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C6 ¿Coincidencia?

Se había alejado apenas unos metros de su escondite cuando tropezó con algo y una voz exclamó. Dio un respingo, retrocediendo instintivamente.

Corría y miraba hacia atrás a intervalos, por eso no había visto con qué se había tropezado.

Al mirar hacia abajo, descubrió que había tropezado con una persona. Sí, una chica... una chica bonita, vendada de los ojos, con las manos y las piernas atadas.

"Pobrecita", pensó Rina, mirando en la dirección por la que se había ido el hombre enmascarado y luego de vuelta a la chica.

Seguramente había sido capturada por él.

"Ya no grites, estoy aquí para ayudarte", le dijo con voz calmada mientras se agachaba para desatarle la venda de los ojos.

Era una niña realmente bonita, de unos catorce años. Pero, ¿qué la habría traído a este lugar...? Se interrumpió en sus pensamientos.

No era momento de divagar, sino de idear un plan rápidamente y ponerlo en práctica.

Volvió a mirar en la dirección del enmascarado y después a la chica, le ofreció una sonrisa cansada, notando el miedo en sus ojos.

Sin dudarlo, Rina la alzó en brazos y comenzó a llevarla hacia el límite del bosque.

Su intención era llevarla allí, desatarla y luego escoltarla a su casa.

En el camino, se detuvo. ¿Y si el hombre tenía cómplices cerca? Usó sus oídos y ojos para inspeccionar los alrededores.

No detectó ni vio nada sospechoso, así que continuó su camino hacia el exterior del bosque. La niña en sus brazos empezaba a perder el conocimiento gradualmente, debilitada por la situación.

Fue entonces cuando avistó un pequeño Volkswagen Beetle rojo, estacionado al lado de la desolada carretera.

"¡Qué golpe de suerte!" pensó. "Este debe ser el coche que usó el enmascarado para llegar aquí", murmuró acercándose al vehículo.

Y para su sorpresa, las llaves estaban puestas en el contacto. Rápidamente, abrió la puerta trasera y acomodó a la niña con cuidado en el asiento.

Entonces, se dirigió rápidamente al lado del conductor, subió al coche, encendió el motor y lo puso en marcha sin perder un segundo.

De hecho, era una conductora hábil; aquellos breves entrenamientos con Zaina no habían sido en vano, jamás.

Con sigilo, tomó la desolada carretera; no había nadie, justo como lo había previsto. Luego, eligiendo un atajo, aceleró a toda velocidad hacia el hospital más cercano.

Al llegar a la entrada del hospital, tocó la bocina frenéticamente, agarró su bolso del asiento delantero, le echó una última mirada a la chica, que ya había perdido el conocimiento, saltó del vehículo y echó a correr hacia las granjas cercanas.

*

*

*

Selena volvió a casa y la encontró desierta; acababa de regresar apresuradamente del mercado donde vende su jabón.

El pueblo estaba revuelto, un mal presagio se había esparcido: algo había ocurrido.

La ausencia de su hija en casa fue suficiente para desatar el pánico. ¿Dónde podría estar? Hacía horas que la escuela había cerrado.

Sacó su teléfono para llamarla. Marcó su número y la llamada conectó, pero no hubo respuesta.

Una... dos veces... insistió sin cesar.

Luego, como por instinto, se dirigió a su habitación y ahí se percató de que no llevaba su teléfono consigo; estaba sonando a la vista en su cuarto.

Tomó el teléfono y decidió buscar el contacto de Zaina; quizás su hija estuviera con ella, y marcó su número.

*

*

*

Rina corrió todo el trayecto a casa, atravesando granjas y atajos, sin apenas aliento. Rogaba por no encontrar a su madre.

Esta vez, sus plegarias no fueron atendidas; su madre ya estaba en casa. ¿Qué habría ocurrido?

Ella no solía volver a esa hora.

Se detuvo en el balcón, intentando calmarse para que su madre no notara el pánico en su rostro y empezara a hacer preguntas.

"¿Dónde has estado, Rina?", preguntó Selena en cuanto Rina cruzó el umbral de la casa.

Rayos, se sobresaltó, no se esperaba una pregunta tan directa.

"Pues... estuve en casa de Zaina", mintió.

Selena suspiró, examinándola de pies a cabeza.

"Llamé a Zaina", reveló.

Dios santo, se le abrieron los ojos como platos. Ya había llamado a Zaina, pero ¿por qué? ¿Cómo? ¿Qué necesidad había?

Era evidente que su mentira ya no tenía futuro, era hora de confesar la verdad.

"Verás, mamá", intentó mantener la calma, "fui al bosque".

"¿Qué?", exclamó Selena, con los ojos desorbitados de sorpresa.

"¿Al bosque?", insistió.

"Mamá, yo...".

"¿Y qué te llevó al bosque, Rin?"

