El Joven Guardaespaldas/C9 "Podría ser importante".
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C9 "Podría ser importante".

May: Creo que siempre tuve razón en que eras adoptado (digo subiendo el último escalón) ...como que tus estupideces nunca encajaron en esta familia.

- Bueno ubicate (responde siguiéndome por el pasillo).

May (me volteo): ¿Qué me ubique? Ubicate vos estúpido. ¿Cómo vas a decir que tengo un guardaespaldas adelante de ella?

Oliver: ¿Tenía que adivinar que eso estaba mal?

Suspiro y vuelvo a dirigirme a mi cuarto.

Oliver: ¿Sabés que pasa? Ni en tu mejor amiga podés confiar.

May: ¿A dónde querés llegar con eso?

Él se detiene adelante de su cuarto y lo miro.

Oliver: Que tu vida es una farsa, May (agrega para cerrarme la puerta en la cara).

May: Claro, porque el tuyo es un cuento de hadas, pendejo enamorado.

Comento con ironía, agradecida de la reacción que tuvo Mía al enterarse de la verdad. En realidad, no le importó mucho como pensé, ni se burló por la gran noticia. Aunque me sigue aterrando la idea de que se llegue a enterar alguien más de la facultad. Eso sí que sería una humillación asegurada. Solo espero que mi querida amiga pueda mantener la boca cerrada.

Paso lo que resta del día en mi cuarto, aislada de los demás. El domingo transcurre más o menos igual, sumándole mi celular apagado para escapar de cualquier invitación, ya que la verdad es que no tengo ganas de hacer nada. Cada tanto salgo al balcón de mi cuarto y me inclino sobre el panel de vidrio que impide caerme, mirando al amplio jardín, la fuente de mármol y el enrejado que separa nuestra casa del resto del vecindario. Samuel siempre anda por ahí. Se podría decir que, si permanezco en casa, no tiene otra obligación que vestir su traje y asistir al trabajo. Charla con el portero, cada tanto saca su montón de fotocopias, los cuales imagino que son de la universidad, se sienta en el asiento del auto y los lee o simplemente camina con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido por el lugar, mostrando un rostro de concentración. Cada vez que levanta la vista accidentalmente, retrocedo, pensando que no llegó a notar que lo observaba, pero la verdad es que no lo sé.

El lunes por la mañana salgo de casa sin desayunar. Él me espera afuera, esta vez llevando un traje azul oscuro y una camisa celeste. Lo ignoro durante el viaje, evitando mirarlo a los ojos. Al llegar, me abre la puerta y ya estoy a varios pasos cuando por primera vez en el día escucho su voz.

- ¿Me quedo o me voy como el viernes?

May: Andate, después te llamo y venís (contesto sin siquiera voltearme).

La mañana la paso fatal, como esas veces en las que nada te sale como esperás y fracasás en todo lo que querés hacer, lo cual solo logra desanimarte, comenzando por la mala relación con los profesores, quienes parecen haber acumulado una bolsa de enojo para arrojártelo en la cara, hasta llegar última a la cafetería y ver que la fila es tan larga que te hace perder el apetito.

Luego de la facultad nos encaminamos a Starbucks, que está a tan solo unas cuadras y ya llevamos más de una hora allí cuando mi celular vibra sobre la mesa.

Mía: ¿Es él?

May: Es mamá.

Mía: ¿No vas a atender?

May: No.

Mía: ¿Pasó algo o.?.

May (interrumpo): Discutimos el otro día y no volvimos a hablar.

Mía: Podría ser algo importante.

May: No empieces.

El teléfono suena un rato más y se queda en silencio. Minutos después, vuelve a retumbar. Lo apago.

Mía: ¿Viene Samuel?

May: Si. ¿Lo llamás por mí? Voy al baño y vengo.

Me pongo de pie y ella extiende la mano para tomar mi celular.

May: NO (grito tomándolo antes).

Mía: ¿Qué?

May: Llamalo del tuyo.

Mía: ¿Vas a volver a inventarle a tu mamá que te quedaste sin batería? (Pregunta riendo).

May: Vos llamá.

Ella ríe y me voy tras haber dejado dibujado el número de Samuel en la pantalla de su teléfono.

Mía: Está afuera (dice cuando vuelvo).

May: ¿Qué es flash ese chico?

Mía: Vos sos una tortuga en el baño.

Salimos del lugar y no tardo en reconocer el Mercedes negro en la vereda de enfrente. Samuel, luego de dejar a Mía en su casa, se dirige a la mía, aprovechando para mirarme de vez en cuando, mientras me encuentro concentrada en las calles que se dibujan en la ventana. Siento su mirada sobre mí, pero hago como si no lo notara. Ni yo sé por qué. Al llegar, hace lo mismo de siempre: abre la puerta con una sonrisa en sus labios, sin mostrar sus dientes. A la altura de las circunstancias y después de tratarlo tan mal días atrás, no me niego a pensar que esté fingiendo y en realidad me odie o algo por el estilo.

Lo primero que hago luego de cerrar la puerta detrás de mí es encaminarme a la cocina y tomar algo frío. El calor del día me dejó agotada. Me extraña no ver a Luisa por ningún lado. Subo y compruebo que allí tampoco está. Ni ella, ni mi madre. Oliver suele salir de la facultad a la misma hora que yo y luego va a trabajar con mi padre. Su ausencia es algo común, pero la de mamá es inentendible.

Arrojo la mochila por algún rincón de mi habitación y me dirijo al baño a darme una ducha. Salgo largos minutos después con una toalla atada a mi cuerpo y gotas de agua deslizándose sobre él, debido a mi pelo mojado. Veo algo blanco que resalta sobre la tela violeta que cubre mi cama. Al acercarme distingo que es un trozo de papel, que no noté antes debido a lo distraída que suelo ser siempre. No es solo un trozo de papel, sino que también hay algo escrito encima de él. Parece una carta y dice ser de parte de mi madre.

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