+ Add to Library
+ Add to Library

C7 Capítulo 7

-Buenas noches, princesita-

Luego de lo de hoy a la mañana no lo había visto hasta la hora de la cena, pero al parecer seguía con ánimos de burlarse de mí.

-¿Por qué me llamas así?- me dí media vuelta y caminé hacia él con molestia.

Alzó sus cejas al ver mi respuesta, sin embargo se veía bastante complacido por mi reacción.

-Se puede ver a leguas que no vienes de una familia cualquiera- soltó como si nada.

Mi corazón se aceleró y todo mi cuerpo se tensó.

-No me conoces- contesté, aunque más que una afirmación parecía ser una pregunta.

-No, pero es fácil verlo.- retrucó.

-¿Y eso por qué?- di un paso más hacia él retándolo a que respondiera.

No entendía qué le pasaba. Ayer era una persona callada y distante, que buscaba alejarse de mí. En cambio hoy parecía divertirse a costa mía e incluso disfrutarlo.

-Tienes un andar distintivo, y tus modales a la hora de la cena son dignos de una princesa- contestó con sorna.

-Mira- di otro paso hacia él observándolo fijamente a los ojos - No sé qué problemas tienes conmigo pero déjame en paz - dije claramente irritada.

En realidad todo lo que él decía era cierto, pero no deseaba que alguien conociera mi historia. Por fin estaba entablando relaciones sin importar de dónde venía, y no quería que nadie lo arruinara.

Máximo sonrió dejando relucir sus brillantes dientes blancos.

-No tengo ningún problema contigo, Anastasia - escuchar mi nombre salir de sus labios hizo que mi piel se erizara - Aunque creo que la que tiene un problema aquí eres tú-

-¿Yo? Cada vez que miro hacia un lado estás tú allí- repliqué.

El rostro de Máximo se volvió serio.

Ja, Touché.

Sin embargo rápidamente adoptó su postura normal de tranquilidad.

-Hagamos una apuesta.- alcé las cejas intrigada - Si la ganas, me alejo de ti y prometo que no te molestaré más-

-¿Y si tú ganas?- pregunté confundida. Se suponía que para él estar cerca mío era una tortura, así que no entendía de qué iba todo ésto.

-Si yo gano me dirás de dónde vienes realmente-

-¿Por qué te interesa tanto eso?- pregunté nerviosa.

-Curiosidad- respondió simplemente.

Mordisqueé mis mejillas por dentro mientras debatía qué hacer. Era una idea muy tentadora poder tenerlo lejos de mí, pero a la vez tenía mucho que perder y arriesgar lo poco que tenía.

Maldición. ¿Qué debía hacer?

-Bien, ¿Qué apostamos?- respondí con seguridad y él sonrió de un modo que hizo temblar mi cuerpo.

Joder Anastasia ¿En qué te metiste?

-Elige tú-

Pensé rápidamente alguna opción donde yo pudiera sacar ventaja. Y dije en voz alta la primera que se me ocurrió:

-Te apuesto una carrera- Aunque sabía que él era un buen deportista siempre me había destacado en mi clase por ser la más veloz.

-Eso es muy fácil- respondió recostando su cuerpo contra la pared.

-¿Por que me haces elegir entonces?- dije mientras rodaba los ojos, y él rió.

Y mi Dios, qué linda sonrisa tenía. No entendía por qué no lo hacía más seguido.

-Tienes razón, lo siento. Hagámoslo más interesante… Cada uno debe cumplir un reto que el otro proponga. El que no lo cumple, pierde. -

-¿Y si los dos ganamos?- pregunté.

-Dudo mucho que ganes- soltó sin siquiera dudarlo un segundo.

Bufé y sonreí.

-Ya veremos quién gana- respondí.

-Ya veremos- repitió y extendió su mano para sellar el acuerdo.

Observé su mano y la estreché con la mía. En el preciso momento en que nuestra piel entró en contacto, un escalofrío me recorrió y deseé que Máximo no lo hubiera notado.

Fuera como fuera, tenía que ganar esta apuesta. Y por fin, tenerlo lejos de mí.

-Tienes tiempo para pensar tu reto, y yo el mío. Comunícamelo cuando sepas- concluyó.

-De acuerdo, tú igual-

Máximo asintió y se dio media vuelta para ir a su habitación. Imité su acción y me fui a acostar pensando en qué cosa él no estaría dispuesto a hacer por nada en el mundo.

