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C4 Capitulo 4

Todos a su alrededor tenían la mirada seria y se formó una tensión que era casi palpable en el aire. Giró y vio a Fay que le daba una linda sonrisa, y cuando giró a devolverle la vista a la mujer miró a Ireneo a la distancia, tenía sus bonitos ojos llenos de lágrimas y los labios apretados en una línea, sabía que eso no era bueno.

—Todos salgan, vístanse, tienen tiempo libre hasta la cena —les dijo la mujer a los demás que pronto comenzaron a caminar hacía la salida, dejando la habitación sola.

De repente llego una docena de sirvientes, unos fueron a vaciar una de las piscinas, los otros salieron de la habitación. Dos de ellos lo guiaron a la sala junto a el consultorio médico; le indicaron recostarse en una camilla, una de las chicas lo ayudó a subir a ésta mientras que la otra buscaba diferentes aceites en una mesa cercana.

Acostado boca abajo recibió masajes en todo el cuerpo, relajaron sus articulaciones y su mente mientras las chicas le hablaban de lo afortunado que era y le daban elogios.

Fue llevado afuera de nuevo, al ya haber anocheciendo, la piscina era iluminada únicamente por unas cuentas velas a su alrededor, lo ayudaron a sumergirse en ésta, estaba llena de leche y pétalos de rosas rojas, un aroma exquisito llenaba sus sentidos.

En el tiempo que estuvo ahí una beta le masajeo el rostro y puso diferentes mezclas en el mismo, entre el tiempo que estuvieron en su rostro le puso mascarillas en el cabello también.

Pasó a la sección de vestidor, donde dos personas se encargaron de hidratar su cuerpo con cremas y aceites, le pusieron perfumes de un gotero tras las orejas.

Su vestido era de color rojo, llevaba toda la parte superior descubierta, en un escote abierto de hombro a hombro; su cintura naturalmente delgada se acoplaba a la forma del vestido, con una falda amplia con algo de volumen que llegaba hasta el suelo, junto a tacones bajos de color blanco.

Su rostro fue maquillado con un poco de delineador en las esquinas de sus ojos, hidrataron sus labios, peinaron con un tipo de cera sus cejas y pestañas, realzaron el color en sus mejillas y le pusieron polvos rojos en sus párpados.

Peinaron su cabello fijando en ondas unas secciones a su cara, dando el mismo efecto en el resto, pronto siendo adornado por una diadema dorada con incrustaciones de piedras que pasaba por su frente, llenaron de pequeñas piedras brillantes su cabello y rostro.

Canela fue espolvoreada tras sus orejas y miel dejada en su lengua.

Cuando pensaba que era todo, le colocaron un largo retazo de tela roja por la mitad inferior de su rostro que llegaba hasta su pecho, el cual fijaron con un tipo de clip tras su cabeza; otro más largo cubriendo todo su cabello, la parte derecha dando una vuelta por su cuello, quedando por sobre sus hombros.

Fue guiado fuera de la habitación. Durante esas horas su mente estuvo tranquila y en calma con todos los cuidados dados, pero los nervios comenzaban a atacarlo, más cuando pasó por el salón principal en el que todos lo observaban pasar, saliendo del harem. Pasó por diferentes pasillos, subió varias escaleras, y cuando llegaron una gran puerta negra con detalles dorados se sintió congelar.

Nunca había estado con un alfa, con ninguna persona en general, de esa manera.

Además, conocería a un príncipe, charlaría con él, comería con él y luego harían esas cosas que su madre le dijo que solo debía hacer con el alfa con el que se casara, conversación que terminaba con la alfa de la casa diciéndole que lo dejara experimentar y no pusiera ideas en su cabeza.

¿Qué estaba haciendo? Seguro terminaría mal, no había manera de que esto terminara bien, debería darse la vuelta y simplemente-

—Al entrar deberás quitarte la tela que cubre tu rostro y cuello, hacer una profunda reverencia y siempre mantener la cabeza gacha hasta que su alteza te pida que lo mires, son las únicas indicaciones, además del claro respeto que debes tener por él —le dijo la mujer que no había hablado en todo en camino —, mucha suerte.

Tocó la puerta y volvió por el pasillo de la derecha por el que habían venido, los guardias abrieron la puerta para él y sus pies se movieron solos hasta quedar dentro de la habitación.

«—»

Los jadeos, gemidos y gruñidos llenaban la amplia habitación que era iluminada por el fuerte sol del mediodía que se filtraba por las finas cortinas.

Un tintineo metálico resonó por la misma, junto al oscuro líquido esparciéndose por el blanco suelo; gracias a la mano de la castaña omega bajo él que lo tropezó al dirigir la misma a la esquina de la mesa en la que estaba recostada, para tener algo de soporte mientras el alfa se deslizaba dentro de ella. Llevó ambas manos a las caderas de la chica para mantenerla en su lugar, a la vez que era distraído por la lengua paseándose por su nuca y las mordidas que eran repartidas alrededor de su cuello, junto al fuerte impacto del alfa tras él, el movimiento siendo recibido también por la omega.

Gemidos un poco más agudos escaparon de su boca al sentirlo impactar en ese punto dulce; logrando que las rodillas le fallaran haciéndole caer sobre la chica, moviendo sus manos para tomar sus pechos de forma brusca y llevar uno a su boca, el cual mordió, lamió y succionó.

