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C4

Hoy ha sido el día más extraño de mi vida. Llevar en el coche a un completo desconocido que, además, es atractivo y termina subiéndose a un vehículo tan lujoso.

Pestañeo confundida y me dirijo de vuelta a casa. Ya casi es de noche y estoy segura de que me espera un buen lío al llegar. Detengo el coche en el garaje y salgo preparada para enfrentar los problemas que seguro me tienen mis padres.

"¿De dónde vienes?" pregunta papá en cuanto entro al salón.

Me meto las manos en los bolsillos traseros y los miro fijamente. ¿Qué se supone que les diga?

"Ariel", me regaña mamá con la mirada clavada en mí.

"Di una vuelta por la ciudad".

"¿Un paseo sin más? ¿O es que ya te conseguiste un novio, Ariel?"

"Papá, por favor, basta".

"¿Acabas de interrumpirme?" Mi padre eleva la voz.

"¿Qué hicimos para merecerte? Actúas como si te odiáramos, pero tu actitud no es para nada agradable. Tu mala suerte nos arrastró hasta Nueva York, ¿ya se te olvidó?"

Pestañeo para contener las lágrimas delante de ellos. ¿Por qué se comportan tan intolerantes y fastidiosos?

"Lo siento", digo mirando a Leslie, que está sentada en el comedor.

"¿Lo sientes? ¿Por mentir? ¿A dónde fuiste realmente?"

"Di una vuelta".

"¿Aún mientes? Ariel, te voy a castigar si no dices la verdad". Mamá me apunta con el dedo como lanzando puñales.

Nuestras miradas, la de Leslie y la mía, se cruzan. Ella poco hace por mejorar las cosas. Parece disfrutar viéndome sufrir. Vuelvo a mirar a mis padres, que no apartan sus ojos de mí.

"Yo...", comienzo, tartamudeando mientras parpadeo. Mis ojos ya están inundados y vuelvo a llorar.

"Salí a dar una vuelta porque estoy harto de que me traten como basura. Ni siquiera confían en mí".

"¿Por qué deberíamos confiar en ti? No deberías estar aquí, deberías estar en un internado de monjas sirviendo como tal, pero arruinaste todo. Ariel, nos has avergonzado, cometiste un pecado imperdonable y eso nos trajo a Nueva York".

"¿En serio? Siempre han sido ustedes. Ni siquiera les importo. Solo empezaron a ser amables cuando decidí ir al internado de monjas. Mis sentimientos les son indiferentes. Me empujaron a ser monja solo para alimentar su propio ego." Y con eso, mi madre me da una bofetada.

Parpadeo repetidamente mientras las lágrimas se deslizan por mis mejillas. Me limpio el rostro y me dirijo a mi habitación.

"Ariel, regresa aquí", me llama mi padre.

Hago caso omiso y me encierro en mi cuarto, furiosa. Cierro la puerta con llave y me desplomo en la cama, llorando sin cesar. Detesto mi vida. ¿Por qué no puedo ser como Leslie? A ella no le gritan y mamá jamás se atrevería a levantarle la mano. No puedo creer que mi madre haya tenido que golpearme por sus propias razones. Me duele la cabeza. Me levanto sin fuerzas, busco mi botella de agua y las pastillas. Anhelo el día en que no necesite más medicación. Mis padres ya lograron que dejara de ir a terapia.

Tomo las pastillas y me contemplo en el espejo. Mi reflejo me devuelve una mirada de alguien destrozada y sin esperanzas. Aunque mi vida nunca fue perfecta, era maravillosa antes de que Freddie se aprovechara de mí. Cierro los ojos y me desvisto para tomar un baño caliente. Permanezco en la bañera, masajeando mi cicatriz. Me corté la muñeca en un arrebato de depresión.

Reposo la cabeza en el borde de la bañera y pienso en la universidad. ¿Qué me espera allí? Los matones me aterrorizan. Fueron una de las razones por las que opté por el internado de monjas. Temía ser juzgada, ese incómodo momento en que te das cuenta de que a nadie le importas. Leslie parece tener una estrella de la suerte. Me da la impresión de que a todos les agrada y, a veces, no puedo evitar sentir celos.

