El pájaro cantor de la mafia/C3 La ciudad de ceniza
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C3 La ciudad de ceniza

Soren soltó una carcajada descontrolada ante el comentario de Callie. Trabajando como cobrador de deudas para la mafia, seguramente había presenciado innumerables reacciones al mencionar a Vincent Baros, pero por alguna razón, la de Callie le resultó especialmente apropiada.

"Ya sabía que me caías bien. Quédate ahí."

No tuvo que forzar a Callie a subir al vehículo que les esperaba; ella entró sin resistirse. Soren la siguió. Estando solo ellos dos en el amplio asiento trasero, Callie se acomodó lo más lejos posible de él.

Callie no tenía idea de qué esperar al emprender el viaje hacia la Ciudad de las Cenizas. Solo había escuchado rumores y relatos de algunos compañeros de la universidad que se habían aventurado a entrar a escondidas para vislumbrar cómo era la vida allí. Todos sus cuentos eran aterradores.

Durante los primeros kilómetros, una vez que cruzaron la frontera, la ansiedad comenzó a apoderarse del pecho de Callie. El entorno era de un gris abrumador. La mayoría de los edificios que dejaban atrás estaban destruidos o eran inhabitables. Y aunque las cenizas del gran incendio se habían disipado con los años, los recuerdos permanecían grabados en las calles.

Sin embargo, conforme se aproximaban al corazón de la ciudad, esta empezaba a recobrar su antiguo esplendor. Delante de ellos, las luces empezaron a titilar en la lejanía, intensificándose y brillando con más fuerza a medida que se adentraban en la urbe.

"¿Qué lugar es este?" preguntó Callie mientras el coche se detenía. Afuera, las luces de neón adornaban la fachada de lo que parecía ser un club nocturno. Nada parecía anormal, excepto por las miradas curiosas que le lanzaban los que entraban al lugar.

"¿Qué, acaso tus padres nunca te hablaron de la Ciudad de las Cenizas?", replicó Soren.

Callie hizo caso omiso a su sarcasmo, ya habituada a que sus clientes la menospreciaran. En lugar de eso, contestó: "Así era antes. Santa Bárbara estaba llena de vida, de gente y sus vidas llenas de color. Pero ahora..."

Dejó la frase suspendida en el aire, observando cómo la sonrisa sarcástica de Soren se desvanecía en una de comprensión.

"Ahora es mejor. Vin lo cambió todo."

Soren se giró y, con un gesto de su cabeza, le señaló a Callie que lo siguiera. Mirando más detenidamente, Callie reconoció el lugar. No el club específicamente, sino la zona en general. No recordaba mucho de la ciudad, solo los sitios a los que sus padres la llevaban de pequeña. En particular, el teatro donde asistían a obras y musicales cada vez que el horario de su padre lo permitía.

De repente, un recuerdo de su padre emergió en su mente. Aquel en el que le prometieron llevarla al parque de atracciones como premio por su papel principal en un musical. Esa visita nunca se concretó.

Callie sintió un escalofrío al recordarlo. Hacía tiempo que no revivía un recuerdo con tanta intensidad. Tal vez estar en la ciudad había revivido los fantasmas y memorias que aún la acechaban.

Con el bajo retumbando cada vez más fuerte, Soren tuvo que elevar la voz para hacerse oír entre el ruido.

"Quédate aquí", gritó. "Regreso en un momento".

Callie ni siquiera intentó responder. Notó por el rabillo del ojo que Soren se alejaba casi dando saltos, pero estaba demasiado sobrepasada para articular palabra.

Era demasiado. El olor y el calor del club no eran el mejor ambiente, y Callie se sentía hervir en sus propias emociones. Emociones turbulentas que luchaba por mantener a raya. Pero la música ensordecedora y los cuerpos danzantes a su alrededor resultaban abrumadores.

Tantas cosas habían sucedido en la última hora, desde estar con su mejor amiga Sienna hasta descubrir su apartamento saqueado y ser traicionada por un familiar cercano.

"Sienna", susurró Callie para sí. Ni siquiera pudo despedirse. Sabiendo cómo era Sienna, seguro que se preocuparía y comenzaría a buscarla. Tal vez su dueña sería lo suficientemente amable para permitirle una o dos llamadas telefónicas.

De repente, Callie soltó una risa irónica. Su nuevo "dueño" era Vincent Baros, uno de los criminales más buscados de la ciudad. Era imposible que mostrara la más mínima amabilidad.

"Vaya, vaya, mira lo que trajo el gato. ¿Qué te hace tanta gracia?" Callie, sumida en sus pensamientos, no se percató de que tres hombres se habían acercado. "¿Eres la nueva, cariño?"

Se estremeció de repulsión. ¿Acaso este sería su nuevo destino? No podía aceptarlo. Callie era una luchadora; no permitiría que esos canallas se aprovecharan de ella.

Los hombres la observaron con un interés curioso que rápidamente se tornó en desdén cuando Callie se negó a hablar.

"¿Qué tenemos aquí?", preguntó el del medio, con un corte de pelo tipo mullet que le quedaba fatal y unos ojos sesgados. "¿Acaso es muda?"

"Soren la trajo para el jefe", intervino uno de los matones que había golpeado a su tío. Callie ni siquiera se había dado cuenta de que la habían seguido hasta el interior del club.

