C2 Capitulo 1

Los días lluviosos y húmedos habían comenzado durante el mes de mayo en Buenos Aires. Cuando le comunicaron a Damián que sería promovido a las fuerzas especiales perteneciente a la Policía Federal, se sintió dichoso ya que se había entrenado duro para superarse. Había sido un año cargado de pruebas constantes las cuales, había aprobado sin problemas. Lo que menos se imaginó fue que la aprobación, venía de la mano de un traspaso.

- ¡Suárez!- Gritó el oficial desde la puerta de su oficina. Sin perder un segundo, Damián se presentó y luego del saludo tomó asiento.- Usted fue convocado para ser Agente de las Fuerzas Especiales. ¿Está de acuerdo?-

-Si oficial.- Respondió Damián con seguridad.

- ¿Y está de acuerdo con el traspaso a la ciudad de Mendoza?-

- ¡¿Mendoza?! Bueno, no... No me dijeron que era un traspaso...- Dijo él totalmente confundido.

- Un agente en las Fuerzas de Mendoza está próximo a jubilarse. Ha sido uno de los mejores y es un hombre muy estricto en cuanto a su reemplazante... Y tú has sido el mejor candidato.- Confesó el oficial con toda sinceridad.- Es una gran oportunidad si deseas progresar y ganar mucho más de lo que ganas ahora. ¿Qué dices?-

- ¿Debería pensarlo?-

- Yo creo que no. El puesto es lo bastante tentador para muchos de tus compañeros.-

-Pues...- - pensó.- Si no queda otra opción... Acepto!- Soltó Damián sin darle más vueltas al asunto.

Tres días tardó en empacar, y menos de dos horas, volar hasta aquella ciudad de la cuál, casi nada sabía. De lo único que estaba seguro, era que apenas aterrizara en Mendoza, lo estaría esperando el oficial Jonathan Rivas, el mismísimo viejo al que debía ganar su confianza para llegar a ese puesto como Agente especial.

recordó Damián.

De pronto, una cabellera casi cubierta por las canas se encontraba de civil con un cartel donde estaba escrito su nombre. Con una mano hizo seña para saludarlo, pero el hombre miró a ambos lados.

- Señor Rivas. Soy Damián Suárez...- Respondió extendiendo su mano.

- ¿Un chino?- preguntó Jonathan completamente confundido.- No me dijeron que me mandarían un chino.-

Damián se limitó a blanquear sus ojos y se ahorró el suspiro por aquel comentario.

- Disculpe mí atrevimiento... Pero, no soy chino. En todo caso mis razgos son por mis abuelos maternos quienes eran Coreanos.- Explicó Damián.

- Chinos, Coreanos... Son todos parecidos. No tengo mucho tiempo así que date prisa. Te llevaré a la pensión donde estos desgraciados dieron la aprobación para que puedas hospedarte. Puedo asegurarte que es una posilga, pero si haces las cosas bien, con tu primer sueldo podrías rentar algo mucho mejor que la mugrosa posada en la que vivirás por el momento.-

Jonathan no se había equivocado. La pensión se caía a pedazos, pero era lo que la delegación policial de Mendoza podía ofrecer por el momento ya que los mejores lugares estaban completos.

- ¿Ésta es la pensión?- Preguntó Damián con un gesto de desagrado.- Mire señor...- Dijo señalando una cosa marrón del tamaño de un gato que se movía a toda velocidad.

- Es del servicio a la habitación... La cucaracha acaba de hacer la limpieza.- Se burló Jonathan.

- Genial... Que gran recibimiento.-

-Si no quieres permanecer aquí, te aconsejo que te esfuerces para tomar mí lugar. La persona que me reemplace, debe ser igual o mejor que yo ¿Estás de acuerdo?-

- Con todo respeto señor. Creo que las personas son únicas. Por lo tanto, haré lo mejor posible para ganar mí lugar, pero ¿reemplazarlo? Dudo que haya otra persona que lo pueda hacer.- respondió Damián con toda sinceridad.

Jonathan extendió su mano para estrecharsela, asintiendo con la cabeza como un gesto de aprobación.

- Buena respuesta muchacho.-

El tiempo límite que había dispuesto Jonathan a Damián para poder aprobarlo eran seis meses. En los cuales debía aferrarse al amor por aquel oficio, ya que, cada una de las pruebas no sólo se basaban en lo profesional sino también en lo personal. Debían compartir misiones antinarcóticos y contrabandos. Patrullajes y entraderas en los lugares más peligrosos. Y al parecer, no hacía falta esperar tanto tiempo para darse cuenta que Damián era un compañero valiente, comprometido, responsable y un fiel amigo.

Los meses pasaron demasiado rápido. Damián se había acostumbrado lo suficiente a esa ciudad como para dejarla. Había adquirido un departamento muy cerca de la casa de Jonathan por lo que, sin querer se habían hecho tan buenos amigos, que prácticamente estaban juntos todo el tiempo.

