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C4 Atrévete con la esperanza

Gracias por el dinero, pero ¿cómo piensas conseguirme el trabajo?

Ahora que sé dónde vives, eso era parte del motivo por el que quería llevarte a casa. Así que, me pondré en contacto contigo. Necesito hablar con un amigo y averiguar qué puestos tiene disponibles en su empresa. Voy a pedirle un favor que me debe y asegurarme de que consigas el trabajo. Pero te advierto, él es un perfeccionista. Valora mucho la dedicación al trabajo de sus empleados. Si descuidas tus responsabilidades, no dudará en despedirte y yo no podría intervenir".

No tienes de qué preocuparte. No lo defraudaré. Jamás se arrepentirá de haberme contratado, ni tú de haberme ayudado a conseguir el empleo", exclamó ella, llena de entusiasmo.

La emoción que irradiaba su rostro era algo digno de admirar.

Aún no he hablado con él. Aún no es momento de agradecerme".

No importa su respuesta, el simple hecho de que lo hayas considerado ya significa mucho para mí. Y estoy convencida de que, incluso si no tiene un puesto disponible, encontrarás otro lugar para mí. Confío plenamente en ello".

Esa confianza tuya... Espero estar a la altura de tus expectativas. Pero dime, ¿has aprendido alguna habilidad especial o qué estudiaste en la universidad?" preguntó, buscando la mejor manera de ayudarla y el puesto que más se adecuara a ella.

Estudié en una escuela de enfermería, así que tengo conocimientos de medicina y enfermería. Además, soy muy buena mecanografiando, por lo que cualquier trabajo de secretariado me vendría bien", respondió ella con esperanza.

Jason asintió. Era lo que sospechaba. Su manera de hablar era refinada y dejaba entrever que había recibido una educación formal.

¿Cuál es tu nombre?

preguntó, dándose cuenta de que, desde que se habían conocido, él no sabía su nombre y ella tampoco conocía el suyo.

Soy Nancy. Nancy Jones", dijo ella, mirándolo con curiosidad.

Él captó su mirada y sonrió.

"Soy el señor Jason Campbell".

"Pues señor Campbell, debo decir que ha sido un placer conocerlo, a pesar de las circunstancias poco comunes de nuestro encuentro".

El placer es todo mío, Srta. Nancy. Hemos llegado. Dijo él mientras frenaba, se bajaba del coche y rodeaba el vehículo para abrirle la puerta a ella.

Ella descendió y se despidió de él. Se sentía hambrienta y mareada, con el único deseo de llegar a su habitación lo antes posible para comer algo de la comida pasada que había dejado allí.

"Adiós, esperaré tu llamada", le dijo, recordando que le había dado su número mientras aún estaban en el coche, conversando sobre su futura visita para informarle del resultado de la charla con su amigo acerca de la posibilidad de conseguirle un empleo.

"No, no. Parece que olvidas que necesito saber exactamente en qué parte de este edificio vives, para no tener que andar preguntando cuando venga a visitarte por cualquier motivo. Y estás mareada y débil, debo acompañarte hasta tu habitación o apartamento y asegurarme de que estés bien antes de irme. Es mi responsabilidad, sabes".

Nancy se sintió invadida por el pánico. ¿Qué podía decirle para convencerlo de no acompañarla? No podía permitir que él descubriera la penosa situación en la que vivía. Su orgullo no se lo permitía.

"¿Podrías dejar de entrometerte por una vez? Ya tienes mi número. Si la próxima vez no logras encontrarme, ¿no podrías simplemente llamarme? No estoy de ánimo para recibir visitas, por más agradecida que esté, y mi apartamento está desordenado en estos momentos. Así que, por favor, vete. Mantendremos el contacto".

Jason no lograba entender su reserva, pero notó que no estaba para discusiones. Habría insistido en llevarla hasta su apartamento, pero era evidente que ella no quería que él entrara ese día. Se preguntó si tal vez su novio estaría allí y si esa sería la razón por la que no quería dejarlo pasar.

"Está bien. No tienes por qué alterarte. No entraré si no lo deseas, pero me quedaré aquí hasta que hayas entrado. Solo quiero asegurarme de que llegues segura".

Muchas gracias, pero no hace falta. Ya has hecho lo más importante: llevarme al hospital, pagar las facturas de mi tratamiento y traerme a casa. Lo demás no tiene tanta importancia y no soy una mujer indefensa, por más que lo pienses".

Él asintió. Sabía que ella no era indefensa, y sin embargo, había intentado acabar con su vida esa misma mañana. Lo pensó en silencio, se despidió con un gesto, subió a su coche y se alejó.

Realmente no sentía un interés particular por ella, más allá de la profunda pena que le provocaba su situación.

Se cuestionó si su novio habría estado de verdad en el apartamento y por qué no la había llamado ni una sola vez durante su ausencia, dado que no recordaba haber escuchado su teléfono sonar.

Pero, al fin y al cabo, eso era problema de ellos. Si lograba que la contrataran en algún lugar, se daría por satisfecho, convencido de haber hecho su parte para mejorar la vida de alguien y prevenir otro intento de suicidio por parte de ella, pues estaba seguro de que esa había sido su intención aquella mañana, y nada le haría cambiar de opinión.

Se olvidó completamente de ella mientras conducía, no hacia su casa, sino a la oficina.

Le sorprendió encontrar que su secretaria personal no estaba en su puesto. Era algo inusual en ella. Interrogó a los demás empleados y le informaron que la señora Amos había tenido que regresar a su hogar porque se sentía débil. Había intentado trabajar, pero al no poder hacer nada, había tenido que irse a casa después de varios intentos fallidos por contactarlo.

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