El del mullet, claramente ebrio, se abrió paso entre sus compinches y agarró del brazo a Callie. Al ser zarandeada, su mano lastimada emitió un quejido de dolor.

"Entonces, ¿eres la chica de Soren, eh?" dijo él, intentando acariciar el cabello de Callie. Ella se encogió, repelida por el miedo y el asco. No conocía a esos hombres ni sus intenciones, pero se imaginaba lo peor. En un acto de desesperación, buscó con la mirada alguna señal del matón que había hablado por ella, pero este no mostró intención alguna de intervenir. "¿Qué te parece si nos conocemos un poco mejor, cariño?"

Con un movimiento ágil y doloroso, Callie logró soltarse. "¡No me toques!", exclamó, retrocediendo lo más que pudo para distanciarse del grupo.

A su alrededor, la discoteca bullía con energía, ajena al acoso que se desarrollaba a escasos metros de distancia.

"¿Te atreves a desobedecerme?" bramó el tipo del mullet, persiguiendo a Callie y propinándole un brutal golpe en el rostro.

Callie no vio venir el golpe. En un instante, un dolor agudo se apoderó de su mejilla izquierda y la hizo tambalearse hasta caer al suelo. El impacto fue tan fuerte que pareció sacudir su cerebro.

Antes de poder reaccionar, se vio izada de un tirón por el hombre, que agarró la parte delantera de su vestido, rasgándolo y dejando al descubierto su sujetador y abdomen. Los gritos de Callie se alzaron por encima de la música ensordecedora mientras trataba de cubrirse.

"¿Cómo te atreves?", exclamó con furia, lanzando una mirada incendiaria al hombre y su pandilla. "¡No me toques, maldita sea!", espetó cuando el grupo comenzó a cerrar el círculo a su alrededor, aislándola de la multitud que empezaba a percatarse del tumulto.

El sujeto del mullet abrió la boca para hablar, pero Callie apenas pudo captar sus palabras antes de ser empujada al suelo sucio. Manos fuertes se apoderaron de sus brazos, inmovilizándola, dejándola indefensa ante sus malévolos planes.

"Eres propiedad del jefe." El hombre se arrodilló frente a Callie, ofreciéndole una vista completa de su repulsivo rostro. "Es hora de que aprendas tu lugar..." y, agarrándole el pecho izquierdo, arrancó un grito de ira de Callie, mientras los hombres que la sujetaban soltaban carcajadas tras ella. "Tal vez debería amansarte antes de que conozcas al jefe."

Callie lo miró con tal intensidad que sus ojos parecían prenderse en llamas. "Dudo que a tu jefe le haga gracia", escupió, pataleando y luchando por mantener al hombre lejos de ella.

"Vaya, tienes una boca bastante afilada, ¿no?" murmuró el tipo del mullet antes de hacer una señal a sus secuaces.

"¡Para! ¿Qué creéis que hacéis?" Callie forcejeó contra su sujeción, pero los hombres eran demasiado fuertes. La forzaron a ponerse de rodillas ante su líder. Sus brazos seguían inmovilizados y, esta vez, los hombres que la retenían tuvieron la osadía de pisarle los tobillos para evitar que se moviera.

Callie se resistió a dejarles ver sus lágrimas, pero el dolor en su muñeca torcida y la presión en sus tobillos era insoportable. Gritó, presa del dolor y el miedo, al presenciar cómo el hombre frente a ella se desabrochaba la cremallera del pantalón.

"Por Dios, sois unos bestias", exclamó una voz familiar, pero Callie estaba aterrorizada. Estaba a punto de ser violada.

Resistiendo con todas sus fuerzas, Callie encontró su momento cuando el tipo del mullet mostró su repugnante pretexto de pene. Con la poca fuerza que le quedaba, Callie echó la cabeza hacia atrás en cuanto el hombre se acercó lo suficiente y propinó un golpe certero al lamentable órgano.

Aprovechando los lastimeros alaridos del hombre, Callie se retorció para liberarse del agarre de sus captores y mordió con todas sus fuerzas la única mano que podía alcanzar: la que estaba sobre su hombro.

Callie mordió tan fuerte que rasgó la piel, pero eso era lo de menos en ese momento. Escupió la sangre y se arrastró como pudo para alejarse. Al intentar ponerse de pie, un dolor punzante le recorrió la pierna desde el tobillo.

Si no fuera por las manos firmes que la sujetaron por los hombros para estabilizarla, Callie habría caído de nuevo al suelo.

Callie alzó la mirada con gratitud en los labios, pero se quedó paralizada, observando al hombre más hermoso que jamás había visto. Con su cabello oscuro enmarcando unos intensos ojos azules, Callie creyó estar frente a un ángel.

La fantasía de Callie se desmoronó en mil pedazos solo cuando escuchó a Soren hablar de nuevo.

"¿Ves?" comentó Soren. "Te lo dije, Vin, tiene agallas."

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Callie al asociar el infame nombre con el hombre que tenía enfrente. Su corazón latía con fuerza en su pecho, consciente de lo que aquello implicaba.

Después de todo, siempre se ha dicho que el diablo esconde su rostro tras una hermosa fachada.

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