Mi mente vaga hacia aquel desconocido de los tatuajes. Consiguió que olvidara mi dolor, al menos durante los pocos minutos que compartimos coche. Es inútil, no me agradan las personas y es seguro que nunca nos volveremos a cruzar. Sus ojos grises fueron lo primero que captaron mi atención cada vez que lo miraba durante aquel viaje tan alocado. El vapor de mi baño se disipaba y yo ni siquiera tenía ganas de salir del agua. No llevaba la cuenta del tiempo que pasé sumergida, pero me pareció una eternidad. Finalmente, salí y me limpié.

Mis ojos se desplazan hacia el teléfono que suena: un número desconocido. Presiono el ícono para contestar y acerco el teléfono a mi oído.

"Ariel", la voz me paraliza al instante. ¿Por qué me llama? Si ya había bloqueado su número. ¿Qué quiere de mí? ¿Hacerme daño de nuevo?

"Freddie, ¿qué quieres?" pregunto, y no puedo creer que esté a punto de llorar.

"Ariel, lo siento. No fue mi intención lastimarte. Solo quiero que estés bien. Siempre me gustaste. Olvida que salí con Aida en el instituto, estaba ciego y no quería herirte. Creí que no era lo suficientemente bueno..."

"¿Qué es lo que quieres?" grito, con los ojos llenos de lágrimas.

"Te quiero a ti, Ariel".

"Te odio. Dios me perdone, pero me destrozaste, Freddie. No quiero verte nunca más. No vuelvas a llamarme, no te deseo. Eres un monstruo. ¿Quién se aprovecha de su mejor amigo por egoísmo? Déjame en paz." Digo entre sollozos, secándome la nariz y los ojos.

"Ariel."

"Vete al infierno, Freddie. Allí te consumirás." Espeto y cuelgo, lanzando el teléfono sobre la cama, junto a mí.

¿Cómo se atreve a llamarme? ¿Acaso quiere recordarme lo sucedido? ¿Se burla acaso de mi vulnerabilidad? Me quedé despierta hasta casi medianoche y, para mi sorpresa, nadie me llamó para cenar. Me acuesto en la cama y hojeo el libro que el terapeuta me entregó. Por alguna razón absurda, no puedo dejar de pensar en aquel extraño.

Dejé el libro a un lado y cerré los ojos para dormirme. Es de nuevo la mañana y ya estoy despierto. Mi vida es un aburrimiento. Claramente, el aburrido soy yo, porque aquí no hay mucho qué hacer. Nunca lo ha habido. Necesito encontrar un trabajo.

"Ariel". Oh Dios, que no sea ella, por favor.

"Ariel..." insiste, golpeando mi puerta sin parar.

Me levanto de la cama y al echar un vistazo a mi reflejo, me paro en seco. Tengo ojeras. Me sacudo la cabeza levemente y abro la puerta para encontrarme con Alexa.

"¿Has estado llorando?" me pregunta, mientras entra a mi habitación.

"Estoy bien. ¿Cuándo has llegado?" le pregunto, mientras aliso las sábanas.

"Llegué esta mañana. Vine a pasar el fin de semana. Te veo pálida", comenta, intentando alisar mi cabello desordenado.

"Gracias, Alex", le digo, esquivando con cortesía su gesto amable y me dirijo a buscar mi cepillo de dientes.

Leslie entra canturreando una canción que suena en su teléfono.

"¿Qué tal, hermanita?" pregunta Leslie con una sonrisa.

Es extraño. Leslie nunca se preocupa por mí. Siempre ha preferido a nuestra prima Alexa antes que a mí, sin excepciones. No soy como ellas. Leslie es una fiestera en secreto, le gustan los chicos, aunque todavía tengo que comprobarlo, porque después de todo, es mi querida y dulce hermana mayor. Alexa es aún peor, no esconde nada y parece importarle poco lo que piensen nuestros padres. Tiene tatuajes en la cintura y en la espalda, y me sorprende que a sus padres no les moleste. Los míos detestan el hecho de que Alexa sea nuestra prima. La consideran una mala influencia. Aunque debo admitir que, en cierto modo, me cae bien. Es atractiva, con ese piercing en la nariz.

