EL CALOR DEL ORIENTE/C6 CAPÍTULO 5
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C6 CAPÍTULO 5

El jeque la miró directamente a los ojos.

-Bienvenida a Norusakistan Señorita Stone, que Alá bendiga su estadía en nuestro país. Es un gusto para nosotros recibirle en el Palacio.

-El gusto es mío, su Majestad. Agradezco mucho las atenciones de su Alteza, el Príncipe. La verdad es que llevo todo el día interna en el desierto, y me he perdido- confesó sin apartar sus verdes ojos de aquella mirada.

-Tomemos asiento- indicó y los tres se sentaron sobre las cómodas sillas- es muy fácil perderse en el desierto, Señorita Stone.

-Lo he comprobado, Majestad. Lo cierto es que había confiado en mis habilidades, pero como ve, nada ha resultado como esperaba- declaró intentando ocultar su frustración.

-¿Cuál es su propósito en Norusakistan?- el Jeque la miró entrecerrando los ojos.

-Soy fotógrafa- explicó- desde hace algunos meses he estado preparando mi viaje acá. Su país, aunque pequeño, está dotado de una belleza singular, es por ello que me he propuesto resaltar dicha belleza a través de la fotografía.

-Eso suena muy bien- intervino el Príncipe.

-Si- reconoció el Jeque- aunque ha sido muy imprudente de su parte, señorita Stone. El país no se encuentra en su mejor momento.

-Lo sé, Excelencia. Lamento la pérdida de su padre.

-Gracias- respondió frío.

-Sin embargo - siguió ella- es un viaje que ya tenía preparado y que no estaba dispuesta a aplazar, de hecho, me hubiese gustado llegar al sepelio del antiguo Jeque y por supuesto a su juramento, pero he tenido contratiempos en el vuelo.

-Comprendo- la miró fijamente como si la evaluara- debió traer un acompañante al menos.

-Suelo trabajar sola- se encogió de hombros.

-Norusakistan no es un lugar cualquiera- la voz sedosa de Zahir se hizo presente.

-Con esos ojos- dijo en Jeque- y ese rubio cabello con intensos toques rojizos, no hace usted más que llamar la atención, es como una gran pancarta iluminada en medio de la noche, este es un país, como todos, en el que la delincuencia está presente.

-Y hay bárbaros en el desierto que suelen robar mujeres- le informó el Príncipe.

-¿Mujeres?- Isabella lo miraba como si le hubiese salido un tercer ojo- Eso es totalmente incivilizado- dijo indignada.

-Lo es señorita, pero son las costumbres aquí- el Jeque parecía un poco divertido.

-Nunca había escuchado hablar de esa costumbre- estaba asombrada ante el hecho de que ellos hablarán tan tranquilamente del tema, cómo si fuese algo completamente trivial.

-Lo imagino- respondió el Príncipe con una amplia sonrisa.

-Los bárbaros llevan una vida rebelde y de insubordinados, es difícil para ellos encontrar. . . compañeras, es por ello que suelen secuestrar nuestras mujeres, o a cualquiera que consigan en el desierto realizando algún viaje. Si la secuestran y sus familiares no las encuentran a tiempo no hay mucho que hacer, algunas terminan siendo vendidas a casas de placer masculino- Isabella abrió los ojos enormes- otras son vendidas entre ellos, y algunas son escogidas para quedarse con alguno de sus hombres, el caso es que suelen deshonrarlas antes de ser encontradas, y cuando eso sucede. . . no hay mucho que hacer, ningún hombre acepta casarse con ellas en esas circunstancias, por lo que prefieren quedarse con sus raptores, algunas hasta se enamoran, sufren el síndrome de Estocolmo.

-¡Qué barbaridad!- Isabella respiraba nerviosa pensando en lo que pudo haberle ocurrido- que costumbres tan. . . tan. . . primitivas. Perdone usted su Majestad, pero la verdad me desconcierta todo esto.

-Cualquiera que no viva en Norusakistan suele escandalizarse- respondió el Príncipe, con una pequeña risa.

-Lo cierto es que. . usted- continuó el Jeque- podría resultar una mercancía bastante atractiva a sus ojos.

-¡No soy ninguna mercancía!- alzó la voz indignada mientras lo fulminaba con una dura mirada, le importaba muy poco que fuese el Soberano de aquel país.

-No se altere señorita- respondió sin inmutarse ante su furia- ellos suelen verles así, como simple mercancía. A lo que me refiero es que usted es. . . bastante atractiva y sobretodo diferente a nuestras mujeres. Su cabello, sus ojos, su delicada piel es una recompensa para cualquier bárbaro, el hecho es que de haber sido raptada usted, nadie sabría que se encuentra en esa situación puesto que anda sola, lo cual sin duda alguna la llevaría a alguna de las opciones que le he explicado con anterioridad- el Jeque observó que la mujer se ruborizaba y no supo si era de ira contenida o de simple vergüenza- cuando suceden estos raptos, tardamos mucho en dar con nuestras mujeres, ya que los bárbaros son nómadas, conocen muy bien el desierto y se mueven con rapidez.

-Afortunadamente estoy bien- dijo Isabella incapaz de ocultar su turbación.

-Si- dijo Zahir- pero sólo porque llegué a tiempo. De hecho se topó usted con el peor de los bárbaros.

