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Edward tenía razón. El Maestro era muy buen jugador de póquer y tenía una gran ventaja durante la primera hora de la noche. Podía superar a cualquiera. Tal vez sólo tendría que servir su polla una vez más. Rápidamente, el Maestro frustró mis esperanzas.

"No pujaré en ningún caso", dijo. "Es entre los cinco. Puedo usar a la esclava cuando quiera como su dueño"