"Resulta que teníamos un proyecto, necesitábamos unas plantas que solo se encuentran allí, así que no tuve más remedio que ir".

"¿Y fuiste sin Zaina?"

"Mamá...", dijo con énfasis. "¿Acaso Zaina no puede arreglárselas sola?"

"¿A qué te refieres?"

Ya estaba harta, la sesión de interrogatorio la estaba irritando.

"Zaina bien puede pagarle a alguien para que recoja lo suyo, no tiene por qué acompañarme al bosque".

Selena volvió a suspirar.

"Comprendo que tratas de simplificar las cosas, Rin, pero deberías haberme informado antes de tomar una decisión así. El bosque puede ser un lugar peligroso, ¿entiendes?".

Rina asintió con la cabeza.

"Lo sé, mamá, a veces intento ser valiente también".

Selena asintió, mostrando su acuerdo.

"Deberías haber nacido niño", bromeaban entre risas.

"Regresaste temprano, ¿qué sucedió?", inquirió Rina.

Selena se dirigió al sofá y tomó asiento.

"Ha pasado algo, algo trágico", confesó.

Rina abrió los ojos, desconcertada, y se acercó para sentarse junto a su madre.

"¿Algo trágico? ¿Qué pasó exactamente?".

"Reportaron que secuestraron a la princesa".

"¿Qué? ¿La princesa de la realeza?", se puso de pie de un salto.

"¿Quién más podría ser? Por eso mismo me preocupa tanto tu seguridad, te ruego que no vuelvas a ir al bosque".

"De acuerdo, mamá", asintió ella.

Selena se levantó y abandonó el salón.

"Estaba en medio de algo cuando entraste, permíteme terminarlo", comentó.

"Claro, mamá".

¿La princesa? ¿Pero cómo es posible? ¿Será acaso esa niña a la que ayudó a salir del bosque? Negó con la cabeza, imposible, aunque nunca había visto a la princesa, estaba segura de que esa niña no lo era.

No tenía pinta de princesa, ni atuendos regios, ni sellos de la realeza, ni anillo real, absolutamente nada. Era tan normal como cualquiera.

Y además, la princesa no tendría catorce años, se rió para sí, definitivamente no.

No, no podía ser ella. Optó por guardar el secreto de lo ocurrido, no se lo contaría a nadie; de todos modos, dudaba poder recordar siquiera el rostro de la niña, no, negó con la cabeza, no sería capaz.

Mejor dejarlo en el olvido, al fin y al cabo, solo ayudó a alguien y no había nada de extraordinario en ello.

Justo entonces, su teléfono vibró desde su habitación, se levantó de un brinco y fue a atenderlo.

Lo tomó de su escritorio y vio la pantalla, Zaina aparecía en la llamada.

"Hola, amiga", contestó.

"¡Yooooo! Llevo rato llamándote", enfatizó.

"¿Llamando desde cuándo?".

"Como desde hace diez años".

"Ya me dirás que ha sido por un milenio".

Ambas soltaron una carcajada.

"¿Dónde te habías metido? Tu mamá llamó... hace como cincuenta minutos".

Suspiró.

"Ya sé, ya llegué a casa".

"¿Dónde estabas, Rina?", insistió.

"Pues... salí a caminar", respondió con evasiva.

"¿A caminar? Rina, ¿te fuiste a caminar sin tu teléfono? Vamos, basta de rodeos y cuéntame la verdad de una vez".

Rina se echó a reír; esa era Zaina, nunca podías engañarla, era como un detector de mentiras.

"Está bien... está bien, fui al bosque".

"¿A buscar tus hojas?".

"Exacto".

Un silencio se instaló mientras Zaina guardaba silencio, sin pronunciar palabra. Rina se sintió desconcertada.

"¿Sigues ahí, bebé Z?", preguntó.

"Ya te dije que me dejaras encargarme de esto".

"Rayos, pero yo quería hacerlo por mi cuenta".

"¿Yendo al bosque? ¿No te das cuenta del peligro que eso conlleva?".

"Lo siento, de verdad no quería estar agobiándote siempre con mis problemas".

"¿Alguna vez me has oído quejarme?".

"Perdóname, cariño, perdóname", imploró.

"Ya, para que no termines llorando", y ambas rompieron en carcajadas.

"Ya no lloro más, soy una chica fuerte ahora".

"Ya veo. Acaban de convocar a mi padre a una reunión urgente en el palacio...", se detuvo.

Rina soltó un suspiro profundo, rascándose la cabeza.

"¿Qué ha pasado para que sea una reunión urgente?", inquirió.

Zaina se tomó su tiempo para responder, dejándola en ascuas.

Rina intuyó y bufó.

"Vamos Z, dímelo ya", exclamó golpeando el escritorio de lectura.

"Secuestraron a la princesa real".

¿Qué? ¿Otra vez??

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