"Vamos a salir de fiesta esta noche, ¿te apuntas?" me pregunta Alexa.

"¿Fiesta?"

"Sí, fiesta", exclama Alexa emocionada. Me giro para observar a Leslie, que finge indiferencia.

"¿Y qué hay de mamá y papá? Ellos también detestan las fiestas, ¿recuerdas?"

"Olvídate de eso. Yo me encargo."

"¿Qué les vas a decir?" pregunta Leslie.

"Que tengo un servicio en la iglesia esta tarde y no regresaremos hasta las 10."

"Las misas no son por la noche", insisto.

"Ariel, ¿por qué tienes que ser tan sosa? ¿Cuándo fue la última vez que te divertiste en una fiesta? ¿Es que alguna vez has ido a una? Será genial. Habrá montones de alcohol y chicos de toda Nueva York y de la universidad", dice Alexa.

Leslie muestra interés, sus cejas se arquean y esboza una sonrisa.

Yo sigo sin ganas. Aunque decida ir con ellas, acabaré siendo el blanco de todas las miradas. Mamá se regodea mandándome y amargándome la vida. Y pensándolo mejor, ya estoy harta de estar encerrada sin hacer nada. No paro de recordar lo destrozada que me siento.

"Está bien, de acuerdo. ¿No te parece que las 10 de la noche es muy tarde?"

"Ariel, anímate un poco", Alexa responde con una sonrisa burlona, chasqueando los dedos.

"Primero vamos de compras por algo de ropa original. No vas a vestirte como si fueras a un entierro", me dice Alex, dirigiéndose a mí.

"¿Y mamá?" pregunto mientras Leslie escucha.

"No nos va a dejar salir esta mañana a comprar ropa."

"No están, tonta", me espeta Leslie.

Me encojo de hombros y respiro hondo. Esto es definitivamente una mala idea y me consuela no ser la única que se la juega.

"Ve a cepillarte los dientes, que nos vamos a arreglar. Y por favor, vístete como una persona normal", dice Alexa con una sonrisa socarrona antes de marcharse con Leslie, que se mueve al compás de la música de su lista de reproducción.

Suspiro profundamente y me apresuro al baño para ducharme. Me pongo unos simples vaqueros negros y una camiseta. Sé que tengo un aspecto normal, aunque no deslumbrante. Salgo de mi habitación y me encuentro con Leslie y Alexa riéndose entre ellas. Alexa es una modelo de pasarela; su vestido rojo corto con tirantes le sienta de maravilla y lleva una chaqueta de cuero negra sobre los hombros. Leslie está radiante y me arrepiento de haber venido en primer lugar. Sus miradas me hacen sentir fuera de lugar.

"Vamos", dice Alexa con una sonrisa pícara, marcando el paso con el taconeo de sus elegantes estilettos sobre las tablas del suelo.

Me siento como si volviera a tener dieciséis. Alexa conduce un Ford modernísimo que es una maravilla en comparación con mi cacharro. Todo gracias a aquel desconocido. Me acomodo en el asiento trasero, sintiéndome una niña cohibida, mientras Leslie y Alexa se mueven al son de la música rap. No tengo ni idea de quién canta. Paramos en una boutique y, sin necesidad de que me lo digan, sé que está fuera de mi alcance. Esas prendas de diseñador están lejos de lo que puedo pagar.

No es que estemos en la ruina, pero mis padres optan por una vida austera, tal vez por su dedicación a la parroquia católica.

"Alex, esto es carísimo", murmuro, echando un vistazo a las prendas y sus precios exorbitantes. Givenchy, Louis Vuitton, Fendi... todas las marcas de lujo que te puedas imaginar.

"Yo invito. Adelante, Les".

"¿Cómo puedes costearte todo esto?" Le pregunto cuando Leslie se aleja.

"Ariel, soy modelo y tengo novio", responde con una sonrisa, seleccionando un vestido que deja poco a la imaginación.

"Deberías probarlo". Me lanza el vestido y enseguida veo que los tirantes y su corta longitud no son para mí. No me atrevo con un vestido tan revelador, con una abertura que sin duda está pensada para mostrar unas piernas perfectamente tonificadas.

"Échame un vistazo, cariño". Leslie sale del probador con un vestido azul sin mangas, extremadamente corto.

