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C9 Capítulo 9

POV Anastasia

¿Una amiga? Ja, dudaba mucho que alguien quisiera tener una amistad con alguien como él.

Probablemente era más bien una conquista… Claro, no lo había pensado antes pero era obvio que alguien tan atractivo como él tendría cientos de chicas a sus pies.

Y Elisa diciendo que yo le gustaba, que estupidez.

No es que me considerara una mujer fea, pero estaba segura que no era su tipo. Ni él el mío.

En fin, tenía que concentrarme. Mi objetivo ahora era buscar algún reto que fuera tan insoportable para Máximo que lo tuviera que rechazar, y de ese modo conseguir mi victoria.

Durante el viaje desde la escuela hasta casa estuve reflexionando acerca de qué sería lo ideal. Llegué a la conclusión de que como era un chico frío, algo cursi y aburrido sería ideal para él.

Yo era una de esas mujeres expertas en eso, disfrutaba de las películas de amor y me emocionaba ante el más mínimo detalle romántico.

Y entonces una idea se cruzó por mi mente. Para llevarla a cabo, solo necesitaba el consejo de una persona: Jared.

Cuando entré a la casa caminé hacia el salón en su búsqueda, y tal como imaginaba lo encontré mirando la televisión.

-Oye Jared- capté su atención.

Se dio vuelta sorprendido y sonrió al verme.

-¡Hey Anastasia! ¿Cómo va todo?-

-Muy bien, quería pedirte un consejo…-

-Sí claro- respondió acomodándose en el sillón de modo que pudiera prestarme toda su atención.

-Si tuvieras que llevar a Elisa a algún lugar romántico por aquí. ¿Cuál sería?-

El pelirrojo frunció su ceño sorprendido ante la inesperada pregunta. A continuación se mantuvo dubitativo unos segundos llevando su dedo índice a la barbilla.

-Oh si, el campo de golf- dijo al fin.

-¿El campo de golf?- repetí confundida. Joder eso sonaba ni un poco romántico.

-Si, pero no en cualquier momento. Debe ser por la noche. Como es un espacio completamente abierto, es el sitio ideal para contemplar las estrellas.- explicó.

Ohhhh, contemplar las estrellas. Jared era un genio.

Sin dudas eso era romántico, y demasiado para Máximo. Tendría que soportarlo, pero era el precio que debía pagar para quitármelo de encima.

-¿Y dónde queda eso?-

-En el campus del instituto de deportes, ese donde va Máximo. -

Asentí.

-Muchas gracias-

Y antes de que pudiera darme media vuelta, Jared habló:

-¿Tienes una cita?-

-Oh no no. Es para ir en búsqueda de inspiración para un dibujo- mentí.

-Oh qué bien, luego debes enseñármelo- sonrió entusiasmado.

-Claro, gracias de nuevo- dije y me alejé de él.

Bien, ahora sí podía proponerle formalmente mi apuesta. Incluso pensaría algunos detalles para hacer del momento algo aún más incómodo para él. Al final, esto se estaba poniendo bastante divertido.

Durante el día me puse a practicar algunos trazos de dibujo en base a lo que habían explicado en la clase. La mayoría terminaban hechos un bollo en el suelo, pero al menos lo intentaba.

Eso era algo que deseaba cambiar: mi autoexigencia. Era un defecto que había heredado de mi padre, aunque él era mucho peor que yo.

Suspiré y un golpe en la puerta me distrajo (por suerte) de los tortuosos pensamientos.

-¿Quién es?-

-Soy Jenny- se escuchó la dulce voz de mi compañera.

-Pasa- respondí poniéndome de pie para recibirla.

Sin embargo, al verla entrar me quedé helada.

-Te han traído esto...- se acercó a mí con una gran sonrisa, y entre sus manos un ramo de rosas rojas.

-¿Y eso?- murmuré confundida mientras lo tomaba. Eran alrededor de veinte flores que liberaban un perfume encantador.

-El repartidor de la florería del pueblo lo ha traído. Dijo que eran para ti...-

-¿Y no ha dicho de parte de quién?- pregunté inquieta.

-No...-

Me quedé en silencio observándolo, totalmente confundida. Apenas conocía a un par de personas, pero ninguna de ellas que se atreviera a hacer esto. Además, ¿Cómo sabía dónde vivía?

-Tal vez hay alguna dedicatoria dentro...- sugirió Jenny.

Rápidamente busqué entre las flores y así era. Tomé el papel entre mis manos y leí en voz alta:

-"Eres hermosa. Atentamente: tu admirador secreto"-

¿Qué carajo?

-Caray chica, no llevas ni una semana aquí que ya estás rompiendo corazones- sonrió.

-Te juro que no entiendo de qué va esto. Ni siquiera se me ocurre quién puede ser-

-Oh Dios, es tan emocionante. - Jenny dio un par de palmaditas - Seguramente siga mandando cosas con alguna pista- sugirió entusiasmada.

Asentí todavía ensimismada y sorprendida.

-Prométeme que me contaras cuando sepas quién es- continuó.

-Lo prometo- reí.

En verdad no me enloquecía en sí la idea de que alguien me quisiera conquistar, pero sí conocer quién era. Estaba totalmente perdida acerca de su identidad, y eso era motivo suficiente para hacerme querer saber más.

De pronto la voz lejana de Scott nos interrumpió.

-¡Ya está lista la comida!-

Dejé el ramo sobre el escritorio y bajé junto a Jenny hasta el salón.

Ella no dejaba de hacer preguntas para que yo intentara recordar algún muchacho que estuviera interesado en mi, pero no se me ocurría nada. Joder que estaba más emocionada ella que yo.

-Muero de intriga por saber- dijo por tercera vez, cuando nos acercamos a la mesa.

-¿Qué cosa?- preguntó Jared con su característica curiosidad.

Maldición, todos se iban a enterar.

-¡Anastasia tiene un admirador secreto!- exclamó Jenny.

En cuanto terminó de decir esa oración Máximo alzó su vista a gran velocidad.

-Oh Anastasia, ya estuviste flechando corazones- sonrió Scott y Jared asintió riendo.

-¿Sabes quién es?- preguntó Máximo con sentida seriedad, a diferencia de los otros dos.

-No, y me extraña que sepa mi dirección- respondí.

-¿Alguno de ustedes sabe algo?- interrogó Jenny frunciendo el ceño.

Todos negaron, incluso Máximo quién tenía su quijada marcada, como si estuviera apretando con fuerza los dientes.

-Ya lo averiguaremos-

-Tampoco es la gran cosa- soltó Máximo mientras seguía comiendo como si nada. Todos lo observamos y un silencio se formó.

-¿Cómo que no?- dijo Jared -La chica recién llega y ya tiene admiradores-

-Es sólo uno- reí

-No tardarán en caer más- respondió Scott.

Negué sonriendo y me dediqué a comer. Durante la cena todos hacían especulaciones acerca de los hombres más mujeriegos del pueblo, pero realmente no conocía a ninguno de ellos.

Máximo no volvió a decir ni una sola palabra durante la noche, pero eso fue en cierto modo un alivio para mí.

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