C2 Contraataca

Ciara no comprende la razón, pero se sorprende riendo a carcajadas ante su inesperada orden. Un momento, ¿acaso él la confunde con su criada, a la que puede mandar a su antojo?

Pues bien, si eso es lo que piensa, está muy equivocado. Ella no hará nada solo porque él lo desee, ni permitirá que la dirija como si fuera de su propiedad.

"¿Qué te parece tan gracioso...?" Escuchó su voz retumbar, interrumpiendo su risa espontánea. Ciara no se había dado cuenta de la intensa mirada que él clavaba en ella, teñida de un rojo furioso. "¿Te ríes? ¿Acaso te resulta divertido lo que te acabo de decir?"

Su rostro se tornó impasible, como si no hubiera reído segundos atrás, y fijó la vista en el bolígrafo que sostenía en lugar de responderle o articular palabra alguna.

Presionó algunos botones en su ordenador y lo cerró de golpe, como si quisiera desaparecer de su presencia, dejándolo con la pregunta en el aire.

La actitud de Ciara golpeó un punto sensible en Ryan, quien se sintió ofendido. ¿Acaso no le había escuchado? ¿Por qué no respondía? Su molestia crecía por momentos.

"¡No te quedas callada cuando te hago una pregunta, mujer...!" Esta vez, su voz era un trueno, y la frialdad en sus ojos era tan evidente que parecía cegarle.

La ira de Ryan intimidaría a cualquiera, empujándolo a esconderse, pero Ciara no era cualquiera; ella lo miraba imperturbable, como si nada hubiera ocurrido.

Quizás estaba acostumbrada a su enojo, o quizás no, pero lo único que hizo fue parpadear repetidamente frente a él.

"Deja de probar mi paciencia, no seré tan indulgente contigo esta vez..." Le advirtió con una voz profunda y ronca, que también temblaba. "...si es eso lo que estás buscando."

"Pues, la verdad, no tengo ni idea de qué hablas." Susurró Ciara apenas audible, encogiéndose de hombros con indiferencia.

"Sí, sabes exactamente a qué me refiero", articuló él, soltando un suspiro profundo mientras un silencio opresivo se adueñaba del ambiente.

Ciara había creído que era una broma de su parte y, al no surtir efecto en ella, pensó que él simplemente se había dado por vencido —si tan solo supiera que hablaba en serio.

"¿Cómo puedo hacerte entender, mujer?", siseó Ryan, frustrado, sin dejar de mirar fijamente a la mujer frente a él, rompiendo una vez más el denso silencio.

"No hay nada que decir, Ryan, no hay nada..." replicó ella en un murmullo, emitiendo una energía tan tensa como la de él. "No puedo aceptar ni lo que dices ni lo que está escrito en esos papeles, ¿entendido?"

Él soltó una risa forzada, pero el hielo en su mirada no daba señales de derretirse, no por ahora. "Claro que sí lo harás. Obedecerás lo que he mandado, no puedes desafiar mis palabras, ni un ápice."

"¿Por qué?", preguntó ella, arqueando las cejas mientras lo miraba con incredulidad. "¿Por qué no puedo desafiar lo que dices?"

Se masajeó la sien sin cesar, su paciencia se esfumaba. Sentía que si no ponía fin a su conversación pronto, acabaría con un dolor de cabeza insoportable.

"No puedes porque no te queda otra opción", le espetó, con un tono que distaba mucho de ser amigable. "Yo propuse esto desde el principio y quiero que acabe ya, ¿qué parte no logras comprender?"

"Tú quieres que acabe porque fuiste tú quien lo propuso al principio..." No era una pregunta; ella le devolvía sus palabras como un eco. "Ahh, ahora creo que te entiendo."

Ryan era consciente de que se burlaba de él, pero incluso sintiéndose amenazado, poco podía hacerle a ella —tal vez por eso le exasperaba tanto. Se preguntaba en su interior.

¿Cuál sería la forma más efectiva de convencerla para que accediera a su petición? Deseaba que su matrimonio terminara lo antes posible, pero ella no mostraba la menor intención de ceder.

Desde el principio, nunca hubo amor entre ellos; él firmó un contrato con ella porque no tenía otra opción, y ahora que cree que el camino está libre, quiere terminar lo que inició con ella.

¿Por qué le resulta tan difícil hacer lo que se dice, eh?

"¿Por qué alargas esta conversación y la haces parecer una tarea ardua?", murmuró él con una queja.

"Porque lo es", respondió ella con franqueza. "¿Qué te impide esperar a que transcurran los pocos meses que faltan? ¿Por qué intentas romper el contrato a mitad sin ninguna razón?"

"¿A ti qué más te da si rompo el contrato o no?", replicó él. "—y nadie tiene que decirme si tengo motivos o no, y sí, no me pidas que te explique mis razones".

Ciara lo miró con una expresión vacía, sin saber cómo responder adecuadamente. ¿Cómo se responde a algo así?

"Firma esto ya", dijo él, interrumpiendo su mar de pensamientos. "No tengo tiempo que perder contigo, mujer; tengo cosas mucho mejores que hacer que esto".

"Entonces mejor ve a hacer esas cosas 'mejores' que tienes por hacer", le espetó ella con indiferencia, arrojándole el documento. "—porque no pienso firmar ningún papel..."