Forzada/C1 Prólogo
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C1 Prólogo

Prólogo

Eran las ocho de la noche y en Industrias Richmond el trabajo nunca cesaba. Aliza, con el último documento grapado, exhaló un profundo suspiro y se encaminó hacia la oficina del director general, sosteniendo el expediente con firmeza.

Al llamar a la puerta, la voz grave de su jefe resonó desde el interior: "Pasa". Al abrir, se encontró con una habitación sumida en una oscuridad inquietante. Aliza escudriñó el lugar, invadida por el pánico.

De pronto, un destello de luz surgió de un encendedor, seguido por el humo que escapaba de sus labios. Había encendido un cigarrillo. Aliza era la secretaria y asistente personal del temido empresario, líder mafioso y señor del submundo, Charles Rodríguez, director general de Industrias Richmond.

"¿Acaso no te compensan adecuadamente aquí, Aliza?". Su tono era calmado, pero ella conocía la amenaza latente detrás de esas palabras aparentemente sencillas. Llevaba tres años al servicio de Charles Rodríguez, y ahora sus piernas temblaban ante el temor de lo que él pudiera concluir.

"¡Respóndeme, maldita sea! ¿No te compensan bien aquí?" La voz de su jefe retumbó en las paredes silenciosas de la habitación oscura, cargada de mortalidad. Aliza dio un brinco, aterrorizada, y su voz tembló al responder: "Sí... sí, señor".

"¿Entonces por qué traicionaste nuestra cotización de suministros portuarios a Industrias Reymond?" El rostro de Aliza se tornó pálido ante la entonación letal de su jefe. Tragó saliva con dificultad y respondió con voz temblorosa: "Señor, yo... no fui yo. No tenía idea..."

"¿Y esto qué es?" Un fajo de papeles golpeó su rostro, lanzados por el aire, y al instante siguiente él estaba frente a ella, encarnando la venganza. Aliza sintió que su conciencia se desvanecía ante la abrumadora presencia de su jefe, un aura perniciosa que la envolvía.

"Basta de disparates". Él le gritó en el rostro, su semblante enrojecido y sus ojos desprendiendo un torbellino salvaje. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Aliza, sumergiéndose en la atmósfera amenazante de su jefe demoníaco.

Oprimiendo su tráquea, la empujó contra la pared y apretó su garganta con tal fuerza que ella creyó que iba a morir. Sus ojos se revolvieron, perdiendo casi la conciencia, cuando él inclinó su cabeza y, con los dientes apretados, susurró en su oído. "NO SOPORTO LA DESLEALTAD, SEÑORITA STELWART, Y USTED HA DESPERTADO AL MONSTRUO QUE YACÍA DORMIDO EN MÍ AL REVELAR SU VERDADERA Y DESAGRADABLE NATURALEZA".

Besó su cuello, inhaló su perfume y la soltó bruscamente, con una expresión de dolor marcada en su rostro. Aliza jadeaba, mirando al diablo con temor y con un temblor en su voz. "Por favor, créame señor, soy inocente". Charles observó el ritmo acelerado del pecho de Aliza. "NO IMPORTA LO QUE PASE, NO PUEDO DEJAR DE AMARTE Y ME ODIO A MÍ MISMO POR ESO".

"No quiero volver a ver tu rostro nunca más. Estás despedida".

***

La temperatura en California había caído a niveles récord este año y la frágil indumentaria de Aliza era insuficiente ante los temblores que le provocaba el intenso aguacero. Un elegante Lamborghini Urus negro atravesó la entrada a toda velocidad, pero Aliza permaneció inmóvil. Para ella, era un momento decisivo.

Avergonzada y humillada por su vulnerabilidad, Aliza reunió el último vestigio de su valentía y gritó hacia la ventanilla trasera del vehículo. "¡Señor, no soy desleal, no he cometido ninguna infracción!" El coche cambió de dirección y se alejó rápidamente, salpicando su vestido ya empapado con barro y agua.

Instantes después, una furgoneta blanca se detuvo a pocos metros de ella y dos hombres de azul se acercaron. "Está arrestada, señorita Aliza Stelwart, por incumplir su contrato al revelar información confidencial de Industrias Richmond a compañías extranjeras".

Le colocaron unas esposas en las muñecas mientras ella pensaba, angustiada. Mi vida está arruinada y me han atrapado por el hurto que jamás debí cometer. Pero, lamentablemente, ya era demasiado tarde para admitir mi culpa.

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