El Jeque entrecerró los ojos. Isabella Stone, hubiese terminado muy mal si su primo se la hubiese llevado.

-El señor Mubarack, se comportó muy bien, es todo un caballero- le defendió.

-No compartió con él lo suficiente como para asegurar que es un caballero- la mirada del Jeque se había endurecido y su mandíbula se había tensado- no saque conclusiones precipitadas.

-Suelo crearme mis propias opiniones de las personas, Excelencia, no soy de las que se dejan llevar.

-Así parece- parecía enfadado y ella no lograba entender por qué.

-Prometo que pronto localizaré un lugar donde pueda hospedarme, no quisiera abusar de su hospitalidad, Majestad.

-No lo hará señorita Stone, puede quedarse en el Palacio el tiempo que usted necesite o considere pertinente, no hay ninguna prisa por que se marche. De hecho, me sentiría más cómodo sabiendo que está usted bajo el cuidado de la Casa Real, no quisiera que se encontrará usted en alguna dificultad.

-No creo que. . .

-Además- la interrumpió- como Soberano de Norusakistan, me siento responsable del bienestar y seguridad de nuestros visitantes, así que puede alojarse en Palacio sin ningún problema. Se le asignará una doncella para que le ayude en todo lo que usted necesite. Le esperaremos para cenar señorita Stone, mi madre estará encantada de conocerla. Ahora, si me disculpan debo atender algunos asuntos. Zahir, procura que la señorita Stone esté cómoda y atendida. Pídele a Naiara que sea su doncella.

-Como usted diga, Excelencia- asintió.

-Con su permiso, señorita- se levantó, y con pasos firmes salió de la habitación.

Isabella se quedó pensando en lo hermoso que era aquel hombre, con su majestuoso traje oriental bordado en oro, y su imponente presencia, la dejó pensando en sus bellos ojos, en su firme nariz y su tentadora boca.

El Jeque llegó a sus aposentos con el ceño fruncido. Se sentía turbado por la presencia de aquella extranjera en sus tierras, era realmente hermosa, no poseía la belleza oriental de las mujeres de su país, ni de los países hermanos, pero lo cierto era que su belleza era maravillosa, su piel se veía tersa y suave, sus labios sonrosados, esa hermosa melena dorada con destellos rojizos, sin duda alguna era muy hermosa, no sabía si era buena idea tenerla bajo el techo real, pero sin duda alguna no la dejaría a merced de cualquiera. Norusakistan no era precisamente el lugar más seguro del mundo en aquel momento.

Un llamado a la puerta lo sobresalto.

-Adelante.

-Excelencia.

-Dime, Haimir- le dijo con voz firme.

-Su madre desea verle- le informó.

-Hazla pasar- le respondió tranquilamente.

Su madre entró a la habitación con mirada triste, envuelta en una hermosa túnica roja con bordes dorados, colores que indicaban en Norusakistan que estaba de luto por la pérdida de algún familiar cercano.

-Hijo mío- le dijo llegando hasta él, envolviéndolo en un abrazo.

-Madre. . . ¿has logrado descansar?

-Solo un poco- le dijo con voz susurrante- me es muy difícil dormir en esa habitación sin tu padre.

-Comprendo que es difícil, pero debemos superarlo- la besó en la frente.

-Lo sé, querido hijo. Vine a solicitar tu consentimiento.

-¿Para?- frunció el ceño.

-Deseo cambiar mis aposentos. No puedo estar más allí, no sin tu padre.

-Por mí no hay problema madre, puedes hacer o que creas conveniente.

-Gracias hijo mío. Además pronto escogerás esposa, y sabes que esa será la habitación matrimonial- Zabdiel, se tensó al escuchar aquello. Sabía que debía casarse, tenía seis meses para encontrar esposa y aquello le preocupaba realmente, ya que no deseaba renunciar a su libertad, pero debía hacerlo, por el bien de su país.

-Lo sé madre. Que todo se haga como tú lo dispongas.

-Gracias. Haré que la decoren nuevamente, quedará maravillosa para tu noche de bodas.

Noche de Bodas, algo que debía celebrar a más tardar en seis meses o no tendría como retener el trono, debería ceder el poder a su hermano, o a su primo.

-De acuerdo- su madre se alejó con paso elegante y decidido. Cuando estaba frente a la puerta la llamó.

-Madre.

-Dime, hijo mío- le dedicó una tímida sonrisa.

-Tendremos una invitada en el Palacio durante un tiempo. Nos acompañará a cenar.

-¿Invitada?- sus ojos brillaron expectantes- ¿la conozco?, ¿es hermosa?

-Invitada madre, eso he dicho. No la conoces, es una fotógrafa extrajera que desea plasmar la belleza de nuestro país en sus fotos. Y si, es muy hermosa.

-Qué felicidad hijo mío, ¿cuándo la has traído?

-No he sido yo, ha sido Zahir- le respondió con ceño fruncido.

-Entonces es una de sus. . .amigas- parecía decepcionada.

-No- respondió firme- no es una de sus muchas amiguitas, madre. Y espero que él sepa comportarse con ella.

-Ohhh- dijo su madre riendo y caminando hasta él- ¿Son celos?, ¿te ha gustado?

-Madre. . . - la miró sin expresión alguna- te pido que me dejes descansar.

Ella se alejó riendo, confirmando sus sospechas. Aquella misteriosa joven, había llamado la atención de Jeque de Norusakistan.

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