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C3 Capitulo 3

Despertó por los fuertes golpes que provenían de la puerta de la habitación.

Abrió los ojos encontrándose con la completa oscuridad que las horas dónde las velas fueron consumidas le brindaban. Los golpes no cesaban por lo que un poco molesto se levantó de golpe, sus pies sintiéndose fríos al impactar con el suelo, se dirigió a la puerta y la abrió con su ceño fruncido.

Del otro lado se encontró con el bonito omega de cabello castaño sosteniendo un candelabro de tres velas en su mano izquierda mientras que la derecha estaba levantada en un puño.

—¿De verdad es necesario que toques tan insistentemente? —le preguntó con una mueca de disgusto en sus bonitas facciones.

—Los motiva a levantarse para abrir la puerta y así se les esfuma en sueño, claro que se acostumbraran y no será necesario ni que toquemos —con su mano derecha ahora tras su espalda se giró en dirección a la siguiente habitación, ya que la suya era la primera del lado izquierdo del círculo—. vístanse rápido y esperen en el salón del harem.

Luego de que se fuera sin siquiera esperar una respuesta se giró, viendo al otro omega sentado con los ojos cerrados y el rostro hinchado, se notaba lo poco acostumbrado que estaba a levantarse a estas horas.

Se dirigió a abrir las finas cortinas para ver el cielo nocturno lleno de estrellas aún.

Él por su parte estaba bastante acostumbrado, los omegas se levantan antes de que caiga el primer rayo de sol, es algo que decía su madre.

En el baúl frente a su cama había varios vestidos bastante abrigados contra el frío, ya que estaban en invierno. Se colocó un vestido morado con flores unos tonos más claros en la falda, con el cuello alto y las mangas largas, se calzó unos bajos tacones que estaban junto al baúl.

Cuando giró, se percató que su compañero seguía en la misma posición que hace 10 minutos, observando una sandalia al lado de su cama.

— ¡Hey, muévete! Nos deben estar esperando —le dijo en un tono de voz bastante alto por lo que el chico saltó en su lugar y procedió a ponerse de pie, tropezando con la misma sandalia y cayendo al suelo sobre su espalda.

Se acercó a levantarlo y cuando vio que estaba completamente despierto salió de su habitación, encontrando hermosos omegas que no parecían para nada de mal humor por ser despertados antes del alba.

Bajó las escaleras con ellos recibiendo amables sonrisas, buenos días y bendiciones de su parte.

Al llegar al salón se acercó a sentarse en un diván frente a una ventana, mientras veía a los demás llegar de a poco.

Se dirigieron todos al salón de estudio conforme el cielo se iba aclarando, había cierta aura tranquila y segura que seguro venía de estar principalmente entre omegas.

Con el primer rayo del sol comenzaron las clases, iniciando con las matemáticas, no siendo la mejor opción para la hora.

~

Con el pasar de las horas y luego de la hora de la comida se encontraba en otra sala, donde estaba comenzando su intento de tocar el piano.

—Sé delicado, omega, los Dioses me otorguen paciencia —le decía una mujer mayor que era la encargada de enseñarle.

Era el único en el área del piano, la mayoría estaba concentrada en la zona de las arpas y flautas, sonidos más suaves y sutiles que iban acorde a su casta.

Bueno, él quería tocar el piano, podía sonar imponente, pero también tener ese toque delicado, y la versatilidad del mismo es utilizada por el intérprete.

Poco a poco se fue familiarizando con el instrumento y conectando con él, obviamente no hizo mucho más que aprender las cosas básicas y tocar unas cuantas melodías ya que era su primera clase.

Ahora se encontraba sentado en los bancos de mármol en el baño mientras refregaba sus piernas con un gel espumoso y una esponja.

Escuchaba carcajadas detrás de él, pero pronto vio que no eran dirigidas a su persona.

En las amplias piscinas habían omegas ya limpios, todos sentados tomando el sol que entraba por el traga luz del techo o nadando en agua con aceites esenciales y pétalos de rosas.

Todos con sus cuerpos desnudos sin ningún pudor, podía ver que cerca había bandejas de las que tomaban aperitivos con los que acompañaban sus copas de vino, todo mientras conversaban y reían.

¿Por esto es que la hora de los baños duraba tanto?

Se dirigió a la zona que estaba destinada a vestidor, pasando junto a una de las piscinas.

—¡Hey! ¿A dónde vas? Ven con nosotros —le dijo una bonita omega rubia con su largo cabello siendo tranzado por otra.

Se congeló, y sintió sus mejillas arder al bajar la mirada con pena y encontrarse con los grandes pechos de la omega al aire, por lo que devolvió la vista a su rostro.

Se acercó y subió las escaleras captando la atención de los demás.