"Estás increíble".

"Me lo llevo", dice con una sonrisa. No entiendo por qué querría llevar algo así.

"Ariel, te queda ese", insiste Alexa, eligiendo también para sí un vestido morado de tirantes, pero el suyo es de encaje y prácticamente transparente.

Después de mucho insistir, terminan convenciéndome para que lo compre, con Alexa asegurándome que es solo para esta noche.

♠♠♠

Son las 7 p.m. y Alex me está ayudando a vestirme. Leslie ya está lista, pero sigue retocándose el delineador y el pintalabios. Alexa me alisa el cabello para darle más longitud. Ha sugerido maquillarme un poco, pero me he negado. Ya me siento bastante incómoda con este vestido corto de tirantes y abertura lateral que deja mis muslos a la vista de todos. Algunas personas podrían pensar que mi atuendo es normal, pero esta noche, definitivamente, nada lo es.

Mis padres visitaron a Janell. Su nueva amiga resulta ser de la misma parroquia que nosotros. El viaje fue una tortura para mí, ya que Leslie y Alexa no dejan de murmurar las canciones que retumban en el estéreo. Es un club y yo nunca había pisado uno. Al salir del coche de Alexa, me topo con este lugar tan raro. Creo que voy a vomitar.

"¡A emborracharnos, chicas!" Alexa toma la delantera y yo, ingenuamente, la sigo. Mi alma no está en esto y, como siempre, mi conciencia femenina ya me está reprendiendo para que me relaje y disfrute un poco.

"¡Guau!" Alexa y Leslie se están emborrachando hasta perder el sentido, aunque no parecen tan borrachas. Me animo a probar un sorbo de alcohol, pero lo escupo al instante. Demasiado amargo.

"Alex." Un chico rubio llama con una sonrisa burlona, sentado cerca de Alexa.

"¿Qué mierda quieres?"

"Venga, nena, te he echado de menos."

"¡Vete al diablo! Acabamos de acostarnos y ya te he olvidado." Alexa responde con una seguridad aplastante.

El rubio se ríe como un tonto, a pesar de la música a todo volumen.

"Boo, te has perdido esto."

"Es demasiado pequeño. Lárgate, imbécil. Ya encontré algo mejor que lo tuyo." Alexa replica y yo me mareo con su grosería.

"Así se hace." Leslie grita y supongo que está borracha. No debería estar alentando semejante vulgaridad.

Me aparto de ellas para ir al bar a pedir algo sin alcohol. Si bebo, seguro que termino vomitando. El lugar huele fatal. Me coloco junto a la barra y el barman está a mil por hora. Suelto un suspiro y observo el extraño ambiente del club. Casi todos parecen borrachos o, al menos, algo achispados.

"Hola, preciosa." Un tipo me sonríe con descaro.

Trago saliva por su pestilente hedor a alcohol y no puedo evitar retroceder un poco.

"¿Tienes miedo de mí, cariño?" Me lanza una mirada insinuante, intentando tocarme.

"Alejate de mí", suplico. Es una locura, parece que a nadie le importa.

"Venga."

"Déjame en paz", sollozo.

"Eres demasiado atractiva como para ignorarte. ¿Quién diablos te hizo tan bella?", murmura intentando tocarme, otra vez.

"Campanilla..." Escucho esa voz tan familiar. Me giro para ver quién está detrás de este imbécil borracho. Y ahí está él, erguido en todo su esplendor. Recorre mi cuerpo con la mirada mientras se acerca a mí.

"¿Qué pretendes con mi chica?", le pregunta el desconocido de ojos grises al otro borracho.

"Nada, tío. No sabía que era tuya".

"Mejor así. Ahora lárgate de aquí con tu miseria", observo al borracho alejarse a toda prisa. Me falta el aire. Mis ojos se desplazan lentamente hasta encontrarse con los suyos y, como era de esperar, él sonríe con suficiencia. Claramente, me ha dejado sin aliento con solo estar a unos metros de distancia.

¿Qué hace él aquí? Pensé que jamás lo volvería a ver. Y lo más irónico es que acaba de referirse a mí como su chica. ¿Qué diablos está pasando?

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