Al día siguiente tuve mi primera clase: historia del arte. Realmente no sonaba ni un poco divertida, y así fue. Pero por lo menos estaba empezando a transitar el camino que deseaba.

Busqué en los pasillos de la institución a Elisa, la novia de Jared, pero no la encontré. Por lo tanto, cuando la clase terminó volví a la casa para almorzar.

Pero en el camino un teléfono público sobre la calle captó mi atención.

Mi padre. Ya era hora de llamarlo. Habían pasado tres días desde que me había ido de casa y probablemente estaría desesperado.

Me acerqué hasta la cabina de color negro y abrí la puerta. No tenía ni idea de cómo se usaban estas cosas. Había dejado mi teléfono celular en mi ex casa, para que nadie pudiera rastrearme, así que ya era hora de que aprendiera a usar esto o de comprarme uno nuevo. La última opción era la ideal, pero prefería guardarme la plata hasta tener un empleo.

Me acerqué en búsqueda de algún instructivo de cómo usarlo, pero no había nada. Miré a mi alrededor y noté que un hombre de edad avanzada caminaba hacia mi lado. Rápidamente salí de la cabina y lo llamé.

-Disculpe señor, ¿Podría ayudarme a usar éste teléfono?-

El susodicho me observó confundido, como si fuera un extraterrestre.

Bien, sabía que era algo raro lo que le estaba pidiendo, pero tampoco era para tanto… ¿No?

-Ehh si. Tiene que colocar una moneda de un dólar en la ranura que está arriba- señaló confundido.

-Oh de acuerdo. ¡Muchas gracias!- sonreí y me di media vuelta ignorando su mirada extrañada.

Hice lo que el hombre dijo y la voz de una mujer se oyó del otro lado del teléfono.

-Hola, marque el número al que quiere llamar-

-De acuerdo…- balbuceé y comencé a teclear los dígitos.

Un par de tonos después, alguien atendió.

-Mansión Sigaret- reconocí enseguida que era Alfred, el asistente de mi padre.

-Hola Alfred, soy Anastasia- respondí un poco inquieta.

Hubo un breve silencio en la línea hasta que por fin habló.

-¡Señorita! Estamos todos muy asustados por usted, ¿Se encuentra bien?-

-Si, estoy perfecta no te preocupes- sonreí al escucharlo, él siempre había sido muy bueno conmigo. -¿Puedes comunicarme con mi padre?-

-Si, claro-

Se escucharon rápidas pisadas y luego un golpe en la puerta. Unos instantes después, la voz nerviosa de mi padre se oyó del otro lado.

-¿Anastasia?-

-Hola papá- murmuré.

-Oh hija mía, estaba muy preocupado. ¿Dónde estás? ¿Te encuentras bien?-

-Si, no te asustes. Estoy perfectamente bien. Quise llamarte para que lo supieras-

-Qué alivio… ¿Cuando vas a volver?-

Aquí vamos.

-Por un tiempo me quedaré aquí- dije con firmeza.

-No digas tonterías, ya entendí que quieres más libertad. Te la daré, sólo vuelve pronto…-

-Papá- lo interrumpí - Voy a quedarme aquí. Me inscribí en una escuela para estudiar lo que realmente me gusta, y deseo vivir un tiempo sola-

-Anastasia…- masculló molesto.

-Es una decisión tomada- me atreví a decir, rogando dentro mío que se apiadara.

Estaba lista para escuchar sus gritos, cuando de pronto suspiró.

-De acuerdo-

Alcé las cejas sorprendida y repetí:

-¿De acuerdo?-

-Si, lo entiendo y lo respeto-

Me quedé descolocada unos segundos. Definitivamente este no era mi padre. Y resultaba demasiado sospechosa su reacción… Aunque en verdad mucho no me importaba, al fin y al cabo había conseguido lo que deseaba.

-Muchas gracias- respondí con un poco de inseguridad.

-Tan sólo llámame más seguido, para saber que estás bien hija-

-Por supuesto, adiós papá-

-Adiós querida, cuídate-

Colgué el teléfono y me quedé observando la pared, completamente desconcertada. ¿Cómo había logrado convencerlo tan fácil? ¿Se arrepentiría la próxima vez que lo llamara?

Todo era muy extraño… Pero no estaba segura de si quería saber qué se traía entre manos mi padre.

Report
Share
Comments
|
Setting
Background
Font
18
Nunito
Merriweather
Libre Baskerville
Gentium Book Basic
Roboto
Rubik
Nunito
Page with
1000
Line-Height