Jonathan lo acerco a su familia, y el tiempo junto a aquel muchacho había despertado cierto cariño, por lo tanto era tratado de manera familiar tanto por él, como por su esposa e hijos.

Cecilia, una mujer tranquila como agua de tanque. Poseía una dulzura con la cual podía calmar incluso el mal humor de su esposo luego de un mal día. Tenían tres hijos, pero Damián solo había conocido a los dos más chicos, eran un par muy divertido. Con un parecido sorprendente y una diferencia de tan solo dos años, que podían confundirse sin problemas de que eran mellizos.

Pensando en aquella familia mientras esperaba a que su amigo se dignara a bajar para ir a trabajar, veía algunas fotos familiares en las estanterías. De repente, una muchacha de trenzas rubias atrapó su atención; aquella foto lo hizo reír en contra de su voluntad.

- Ten...- Lo sorprendió Jonathan entregándole un pañuelo a Damián.

- ¿Qué hago con ésto?-

- Limpiarte la baba que se te está cayendo por ver la foto de mí hija. Maldito pedófilo.- Gruñó Jony con una sonrisa.

- ¿Cuál baba? Me llama la atención porque se parece a una de las niñas de la familia Ingalls...-

Ambos estallaron en risas porque en esa foto, la hija mayor debía tener unos diez años...

se dijo para sus adentros, intentando librarse de los deseos que lo consumían. Lo

asustó la intensidad de la reacción que esa niña le provocaba.

No sabía nada de ella. Sólo que se llamaba Jurlyn y que vivía en la ciudad de Buenos Aires. Que estudiaba y trabajaba. Sólo eso.

- ¿Cuántos años tiene ahora?- Se animó a preguntar Damián mientras contemplaba fascinado a la niña de la fotografía, parecía una pequeña hada.

-¿Para qué quieres saberlo?-

- Para averiguar sus antecedentes penales...- Respondió Damián tomándole el pelo.- Sólo quiero saber cuántos años tiene. Por simple curiosidad.-

- La curiosidad mató al gato...- Agregó Jonathan.

- Tú y esa filosofía barata...-

- Tiene veintiocho y no te daré más información.- Aseguro él.

- ¿Porque no hay una fotografía actual de ella?- Jonathan le señaló con un gesto un cuadro en la pared, donde se encontraban Cecilia y una preciosa muchacha rubia.

Todos sus sentidos estaban enfocados en ella, en su dulce sonrisa. El efecto que aquella imagen había ejercido sobre él era extraño, sentía como si su

cuerpo estuviese hambriento de tanto desearla.

Hubiese dado todo lo que tenía por verla al menos una vez en persona. Él nunca era preso de

impulsos repentinos como ése, nunca se había dejado llevar por nada que no fuese la

lógica y la razón. Tuvo la impresión de que el temor a lo que jamás había cedido había caído sobre él en ese instante.

- Damián...- Llamó su atención Jonathan.- Se te paró el ganso.- Soltó señalando una visible erección.

- ¿Qué estás diciendo viejo?- Soltó Damián algo alterado y avergonzado a partes iguales.- Éste es su tamaño normal.- Dijo señalando zona pélvica.

Las escaleras retumbaron cómo si una estampida estuviese bajando por allí. Los hijos de Jonathan llegaron hasta ellos saludando apresuradamente.

- ¿Qué te pasó amigo. Tomaste Viagra anoche?- Preguntó Alex, el mayor, quién tenía diecisiete.

- Para nada niño. El que toma Viagra es tu papá. ¿Cómo crees que pudo engendrarlos a ustedes dos eh?- Se defendió Damián.- Éste es su tamaño original.-

- Esa cosa está parada...- Aseguró Gonzalo, el menor de quince años.- ¿Porqué no pruebas con orinar...? Quizá así se te baje.-

- Yo opino que deberías hacerte...- quiso indicar Alex, pero un grito hizo que todos se quedarán callados.

- Alexis... Por dios, cuando se juntan son tan insoportables. No quiero a nadie en mí casa. Se van todos.- Gruñó Cecilia.- Ustedes dos al colegio... Y ustedes dos a trabajar.-

Sin más, todos decidieron hacer caso. Cecilia era una mujer dósil y serena. Pero si elevaba la voz, era preferible no quedarse a escuchar sus sermones.

- Damián...- Susurró Ceci, llamando la atención del muchacho.- Nuestra Jurlyn es una chica muy singular, pero la mas importante en la familia. Créeme, no querrás arriesgarte a conocerla...- Damián asintió con la cabeza y se marchó.

Pensaba Damián mientras viajaba al lado de Jonathan en su auto.

Daba igual. Quizá nunca la conocería en persona. Al menos eso fue lo que Damián quiso creer.

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