Embarazada del príncipe real/C1 Esperando al príncipe
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C1 Esperando al príncipe

La alarma sonó con tal violencia que rompió el silencio de la noche y resonó en los oídos de Rina.

Ella bostezó e intentó sofocar el estruendo cubriéndose los oídos con la almohada, lo cual resultó efectivo; el ruido de la alarma se atenuó notablemente.

Era un lunes por la mañana y, por tanto, debería estar levantándose para prepararse para la escuela.

Treinta minutos más tarde, la alarma cesó y todo retornó a la quietud sepulcral.

Fue entonces cuando Rina se levantó con desgana de la cama y se apresuró al baño.

*

*

*

Rina se contempló en el amplio espejo frente a ella y sonrió al reflejo de la bella figura que le devolvía la mirada.

Era realmente hermosa, indiscutible para cualquiera.

De estatura media, figura esbelta, con una cabellera roja como el fuego y ojos del color del océano.

Ya vestida, luciendo exquisita con una blusa blanca de manga larga, una falda de estampado blanco y negro, calcetines negros y zapatos blancos, tomó su mochila de la cama y se dirigió con elegancia fuera de la habitación.

Al entrar al salón, su mirada se posó de inmediato en el imponente retrato de su padre colgado en el lado derecho de la pared.

Se acercó a él con lentitud.

Una lágrima se deslizó por su mejilla al recordar su fallecimiento, ocurrido dos años atrás. Después de eso, sobrevinieron numerosas tragedias... demasiadas.

No solo había perdido a su padre, sino que también a su hermano mayor. Este había desaparecido unos meses después del funeral de su padre.

El padre de Rina no era rico, pero había logrado mantener a la familia a flote y satisfacer sus necesidades hasta su trágico deceso.

Tenía una posición modesta, suficiente como para haber inscrito a sus hijos en uno de los colegios más prestigiosos de la ciudad.

Tras su enigmática muerte, la situación familiar se tornó extremadamente difícil; todo se desmoronó y descendieron en la escala social hasta ser considerados por los habitantes del pueblo como indigentes.

Sí, se quedaron en la miseria.

Desde aquel momento, las humillaciones llegaron de todos lados, convirtiéndose en un tema tabú.

En la escuela, su vida era de aislamiento. Solo contaba con una amiga, su mejor amiga, quien le daba sentido a su existencia y hacía que todo fuera más llevadero.

Como si las humillaciones no fueran suficientes, su hermano mayor, su único hermano, desapareció como por arte de magia poco después del funeral de su padre.

¿Y cómo no? No podía soportar seguir viviendo así.

Nunca más se le vio ni se supo de él. Si está vivo o muerto, nadie lo sabe.

Además de su mejor amiga, la señora Anika, la directora de su colegio, también se convirtió en un faro de esperanza en su vida.

Después de la muerte de su padre, cuando parecía que toda esperanza se había perdido, esta mujer, como un ángel enviado por Dios, la tomó aparte y prometió proveer todo lo necesario para su educación hasta que se graduara de la secundaria.

Esa es la razón por la que aún sigue estudiando; la señora Anika realmente lo hizo posible.

"¿Rin?", la voz de su madre la sacó de sus pensamientos.

"¿Estás bien?", preguntó.

Rina se volvió lentamente hacia la voz; era su madre.

Estaba parada en la entrada, con su humilde ropa manchada de ceniza, como era habitual.

Su madre se ganaba la vida como vendedora de jabón local y, con lo poco que ganaba, lograban alimentarse y seguir adelante.

"Estoy bien, mamá", afirmó Rina, secándose las pequeñas lágrimas que habían brotado en sus ojos.

Selena observó la fotografía colgada en la pared sobre su hija y de inmediato comprendió la razón de sus lágrimas.

Exhaló un suspiro y se acercó a ella con lentitud.

"Está bien, hija", le dio un beso en la mejilla, "no dejes que eso te afecte y te arruine el ánimo. Venga, sonríe", se alejó un poco para contemplarla con cariño.

"Mmm, hoy te ves especialmente fabulosa".

Rina sonrió; así era su madre, siempre sabía cómo animarla en sus peores momentos.

"Gracias, mamá", respondió.

Selena asintió y caminó hacia la puerta que conducía a las habitaciones.

"¿No vas a comer? Hay comida, puré de patatas... huevos".

Ella negó con la cabeza.

"No, no tengo ganas, prefiero irme rápido a la escuela".

Selena sonrió con comprensión.

"Está bien, vete entonces. Cuídate mucho", le guiñó un ojo y, abriendo la puerta, pasó al otro lado.

Rina se dirigió al comedor para recoger los cuadernos que había dejado sobre la mesa la noche anterior, después de su rutina de estudio.

Ya había apilado todos los cuadernos, listos para meterlos en su mochila, cuando algo en el periódico que reposaba plácidamente sobre la mesa captó su atención.

Deslizó la cremallera de su mochila y acomodó cuidadosamente los cuadernos dentro, para luego tomar el periódico.

Extrajo el folleto con la información que había llamado su atención y salió de la casa.

Ya en la calle, comenzó a leer detenidamente el titular que tanto le había interesado.

REGRESO DEL PRÍNCIPE REAL, EL PRÍNCIPE RAGHAV VUELVE A CASA PRONTO.

Puso cara de circunstancias; ¿era esto lo que causaba tanto revuelo? La noticia ya no era fresca; se había esparcido como fuego en la estación de harmattán que el Príncipe Real, el único hijo del Rey Neel del reino de Shimla, regresaría pronto a su hogar después de ocho años de estudios en Estados Unidos.

Además, corría el rumor de que el Príncipe Real también volvía para asentarse definitivamente y elegir esposa.

Esta razón en particular había desatado un frenesí entre todas las jóvenes y legítimas hijas del pueblo. Cada una de ellas anhelaba convertirse en su esposa.

Y claro, ¿quién no? ¡Ser la esposa del príncipe, del todopoderoso príncipe!

Ella levantó la vista del folleto, hizo señas para detener un taxi y luego se dirigió al colegio.

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