En busca del amor perdido/C1 Un adiós inminente
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C1 Un adiós inminente

El sol se desvanecía en el horizonte mientras Amir y su madre caminaban tomados de las manos por los prados verdes de aquel bello y próspero Reino, llamado Serendia.

El aroma fresco de la hierba y el sonido de los pájaros llenaban el aire, mientras la risa de Amir resonaba alegremente. Era un día como cualquier otro en su mundo de amor y felicidad.

Amir adoraba a su madre más que a nada en el mundo. Ella era su roca, su guía y su confidente. Juntos, habían enfrentado cada obstáculo y celebrado cada victoria. Al ser solo ellos dos, se habían hecho muy unidos.

El padre de Amir lamentablemente había fallecido en batalla, cuando Selena estaba embarazada del pequeño, Amir no pudo conocer a su padre.

El niño se soltó de la mano de su madre y corrió por entre los arbustos y las flores.

— ¡Mamá, alcanzame!

Selena solo sonrió mientras observaba corretear a su hijo.

En lo profundo de su corazón Amor sabía que algo no andaba bien. Una sombra de preocupación oscurecía los ojos de su madre, su sonrisa era más frágil y sus palabras cargadas de un amor desbordante, adquirían un tono melancólico.

De pronto Amir se detuvo para no chocar con la persona frente a él.

— ¡Tío Elistan!

El Rey Elistan y su madre tenían una amistad tan fuerte como los lazos de sangre, se habían criado juntos desde muy pequeños.

Todos los días el hombre iba a visitarlos y pasar tiempo con ambos.

El pequeño lo veía como la figura paterna que nunca tuvo.

Amir se abalanzó contra su tío y este lo recibió con los brazos abiertos y una gran sonrisa.

El Rey alzo al niño en brazos y se giró hacia la mujer, quien se había acercado.

Elistan la vio con preocupación, ya estaba al tanto de su condición.

Selena tenía una enfermedad incurable y su tiempo en esa vida estaba contado.

Y aunque Amir no era consciente de la grave enfermedad que sufría su madre y la cual amenazaba con arrebatarla de su lado.

Él se aferraba a cada momento compartido con ella, saboreando cada sonrisa, cada abrazo y cada palabra de aliento como si fueran tesoros preciosos destinados a desvanecerse.

La tarde caía lentamente sobre Serendia, tejiendo una manta dorada sobre el horizonte mientras Selena y Amir regresaban a su hogar. En silencio, el Rey Elistan caminaba a su lado, su rostro reflejando una mezcla de tristeza y determinación.

A medida que se acercaban a la casa, un aire de solemnidad envolvía sus pasos. Selena sabía que había llegado el momento de revelar la verdad a su amado hijo. Se detuvieron frente a la puerta, y con una mirada cargada de amor y pesar, Selena tomó las manos de Amir.

"Amir, mi valiente y amado hijo", susurró Selena con voz temblorosa. "Hay algo que debes saber. Mi cuerpo está luchando contra una enfermedad muy grave, una enfermedad que no puedo vencer. Pronto, partiré hacia otro lugar, pero quiero que sepas que siempre viviré en tu corazón."

El corazón de Amir se aceleró mientras el peso de las palabras de su madre se asentaba en su alma. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sus pequeños labios temblaron. Quería negar la realidad, aferrarse a la esperanza de que todo esto fuera solo una pesadilla pasajera.

El Rey Elistan se arrodilló frente a Amir, rodeándolo con sus brazos protectores. "Amir, tu madre siempre te amará, sin importar lo que suceda. Y yo, como tu tío y protector, estaré aquí para ti. Te cuidaré y te guiaré, incluso cuando tu madre no pueda hacerlo físicamente."

Amir asintió, sintiendo el calor reconfortante del abrazo de su tío. Pero una pregunta ardía en su corazón y amenazaba con romper su frágil calma.

— ¿Por qué, mamá? — Preguntó con voz entrecortada. — ¿Por qué tienes que irte?

Selena acarició suavemente la mejilla de Amir, secando sus lágrimas con ternura. "Mi dulce niño, hay cosas en este mundo que no podemos controlar. A veces, el destino nos lleva por caminos difíciles y nos separa de aquellos a quienes amamos. Pero recuerda, siempre estaré contigo en espíritu. Mi amor te acompañará en cada paso que des."

El sol se había hundido por completo en el horizonte, dejando al descubierto un cielo estrellado que parecía susurrar palabras de consuelo.

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