Dulce/C6 Capitulo 6
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C6 Capitulo 6

El miedo no se va a ir por mucho que intentes alejarlo, el miedo a ser lastimado. Con el pasar de los años cree una muralla alrededor mío para que nadie que yo no permita se adentre a mi corazón.

Desde el momento en el que llegue al mundo estoy "programada" a querer a dos personas, las que me dieron la vida. Pero nunca le enseñaron a esa niña de tres años que la razón por la que no le demostraban cariño, por la que no la abrazaban o jugaban con ella, era que no la querían.

Con el tiempo me di cuenta que era un error en sus vidas, que para lo único que les servía era para limpiar y atenderlos. Una tarde estaba sola en casa, había pasado un día y ellos no aparecían, tenía hambre y solo seis años, me había comido todo el pan de la casa y no me bastaba. Intente cocinar, y lo hice, me prepare un arroz hervido, me queme las manos al momento de servirme pero no importó porque más grande era mi hambre. Desde ese entonces me cociné sola y soy buena en la tarea.

Odio sentir hambre porque me trae recuerdos espantosos, en la escuela todos mis compañeros llevaban una lonchera con su almuerzo y yo no tenía nada, los miraba con envidia. Cuando salía del kinder y veía a las madres felices yendo a buscar a sus hijos mientras que a mí me tenían que llevar a casa los maestros el dolor en el pecho aumentaba. Limpio las lágrimas que se resbalan por mis mejillas antes de meterme a la ducha. Las pesadillas no son frecuentes pero hay noches que aparecen, recordándome lo que fui y lo que pase. Lo peor de mis pesadillas es que son cosas vividas, no alucinaciones de lo que podría ser.

Recuesto la cabeza en la baldosa y cierro los ojos con fuerza, el recuerdo de los golpes hacen que mi llanto incremente. Todas las veces que me mire al espejo y me llame cobarde por no defenderme y huir.

Mi humor baja y desganada me preparo para el trabajo, observó la hora y recién son las 6AM, no he dormido tanto como me hubiese gustado, me preparo un café mientras una historia nueva comienza a maquinarse en mi cabeza.

Sonrío con ironía, es impresionante la cantidad de mierda que tengo en los pensamientos en este momento, sin embargo ahí está la inspiración para un libro nuevo.

Siempre hay una salida de la realidad y matar el tiempo escribiendo es una de mis favoritas.

Agarro el lápiz y abro un libro que estaba en blanco, es el último que me queda, deberé comenzar a juntar para comprar uno nuevo.

(...)

Las vibras de todo el mundo se encuentran a la par de la mía, o solo estoy proyectando las mías en ellos.

La sonrisa de Mía se ve forzada y me encantaría preguntarle qué le pasó pero no puedo ayudarla con sus problemas si no puedo lidiar con los míos.

- ¿Qué tal les ha ido el día de ayer solas? - pregunta Arthur en un momento de la mañana dónde el lugar se encuentra vacío.

- Bastante movido. - le respondo mientras limpio el mostrador ya que un cliente había volcado el café.

Mi día no podía ir mejor, leído sea mi sarcasmo.

- Con esas caras se ve que no descansaron mucho.

Decido hacer lo mismo que Mía y no contestarle, no me gusta compartir mi vida con nadie y no empezare a hacerlo con él. La campana de la puerta avisa que alguien ha entrado, mi instinto hace que levante rápidamente la vista y Egan camina a paso lento y seguro por el lugar, sus ojos se fijan en la cercanía de Arthur y frunce el ceño por un momento.

- Buen día Alessa, me gustaría lo de siempre.

Asiento y me doy vuelta dispuesta a poner la máquina para el café, él se mantiene apoyado en el mostrador mientras yo me muevo por el lugar preparando todo.

Por más que intente pensar solamente en él y en lo que me provoca solamente tengo en la cabeza la pesadilla de anoche, lo cual me tiene la piel de gallina aún.

Cuando le entrego su pedido espero que me dé la tarjeta de crédito pero en su lugar me extiende un billete, lo cual me parece un tanto extraño ya que desde la primera vez que vino hace un par de semanas me ha pagado con tarjeta. Le doy el vuelto y él lo mete en el frasco de propinas. Ruedo los ojos y él me sonríe.

> No me has dicho buen día.

- Buen día Egan.

Siento la mirada de Arthur clavada en mi nuca como si de una daga se tratara.

- Me quedé hasta tarde leyendo tu historia y necesito este café, te agradezco el desvelo.

De repente la intriga opaca la angustia y el mal humor que estaba sintiendo hasta ahora y me inclino sobre el mostrador acercándome a él.

- ¿Qué te está pareciendo?

Nunca nadie ha leído siquiera un párrafo de mis libros, tampoco sabían que escribía, hasta que se lo conté a él. No tengo ni idea de porque se lo dije tampoco, es algo que se me escapó sin darme cuenta.

- Me está encantando. - se acerca también a mí. Alguien carraspea atrás nuestro y Arthur me endereza agarrándome de los hombros.

- Disculpe señor pero la señorita se encuentra trabajando, hay mucho movimiento a esta hora en el lugar.

Egan repara el agarre de mi jefe en mi hombro y lo mira extrañado mientras yo observo lo vacío que se encuentra el lugar en este momento, no hay nadie esperando. Lo contrario a lo que está saliendo de la boca de Arthur.

- Bien, nos vemos más tarde Alessa.

- Nos vemos Egan.

Asiente antes de darse media vuelta para irse del lugar, no voltea en ningún momento y solo veo su espalda desaparecer. Rápidamente saco la mano de Arthur de mi hombro.

- ¿Quién era ese Aless?

- Un amigo.

Intento dirigirme a la cocina para estar junto a Mía pero su mano me detiene.

- Espero que sea solamente eso.

Me suelta y sale del lugar, dirigiéndose al pequeño despacho que hay en el lugar, dejándome confundida y de peor humor en mi lugar.

Jodida mierda mi vida.

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