por acostar mi móvil suena.

Lo llevo a mi oreja con el corazón a mil, creyendo por un mínimo segundo que son ellos.

-

¿Hola? - no hay respuesta del otro lado pero si se escucha una respiración. - ¿Mamá?

El sonido de que la llamada se ha cortado me hace alejar el móvil y ver la pantalla, número desconocido.

Frustrada por sentirme patética pongo la alarma y me acuesto, la semana recién comienza.

(...)

Mi mañana transcurre como siempre, la misma rutina que todos los días.

Al llegar al trabajo me recibe Arthur, le devuelvo la sonrisa que me está dando.

-

¿Tienes planes para esta noche?

Abro los ojos sorprendida y pienso en mentirle pero me haría bien alguna salida de la rutina.

-

No, ¿Por?

-

¿Te apetecería salir a cenar? Conozco un restaurante muy bueno.

-

Claro. - le sonrió y se le nota la emoción de que haya aceptado.

-

A las siete pasaré por ti.

Asiento y continuo a dejar mis cosas, en la cocina Mía me sonríe cómplice.

-

Tres años y al fin se anima a pedirte cenar. Aunque debo de admitir que le di un pequeño empujón.

Pongo los ojos en blanco sin dejar de sonreír.

-

Cupido te dicen, ¿No es así?

-

Cuando se casen y seas mi jefa me lo agradecerás.

Me río y le doy un pequeño empujón.

-

No digas eso, quizá solo es una salida de amigos.

-

Ajam.

Me coloco el delantal y salgo con la bandeja de dulces para colocar en el mostrador y luego ir a atender a las personas que vienen entrando.

En una hora preparo diez cafés para llevar y envuelvo muchos sándwiches que se llevan como aperitivo.

En un momento de la mañana la cosa no es tan movida y lo agradezco un poco, estoy ayudando a Mía con la cocina cuando el timbre de que alguien ha entrado se escucha.

-

Y ahí se va nuestra paz. - mi compañera se lava las manos y sale para atender a la persona que ha entrado.

Quedo sola en la cocina terminando de preparar los panes rellenos, los cuales son la especialidad de la casa, les puedo jurar que no hay nada más rico que un pan relleno de queso.

Al cabo de un minuto Mía vuelve a entrar con la mirada extrañada.

-

¿Pasa algo?

-

Es uno de los que estuvieron ayer en el reservado, pide que lo atiendas tu.

Frunzo el ceño y me lavo las manos antes de salir, dejándola a ella en la cocina esta vez.

Me dirijo a la mesa en dónde un hombre se encuentra de espaldas a mi. Saco la libreta y el lápiz del bolsillo del delantal y me pongo frente a él.

-

Buenos días, ¿Qué le gustaría pedir?

-

Buenos días, ¿Qué me recomienda?

Levanto la mirada y los mismos ojos verdes, que me dejaron un poco inquieta ayer, vuelven a aparecer frente a mi.

Me aclaro la garganta al notar que me comienzo a poner nerviosa.

-

El café es riquísimo y tenemos un pan relleno que es nuestra especialidad, o bien podría elegir alguna otra cosa para acompañar. Dulce o salado, como desee.

Se lame los labios y baja la vista a la carta entre sus manos antes de dármela.

-

Eso que acaba de decir me parece perfecto señorita... - me mira expectante a una respuesta.

-

Alexa señor, y ahora le traigo.

Asiente y salgo de ahí intentando encontrar refugio en la cocina. Mía me mira confusa mientras preparo el café y re-caliento un pan.

-

¿Por qué quiere que lo atiendas tu? ¿Acaso le gustaste al magnate? - una gran sonrisa adorna su rostro a la vez que yo me muevo con exagerada velocidad por el lugar.

-

No lo sé y no me interesa.

-

Cierto, no queremos que Arthur se enfade.

Ruedo los ojos y unos minutos más tarde estoy sirviéndole el desayuno a Egan.

-

Espero le guste.

-

Si lo ha hecho usted seguro.

El color sube y se acumula en mis mejillas tras escuchar esas palabras. Decido no contestarle y volver a la cocina, antes de entrar Arthur me detiene.

-

¿Qué sucede?

-

Nada, solo estoy un poco estresada. - niego con la cabeza antes de soltarme de su agarre en mi brazo y volver a la cocina.

No entiendo qué mierda me sucede con aquel tipo, que parece que me pone la piel de gallina el verlo o pensarlo, es algo extraño que nunca me sucedió.

Ni siquiera con mi primer y único novio, Steven, lo deje cuando se burló de mí al obtener lo que quería. Niego con la cabeza tratando de alejar esos pensamientos.

El pasado debe de quedar en donde pertenece, en el pasado. Es algo que debo de meterme en la cabeza, de lo contrario seguiré saboteándome a mi misma, siempre lo hago.

Metemos los panes al horno con Mía y ella sale a atender a una mesa que acaba de ser ocupada, me estoy lavando las manos cuando Arthur entra a la cocina.

-

El de la mesa diez pide la cuenta Aless.

Asiento y salgo rápidamente con el papel en la mano, se lo doy evitando mirarlo y comienzo a levantar lo que dejó.

-

¿Qué tal estaba el pan? - no puedo evitar preguntar.

-

Bastante rico de hecho. - me sonríe y me entrega su tarjeta de crédito, la tomo y nuestros dedos se tocan, el contacto de su piel con la mía envía escalofríos por todo mi cuerpo.

-

Ya le traigo el comprobante y le devuelvo la tarjeta.

En el camino a la cocina le dejo la tarjeta a Arthur para que cobre y le digo el monto, dejo la taza y el plato para lavar y regreso a la caja, tomo la tarjeta junto al comprobante y vuelvo junto a Egan.

-

Gracias por su compra y espero haya disfrutado el desayuno.

-

Gracias por su atención. - se levanta y me sonríe antes de irse del lugar.

¿Dos sonrisas en un día? De seguro ha de estar de buen humor.

(...)

A las siete de la tarde me miró al espejo, el vestido que me elegí es uno de los mejores que hay en mi armario, las ondas naturales de mi cabello caen a los costados de mi rostro y me he puesto un poco de rímel.

Le sonrío a mi reflejo sintiéndome bonita.

Cuando suena el timbre tomo el móvil junto a la billetera para meterlos en el pequeño y viejo bolso de mano antes de salir.

Arthur me da un repaso y me sonríe abiertamente.

-

Alessa... estás wow.

-

Gracias, tu te ves muy bien. - le devuelvo la sonrisa.

Tiene unos vaqueros negros y una camisa blanca que hace una linda combinación con mi vestido.

-

¿Lista para una bonita velada? - me ofrece su brazo.

-

Siempre. - lo tomo y salgo, cerrando la puerta antes.

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