—Siéntate, ¿Quieres comer algo? —le ofreció un delgado omega moreno que estaba sentado en las escaleras interiores.

Se introdujo en el agua y se sentó a su lado, asintiendo con la cabeza.

—Hay bastante variedad aquí, y si quieres algo en específico solo llama a los encargados —le dijo la chica rubia con una sonrisa.

Se acercó a la bandeja y tomó una copa de vino y una galleta de mantequilla que se deshizo en su lengua cuando la probó, el amargo sabor del vino invadiéndolo pronto, subió las cejas en satisfacción.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó el chico a su lado con la cabeza recostada en sus brazos cruzados sobre sus rodillas flexionadas.

—Cybele, ¿Y ustedes? —le respondió con la boca llena de galletas.

—Yo soy Giles, ella es Idylla —señaló a la omega que lo había invitado —, ella es Cristel —su mano cambió de dirección a la chica que le trenzaba el cabello a la rubia.

Procedió a colocar sus manos tras sus caderas, posando su peso en la escalera.

—Y él es Ireneo —apuntó con la cabeza a un omega que estaba nadando anteriormente, ahora recostado de la pared contraria, con los ojos cerrados y la cabeza levantada —nuestro futuro rey —le dijo con un tono burlón logrando que éste abriera los ojos con un rubor trepando a sus mejillas.

—No digas esas cosas a la ligera, el rey te cortará la lengua por siquiera nombrar a alguien más en su trono —le dijo con su bonito rostro serio.

Se fijó en su rostro, tenía el cabello castaño, la piel pálida, sus rasgos eran delicados; labios finos y nariz respingada. Bonitos ojos grises grandes, pestañas llenas y cejas pobladas.

—No te lo tomes tan en serio, eres el favorito del príncipe desde hace años, vas casi todas las semanas a servirle a su alteza, es inevitable que suceda, no estás siendo ambicioso —le dijo la rubia mientras comía una fresa.

—Si es la voluntad de los Dioses así será, nuestro destino está en sus manos —respondió, pero tenía las mejillas sonrojadas, una suave sonrisa y un lindo brillo en sus ojos.

—¡Traigan música muchachos! —les dijo Giles a los betas que esperaban en la entrada, rápidamente saliendo de allí — No será fácil tener una vida diferente, aprovecha este tiempo Cybele, no sabemos cuánto nos queda aquí, pero no es mucho

—¿De qué hablas? —Le preguntó mientras tomaba de su copa bastante relajado ahora.

—El príncipe subirá al trono el próximo mes, tiene permiso de casarse y tener hijos desde que asuma, las bodas ocurren en primavera, por lo que son solo unos meses hasta que el príncipe elija a su omega y nosotros nos iremos de aquí —el omega se sentó junto a Cristel y la omega comenzó a trenzar su cabello y poner flores en él —esta es la vida con la que cualquier omega sueña, estudiamos mucho, sí, pero nuestros lujos, privilegios y derechos son un sueño del que solo uno de nosotros podrá disfrutar para el resto de su vida

Cybele nadó hasta sentarse junto a la omega que trenzaba el cabello del otro, quedando entre ésta y una fuente.

—Todo lo bueno debe acabar. Igual a todos nos irá bien, pase lo que pase —le respondió con una sonrisa en sus labios para aligerar el ambiente.

Pasaron el resto de la tarde charlando de cosas triviales, disfrutando de la música y la comida.

Los trece omegas que conformaban el harem del príncipe se acercaron a la salida de la sala en la que estaba la beta que era la encargada de su cuidado, junto a ella habían unas omegas que comenzaron a caminar al rededor del círculo que formaron, pasando el humo de los inciensos en sus manos por toda la zona.

Los omegas se tomaron de las manos mientras las dos chicas se arrodillaban en el centro del círculo y comenzaban a limpiar unas velas blancas con telas de algodón bañadas en alcohol, luego fueron encendidas con cerillos. Comenzaron a dibujar símbolos en el suelo dentro del círculo de velas, pusieron un caldero con huesos animales en él.

—Acérquense y tomen cada uno el suyo, y préndanlo fuego en una de las velas, así veremos quién acompañará a su alteza en la noche de hoy

Todos comenzaron a hacer lo indicado. Tomó un pequeño hueso que parecía de un ave, lo acercó a la vela y lo dejó arder hasta que de éste salió un humo color blanco a diferencia del negro de los demás; pronto el hueso se quebró y la llama lastimó sus dedos por lo que lo soltó y cayó al suelo.

—Parece que tenemos al acompañante de hoy —comentó la encargada con una gran sonrisa mientras se acercaba al hueso aun ardiendo en el suelo —, y tal vez no solo de hoy.

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