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C15 Venganza sucia

Phoebe mantuvo su aventura clandestina con su jefe casado, quien le proporcionaba dinero suficiente para mantenerse. Solían realizar viajes de trabajo juntos, y en esos viajes disfrutaban el uno del otro. El hombre estaba tan encantado con Phoebe que no estaba dispuesto a dejarla ir. Phoebe, que había empezado la relación para no decepcionar a Richard, se dio cuenta de que también le gustaba recibir tanta atención, y el dinero le resultaba muy útil. Además de Richard, tenía sus propias necesidades materiales que nadie más se preocupaba por cubrir. Siempre era ella quien cuidaba de todos, así que sentirse atendida por una vez era agradable, pero no quería perder a Richard. La pasión con la que hacían el amor la enloquecía. Tenía la sensación de que su cuerpo estaba tan acostumbrado a su manera de hacer el amor que nadie más podía compararse con él.

Cuando Phoebe estaba de viaje, Richard aprovechaba para encontrarse con cuantas amigas deseara. De hecho, ansiaba que hubiera más viajes de esos. No solo por la libertad que le daban para disfrutar de su compañía femenina sin restricciones, sino porque Phoebe siempre regresaba de esos viajes con los bolsillos llenos, gracias a la generosidad de su jefe.

Fue en una de esas ocasiones que Carol lo vio y decidió que era el momento de enseñarle a esa bruja la lección de su vida.

Richard planeó una emboscada con un grupo de jóvenes de moral cuestionable en un área remota cerca de un lago, rodeada de colinas montañosas, donde tenían la intención de violarla.

Un día, mientras Carol iba de camino a algún lugar, fue secuestrada y llevada al lugar acordado donde los jóvenes planeaban abusar de ella por turnos. No les importaba si la violaban hasta matarla. Habían recibido un pago generoso por ello y además buscarían su propia satisfacción sexual. Para ellos, no era un mal negocio en absoluto.

Cuando Carol se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y de lo que aquellos hombres tenían planeado para ella, la adrenalina inundó su sistema, dotándola de una fuerza que no sabía que tenía y luchó con la ferocidad de un perro rabioso.

No podía explicar cómo lo había logrado, pero consiguió sacarse de la boca el trapo con el que estaba amordazada y gritó. Su lamento se propagó por las colinas.

Unos jóvenes que no estaban muy lejos oyeron su grito y pensaron que tal vez fuera alguna gaviota u otro animal. Pero el grito se repitió, esta vez suplicando ayuda.

"¡Ayúdenme, por favor, ayúdenme!"

Luego, el sonido se apagó. Los muchachos corrieron hacia el lugar de donde provenía y, tras buscar un rato, estuvieron a punto de rendirse porque la voz ya no los guiaba, pero un movimiento captó su atención. Se hicieron señas para mantener el silencio y avanzaron con cautela hacia donde habían visto el movimiento.

Encontraron a una joven atada y amordazada, en estado de semidesnudez. La desataron, pero antes de que pudieran hacer algo más, fueron atacados. Sin embargo, eran hombres de montaña y se defendieron con bravura; el efecto de las drogas que habían consumido los atacantes empezaba a disiparse. No habían calculado que la chica les causaría tantos problemas, de lo contrario, habrían exigido más dinero.

Al verse superados, los atacantes huyeron, dejando a los hombres con la chica indefensa.

Los jóvenes rescatistas terminaron de liberar a Carol y le quitaron la mordaza. Tenía la garganta seca, pero logró agradecerles.

"¿Estás bien?"

"Ahora sí. Si no hubieras llegado cuando llegaste, no quiero ni pensar lo que podría haberme sucedido. Muchísimas gracias", dijo ella.

"Solo estábamos haciendo lo correcto, cumpliendo con nuestro deber hacia la humanidad. Cualquiera en nuestro lugar habría hecho lo mismo".

"Te equivocas. No todos habrían arriesgado su vida para salvar a alguien y preservar su dignidad".

"No pienses en eso ahora. ¿Te han hecho daño?"

"No, solo siento un poco de entumecimiento donde estaba atada, pero sobreviviré, gracias a ustedes".

"Ya es suficiente agradecimiento por hoy. Si puedes ponerte de pie y caminar, te acompañaremos a alejarte de este lugar. Podría haber más bestias como las que te atacaron acechando por aquí".

Carol se estremeció y se puso en pie con determinación. Avanzó a paso rápido, como si intentara escapar de aquel lugar.

Los jóvenes le preguntaron qué hacía allí y ella les contó cómo la habían secuestrado al salir del trabajo y la habían traído por un sendero tortuoso.

Ella inquirió por sus nombres.

"Sería una descortesía no saber cómo se llaman mis rescatadores".

"Me llamo Tim".

"Yo soy Mac".

"Y yo soy Palmer", dijo el que parecía haber llevado la mayor parte de la acción.

Observaba a Carol con una mirada inusual. Carol se sonrojó y desvió la vista. Le atraía. Ese tal Palmer.

"¿Y tú cómo te llamas?", preguntó él.

"Soy Carol. Carol Pitts".

Comenzaron a charlar y sus otros dos amigos se hicieron una señal para acelerar el paso y darles a Carol y Palmer un poco de privacidad para que se conocieran mejor.

Carol y Palmer intercambiaron contactos y direcciones, prometiéndose llamarse.

Para ese momento, ya habían llegado cerca de la casa de ella.

Por coincidencia, Phoebe se acercaba hacia ellos; había ido a buscar a Carol para hablarle de su conversación con Richard, pero no la había encontrado en casa. Había intentado llamarla, pero su móvil estaba fuera de servicio. Esperó un poco y justo volvía a casa cuando se cruzó con ellos.

Se presentaron mientras Carol le presentaba a Phoebe.

"Por favor, cuida mejor de tu amiga. Estuvo a punto de ser agredida por un grupo de drogadictos hace un momento".

"¿Qué?"

"Tranquila. Estos jóvenes me rescataron. De no ser por ellos, podría haber sido violada hasta la muerte. Pero ya hablaremos de todo eso más tarde.

Gracias una vez más, Tim, Mac y Palmer. Espero tener noticias suyas".

Se sonrieron y Phoebe captó el momento. Se sintió feliz por su amiga. Finalmente, estaba retomando su vida.

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