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C9 Obsérvate

"¿Alguna vez has perdido un bebé?"

Ella negó con la cabeza. "Después del diagnóstico y la cirugía, me dijeron que había pocas probabilidades de que pudiera quedar embarazada".

El Dr. Parks exhaló un suspiro antes de asentir. "Entonces, ¿llevan tiempo intentándolo, verdad?"

"Sí, desde que nos casamos lo hemos intentado durante años. Pero nada, y ahora...", comenzó a decir, pero se detuvo antes de revelar su oscuro secreto.

Sintió cómo él tocaba su mano y al abrir los ojos, vio la alianza de plata en su dedo. La imagen de él, radiante de felicidad en su foto de boda, la asaltó de nuevo, intensificando su llanto. Se cuestionó, una vez más, por qué había decidido casarse con un patán.

"No puedo asegurarte que todo saldrá bien, pero estaré pendiente de ti. Quisiera verte semanalmente hasta que nazca el bebé. De acuerdo al ultrasonido, tienes unas ocho semanas de embarazo. Eso significa que te quedan unos siete meses más".

Pandora asintió, reconfortada por su disposición a cuidarla con tanta atención.

"¿Trabajas?", inquirió él, soltando su mano.

"Sí", respondió ella.

"Es importante que en tu trabajo estén al tanto y que te lo tomes con serenidad. Te indicaré cuándo deberías dejar de trabajar, pero por ahora digamos que alrededor de los siete meses, dependiendo del tamaño que alcance el bebé". Pandora asintió mientras él levantaba una ceja. "Procura mantener tus niveles de estrés al mínimo".

Pandora soltó una risita sarcástica y, al captar su mirada inquisitiva, negó con la cabeza. No pensaba contarle que su exmarido estaba decidido a hacerle la vida imposible. Y no tenía ni la menor idea de quién era el padre del bebé, ni cómo localizarlo.

El Dr. Parks le ofreció recomendaciones para aliviar las náuseas matutinas. Le aconsejó comer poco y a menudo. Para concluir, programaron una nueva cita para la semana siguiente.

"Que tengas una excelente semana, Pandora", le dijo él, extendiéndole la mano. Ella la aceptó una vez más y una oleada de deseo y necesidad la invadió. Ansiaba sentir sus manos recorriendo todo su cuerpo.

"Adiós", logró decir con un hilo de voz.

'¡Está casado!', se reprendió mentalmente mientras salía apresuradamente del lugar.

Exhaló el aire que había contenido al salir finalmente del edificio. "Debería buscar otro médico", murmuró deslizándose en su coche.

El teléfono de Ana emitió un pitido justo cuando se abrochaba el cinturón de seguridad. "Hola, Kiera".

"¿Qué tal fue?" preguntó Keira con impaciencia.

Ana soltó una risita, consciente de que Keira había querido acompañarla a la cita pero no había podido librarse del trabajo.

"Quiere verme semanalmente", le contó Pandora. "Y conseguí varias copias de las ecografías". Miró de nuevo las imágenes del ultrasonido.

"¿Ahora se siente más real?"

"Sí, sobre todo después de escuchar los latidos de Bean", respondió, provocando un suspiro de emoción en Keira.

"Ya no me importa el trabajo. La próxima vez te acompaño. Si no me dan el día, me declaro enferma".

"Keira... necesitas estar en el trabajo. Tu oficina no puede prescindir de ti", le recordó Pandora.

"Tomé este trabajo pensando que tendría una vida tranquila y un montón de ventajas. ¡Qué engañada estaba!"

Pandora no pudo evitar reír mientras Keira se lamentaba de su empleo durante la llamada.

"Debo irme. Algún gamberro ha llevado petardos al vestuario de las chicas. Tengo que ponerles las cosas claras", dijo con un suspiro.

"Nos vemos este fin de semana", se despidió Pandora antes de colgar.

Regresó a su trabajo y, nada más llegar, se dirigió a la oficina de su jefe. Aron era su superior nominalmente, pero en realidad era de la edad de su padre y la había acogido bajo su ala desde hace tiempo. Se había convertido en un amigo entrañable y hasta deseaba presentarla como su ahijada. Claro que, ese detalle era desconocido para el resto del personal.

Pandora se empeñaba en desempeñar su labor en silencio y alejar cualquier sospecha de que había recurrido a artimañas para ascender en su carrera. Su talento era el verdadero responsable de su ascenso a la cima.

"Buenas tardes, Pandora", la saludó Aron, su jefe, con una sonrisa al verla entrar.

"Creo que debo informarte de que estoy embarazada". El semblante de él cambió al oírla. "Tengo dos meses", confesó ella en voz baja.

"¿Has vuelto con Derrik?", inquirió él, a lo que ella negó con la cabeza.

"Es solo alguien que conocí y con quien hubo química...", su voz se fue apagando mientras hacía un gesto evasivo con la mano.

"¿Y qué opina él del embarazo?"

"Pues... perdí su número y él está fuera de la ciudad. Así que, de momento, no está enterado".

Aron arqueó una ceja, mostrando un escepticismo apenas disimulado. "¿Tu padre ya lo sabe?" Era previsible que, como un consejero de confianza, él tocara ese tema. Y Pandora prefería evitar esa conversación.

"Tengo pensado decírselo esta noche".

"Los padres detestan estar desinformados sobre la vida de sus hijos. Seguro que se preocupa si nota algo extraño antes de que se lo cuentes".

"Esta noche le contaré", insistió Pandora, buscando tranquilizarlo.

"Está bien. Avísame si necesitas unos días libres. No has tenido el mejor semblante estos últimos días".

"Gracias", replicó ella con un tono mordaz.

"Mi madre lucía mejor en su funeral que tú ahora. Y eso que ya llevaba un rato fallecida", contraatacó Aron.

"Ya basta, tienes que parar", murmuró Pandora, levantándose de su asiento.

"Yo solo digo las cosas como son", se rió Aron, mientras Pandora, con un gesto de la mano, se alejaba. Notó que sus colegas la miraban con preocupación. Tal vez realmente lucía mal después de haber estado enferma. ¿Dónde estaba ese resplandor que se supone acompaña al embarazo? ¿Por qué no podía ser ella una de las afortunadas?

Pandora no tenía respuestas. Sin embargo, se aferraría a los consejos del doctor Parks y cruzaría los dedos. Con algo de suerte, sus recomendaciones la ayudarían a mejorar.

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