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C6 Capitulo 6

Luego de unas tazas de té y una siesta de treinta minutos pidió que le enviaran una sirvienta para que le realizara masajes.

Por lo que ahora se encontraba sentado en el sillón frente a su cama, con la parte superior del cuerpo descubierta mientras una omega masajeaba con aceites entre sus omóplatos, nuca y hombros.

Terminada su tarea la chica pasó una toalla húmeda por su piel para retirar el exceso de aceites, recogiendo sus cosas para salir de la habitación.

Sus sirvientes pusieron su ropa de nuevo en su lugar, esta vez sin la banda y la medalla.

—¿Qué comeremos hoy? —preguntó a su consejero, quien estaba recargado en su escritorio a la derecha.

—El banquete completo, su alteza —le respondió como hacía cada noche de viernes, ya que nuestro príncipe era el tipo de hombre que repetía las mismas acciones esperando reacciones diferentes.

—¿Hay pollo rostizado? —cuestionó con un infantil puchero en sus labios, y los brazos elevados para ayudar a los sirvientes a realizar su trabajo de manera efectiva.

—Sí, su alteza. Como cada viernes, hay pollo rostizado —dejó salir un suspiro luego de decir.

Un cómodo silencio se formó en la habitación siendo llenado por las telas en movimiento. Veía la los ojos intranquilos del príncipe, por lo que solo esperó lo siguiente que sería mencionado.

—¿Viene Ireneo o es uno de los nuevos omegas? —conectó miradas con él.

—Tengo entendido que es un chico que llegó, ¿Deseaba ver a Ireneo? Sabe que puede pedir por él cuando desee.

—No te preocupes, cualquiera está bien, solo quería saber si era él o no, no tengo preferencias —con su atuendo listo, pasó sus manos para alisarlo —¿Es bonito?

—No lo he visto directamente, pero dicen que es muy hermoso. Pero la gente habla más del rito de los viernes, causó revuelo por ello —el hombre se paró recto y se acercó a él. Recibió una mirada expectante por lo que prosiguió —… Parece que la llama se descontroló un poco y aparecieron grietas curiosas en el hueso.

Alzó una ceja a la espera de una explicación, a lo que el hombre solo encogió los hombros dándole a entender que no tenía una.

—Bueno, traigan a ese hermoso omega en mi presencia, y la cena caliente, por favor.

Caminó hacía el balcón, observando a los sirvientes poner la mesa, salió de la zona techada y observó el cielo; el mismo estaba libre de nubes y lleno de estrellas, en lo alto de éste la luna llena resplandecía en todo su esplendor.

Fueron llegando más sirvientes con los platillos en mano, ordenándolos en la mesa de manera adecuada.

Dejó de escuchar movimiento a sus espaldas, por lo que supuso que ya se encontraba solo, y confirmó aquello al girar la cabeza y ver el interior de la habitación vacío.

Unos minutos después escucho la puerta ser abierta, giró su cuerpo entero y caminó dentro de la habitación otra vez.

Vio a un omega casi tan alto como él parado frente a la misma, con la cabeza baja.

El chico llevó sus manos tras su cabeza y quitó el broche que sujetaba la tela encargada de cubrir su rostro, levantando la mirada.

Tenía el rostro delgado, pero mejillas regordetas con un rubor naturalmente rosa en ellas, labios delgados pero voluptuosos, una nariz de botón y profundos ojos rasgados que evidenciaba su origen oriental.

Conectaron miradas, y le encantaría sentirse ofendido por mirarlo sin su permiso, pero estaba hipnotizado por la belleza del contrario.

Joder, no era simplemente lindo, era sublime, no todos los días se veían omegas así.

Más que su belleza le atraía el aura intimidante y fuerte a su alrededor, haciéndolo lucir intocable; no podía evitar sentirse atraído como un imán a su opuesto.

Caminó hasta quedar frente a él, el chico nunca apartando la mirada.

Tomó su mano delicadamente y la atrajo a sus labios dejando un suave beso en el dorso de ésta, a fija mirada del omega, su expresión imperturbable.

—Es mi placer recibirlo esta noche en mis aposentos.

«—»

El príncipe tomó su mano y comenzaron a caminar, cruzando la habitación.

Desde la entrada, la gran cama se encontraba a la derecha, el cabecero de la misma estaba cubierto por telas doradas con bordados en negro y blanco; al pie de ella se encontraba un amplio mueble y junto a ésta había una pequeña mesa de cada lado.

A diferencia de las demás habitaciones en las que había estado, ésta no tenía alfombras y había algunas pinturas en las paredes.

Del lado izquierdo estaban dos anexos en posiciones opuestas. Junto a la entrada del balcón se hallaba un desordenado escritorio.

Salió de las paredes de cristales que separaban la habitación del balcón y quedó en una zona techada repleta de plantas y flores cayendo desde el techo, en el medio de la zona una mesa cuadrada con únicamente dos sillas, rosas en el centro y toda la extensión de la misma repleta de comida y velas para iluminarlos en la noche, allí fuera su única luz provenía de la luna.

El príncipe movió la silla que daba la espalda al lado de la habitación y le hizo una seña con la mano para que tomara asiento.

Era un hombre bastante atractivo a su parecer, con la piel algo bronceada, mandíbula cuadrada, nariz respingada, cejas rectas y almendrados ojos verdes un poco rasgados.

Vio al otro rodear la mesa y sentarse del lado contrario, estirando una amable sonrisa en sus labios.

—Eres libre de servirte lo que gustes, ¿O prefieres que alguien lo haga por ti? —el alfa le preguntó, con las cejas arriba.

—No tengo idea de que debería comer, si seré capaz de servirme o siquiera hablar en presencia de un príncipe o si haré un desastre y arruinaré este hermoso vestido en el que gastaron 45 minutos poniéndome y seguro meses de trabajo en hacer, le agradecería infinitamente si alguien sirviera por mí —le respondió tan rápido que las palabras casi tropiezan entre sí, por lo que el hombre de quedó quieto un segundo y luego soltó una risa en un bufido.

—Entonces la segunda opción —comentó mientras dirigía su mano a una campana, la cual levantó e hizo sonar tres veces.

Una beta entró a paso apurado desde la entrada de la habitación hasta quedar junto a la mesa.

—Necesito que le sirvas a mi acompañante —le dijo a la chica, pero mantenía la vista fija en el omega.

—Por supuesto, alteza —hizo una reverencia con la cabeza y se giró en su dirección ahora —¿Qué desea que le sirva, compañero?

—¿Co-qué? —frunció el ceño al no comprender el significado de la palabra extranjera para él — No lo sé, lo que quieras excepto el pollo rostizado —le dijo a la chica en un tono nervioso, pronto escuchó un sonido de indignación venir del otro lado de la mesa, por lo que giró y se encontró con el príncipe con la boca abierta, las cejas fruncidas y una mano sobre su pecho; soltó un suspiro.

Sería una larga noche.

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