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C12 Determinación

Quizás simplemente estaba harto de esforzarse por una mujer que había llegado a la conclusión de que no merecía su amor, o quizá fue el tiempo o la influencia de su hermana, nadie podía decirlo con certeza, pero Jason comenzó a retomar interés en su vida. Regresó al trabajo y todos sus empleados se alegraron de tenerlo de vuelta. Se sumergió de lleno en sus labores, evitando que sus pensamientos se desviaran hacia Rebecca.

Su hermana se había encargado de eliminar todas las fotos y retratos de Rebecca, incluso aquellos que ella y Jason habían tomado juntos, ya fuera de las paredes o del álbum de fotos.

Su intención era erradicar el recuerdo de Rebecca de la mente de su hermano.

Jason dejó de beber y, en una semana, el olor del alcohol le resultaba insoportable.

Mantuvo algunas botellas en su bar, únicamente por cortesía, en caso de tener invitados que lo prefirieran.

Atendió el consejo de su hermana y comenzó a ir al gimnasio con regularidad.

Cada mañana, salía a correr durante media hora o una hora antes del desayuno y luego se dirigía al trabajo.

Cumpliendo su promesa, una mañana llegaron los papeles del divorcio y, después de leerlos, los firmó. Estaba dispuesto a concederle el divorcio para que ella desapareciera por completo de su vida. Quería olvidarla y todo lo que le recordara a ella y a su falta de sinceridad.

Recordaba cómo se acurrucaba junto a él: "Cariño, sabes que te amo, ¿no es así?".

"Por supuesto, y yo a ti". Él respondía con una sonrisa, consciente de que ella estaba a punto de pedirle algo.

"Bueno, necesito renovar mi guardarropa. Ya no está a la moda y no se corresponde con la esposa de un director ejecutivo multimillonario como tú, ¿entiendes?", decía mientras lo acariciaba, logrando excitarlo hasta que él accedía. Aunque no necesitaba esforzarse tanto, porque él siempre estaba dispuesto a complacerla en todo, y ella lo sabía y lo explotaba constantemente. Pero a él nunca le importó, porque sentía que todo su trabajo era por y para ella. Si Rebecca no gastaba y disfrutaba de su dinero como su esposa, entonces, ¿quién lo haría?

Ella mencionaba una cifra que resultaba escandalosa, pero a él no le importaba, simplemente accedía a sus peticiones.

Durante la noche, solo en su habitación, rodeado de un vacío abrumador, la soledad lo golpeaba con toda su intensidad. Recordaba lo que había sido su relación. Ardiente. Rebecca era una mujer apasionada, sofisticada y cosmopolita; todo lo que inicialmente lo había cautivado.

Sus ojos seductores siempre encendían su deseo y ella era plenamente consciente de ello. Conocía la influencia que tenía sobre él y no dudaba en usarla en su beneficio.

El modo en que Rebecca se contorsionaba al hacer el amor, sus gemidos y gritos, como si estuviera siendo azotada o sumida en un éxtasis sexual insoportable, reflejaban lo que él mismo sentía y asumía que ella debía sentir lo mismo. La pasión con la que respondía era tanto excitante como embriagadora. Era imposible que cualquier hombre no se sintiera atraído o no se enamorara de ella tras compartir una experiencia tan intensa, pero ¿por qué estaba pensando en todo esto ahora? Ya era historia y lo mejor sería recordarlo así y no lamentarse por lo que ya no tenía remedio.

Evocaba sus pechos, turgentes y firmes. Solía acariciarlos, llamándola "mamá" y rogándole que lo nutriera con su pecho. Naturalmente, esto desembocaba en otro encuentro amoroso. Ella gemía mientras él se deleitaba en su pecho, atrayendo su cabeza hacia sí y enredando sus piernas alrededor de él, y muchas veces, sin llevar nada encima, se dejaban llevar hasta consumirse el uno al otro. ¿Dónde, entonces, había empezado a fallar todo?

Para él, esos momentos de intimidad habían sido inolvidables, pero evidentemente para ella no lo habían sido. Él creía que estaban haciendo el amor, pero para ella, al parecer, solo era sexo. Así lo había expresado en su carta.

Se sacudió, decidido a poner fin a esos pensamientos. Se levantó, bajó las escaleras y abrió la puerta que daba a la piscina de la propiedad para sumergirse en un baño reparador.

Nadó por un tiempo, salió del agua, se secó con una toalla y volvió a sumergirse. El agua estaba tan fría como él lo deseaba. La intención era que la gélida realidad de su situación se hiciera evidente para evitar que se creara falsas esperanzas, y funcionó: se quedó dormido tan pronto como regresó al interior.

Sally, que dormía poco y despertaba con cualquier ruido, lo había escuchado salir de su habitación y estuvo atenta a sus movimientos, temiendo que se dirigiera al bar, pues comprendía la soledad que debía estar sintiendo. Pero suspiró aliviada cuando la puerta principal se abrió. Se acercó a su ventana para espiar qué hacía y justo a tiempo para oírlo zambullirse en la piscina.

Eso era un avance. Sentía que su labor allí había concluido y que pronto debería regresar a su hogar, a su esposo e hijos. Extrañaba enormemente a su hermosa hija y a su apuesto hijo. Aunque hablaba con ellos con frecuencia desde que llegó, no era comparable a la calidez de su presencia.

Contenta con la mejoría, decidió quedarse algunos días más para estar completamente segura antes de volver con su familia. También extrañaba a su marido, así que comprendía a la perfección lo que su hermano debía estar enfrentando, especialmente durante las noches.

Él necesitaba encontrar una novia, y cuanto antes, mejor. El amor podría surgir con el tiempo. Lo importante era que hubiera una atracción mutua suficiente. Conseguirle compañía sería otra tarea a realizar antes de su regreso a casa.

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