—¿Lo quiere más rápido, mi príncipe? —el alfa se inclinó a susurrarle a la vez que tomaba fuertemente una sección de su cabello.

Giró un poco su cabeza para conectar miradas con el moreno a sus espaldas, mientras le daba una sonrisa perezosa con un poco de saliva que hacía brillar sus labios.

—Más rápido, y más duro —le dijo con atisbos de su tono de mando en su voz, sintiendo a la omega bajo él temblar y humedecerse más para él, mirándolo con ojos grandes y húmedos por las lágrimas que contenían.

El alfa no tardó en obedecer y embestir de forma brutal dentro de él, sacándole agudos gemidos y gruñidos que armonizaban con los de la chica, que sonaban más desesperados y altos, junto al obsceno sonido de sus pieles chocando.

Los tres bañados en sudor junto a sus fuertes y descompasadas respiraciones anunciaban el clímax del encuentro.

Llevó su mano derecha a la mandíbula de la chica para que mantuviera sus ojos en él, y la izquierda a la muñeca contraria para apresarla contra la madera. Mientras tenía una mano del alfa en su cadera, y la otra rodeando su cuello. La omega no podía mantener los ojos en él, los mismos quedando en blanco entre segundos con bonitas lágrimas adornando sus mejillas y sienes, un fuerte grito abandonando su garganta a la vez que sentía una cantidad absurda de líquido en su pelvis que se deslizó a sus muslos, cayendo en el suelo y sus pies.

Más que complacido con la imagen que se le brindaba, la presión continua que la chica ejercía a su alrededor por su reciente orgasmo, el moreno afianzando el agarre en su cuello, no pudo contenerse más.

Vociferó un sollozo quebrado al sentir al alfa derramarse en su interior, sintiendo ese fuerte cosquilleo en su vientre y siendo recorrido por un escalofrío a la vez que terminaba con él.

Las grandes puertas se abrieron de golpe, dejando ver a un beta con expresión atónita en el rostro.

—¡Alteza! —el grito del beta resonó por el lugar.

Tomó la botella de vino que se encontraba en la esquina contraria de la mesa, lanzándola a la pared junto a la entrada, el estruendo haciendo que el intruso se encogiera.

—Te he dicho que no me interrumpas —le dijo al hombre en un bajo tono de voz.

—Alteza, tiene una reunión-

—Fuera —le interrumpió con su voz de mando y las cejas fruncidas.

El hombre obedeció e hizo una profunda reverencia antes de retirarse.

Cayó sobre el pecho de la chica, recibiendo las caricias en el cabello que la misma le ofrecía, sintiendo al alfa salir de él y alejarse, escuchando sus pasos y el crujir de las sábanas segundos después.

Dejó un suave beso en el hombro derecho de la omega, subiendo su mirada y dándole otro en la mejilla, la misma dándole una hermosa sonrisa, se levantó y salió de su interior. Procedió a levantarla al estilo princesa y caminar en dirección a la cama, donde su acompañante los esperaba boca arriba y con los ojos cerrados.

Estuvieron recostados en la gran cama unos minutos, hasta que el joven príncipe saltó en dirección a la habitación contigua que cumplía la función de closet y vestidor, eligió rápidamente la ropa que usaría en la reunión.

Caminó a la puerta de su habitación, abriendo una de las puertas dobles, girando su cabeza y dirigiendo la mirada a la cama.

—Tengo trabajo, nos vemos luego —fue lo único que les dijo a sus acompañantes antes de emprender camino a su baño personal, que estaba en el pasillo a la derecha.

Dos chicas betas se encargaron de limpiar muy bien su piel con diferentes jabones y esponjas, hidrataron su cuerpo y colocaron una toalla negra a su alrededor, haciendo una reverencia al unísono cuando dejó la habitación.

Al llegar pudo ver a sus compañeros medianamente vestidos; la omega llevaba un suelto vestido de seda color beige, con solo un hombro cubierto, sandalias doradas y estaba colocándose una diadema de plantas.

El alfa llevaba una simple camisa suelta, pantalones cafés y altas botas negras, organizaba el resto de su uniforme militar.

Dos sirvientes lo siguieron para vestirlo, colocando cada pieza de su ropa con destreza.

Su atuendo consistía en una camisa de lino con bordado negro en las mangas, sobre ésta llevaba un ceñido jubón de cuello alto que acentuaba su cintura, con mangas hinchadas que se ajustaba desde el codo hasta la muñeca; color crema con gruesas líneas verticales doradas y una fina negra en el medio de cada una, sobre esto un sayo plisado hasta la mitad de los muslos en color negro con mangas cortas y escote pronunciado que quedaba bajo su pecho, los mismos en color dorado, una banda dorada del hombro a la cintura que colgaba oblicuamente, sobre la misma, en la zona derecha llevaba una medalla sostenida por un broche, la misma con el escudo de su reino.

Sus piernas eran cubiertas por calzas de lana color blanco, bajo el sayo estaba un corto braie blanco con encaje en las orillas, zapatos negros con un tacón de tres centímetros, puntiagudos y con joyas doradas en la parte superior.

Le colocaron aretes de oro con detalles de cristal, anillos del mismo material y obsidiana.

El beta que había interrumpido su encuentro se acercó con un overgowl de piel para colocarlo sobre sus hombros, pero declinó aquello, pues por más que fuera invierno, llevaba muchas capas de ropa y no saldría del palacio, solo estaría sentado durante horas en una oficina mientras discutía asuntos políticos.

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