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C8 Capitulo 8

Se levantó de su asiento y caminó hasta el chico, extendió su mano para que la tomara haciéndolo al segundo siguiente se levantó, y mientras tomaba su mano lo guío hacía el otro lado del balcón.

El mismo formaba una circunferencia, en el centro de éste había una hermosa fuente de mármol color crema, toda la extensión del lugar hecha del mismo material, adornada con flores y plantas.

Caminaron hasta asomarse para ver el horizonte, de cerca se veía un extenso bosque y pastizales más allá, el hermoso cielo estrellado y la brillante luna eran los protagonistas en la noche de hoy.

Pero el alfa solo podía concentrarse en el bonito omega que estaba a su lado, y en la curiosidad que le causaba el mismo, ya que no sabía nada de él, pero a la vez, tenía ese sentimiento de que ya lo conocía.

Se miraron fijamente y llevó sus manos a la tela que cubría su cabello, retirándola.

Lucía mucho más hermoso así. Se tomó el atrevimiento de bajar la mirada a su cuello, el mismo era largo y delgado, la limpia piel pálida solo hizo que se le hiciera agua la boca.

—Soy un hombre bastante liberal, no puedo prometerte nada de lo que no esté seguro que cumpliré— llevó su mano a mejilla contraria y acarició ahí—. Pero no me molestaría que te quedaras en el palacio, si no sabes qué hacer con tu vida, y no sabes donde encontrarás la libertad, quédate, tal vez lo hagas aquí, tal vez los Dioses te crearon para pertenecer aquí.

El omega abrió un poco sus bonitos ojos que parecían brillar por la luz plateada que los iluminaba, y algo más en ellos.

Tomó valor y ladeó un poco la cabeza del otro para dar acceso a su cuello, el más bajo no poniendo resistencia en ello, a la vez que posaba su otra mano en la espalda baja contraria. Inclinó su rostro para aspirar su aroma.

Quedó encantado. Olía a azúcar, como el recipiente junto a su té en las mañanas ya la prefería por sobre la miel, y a lirios, como los que decoraban la fuente a unos pasos de ellos.

Podía sentir cada detalle del aroma en él como si oliera la flor misma, era un aroma refrescante y delicado, los matices a madera húmeda y la sensación de que de alguna manera había una fruta en su aroma, cosa que no era así. De alguna manera tranquilizándolo.

Colocó su boca abierta en la unión de su cuello y hombro, donde debería haber una marca, escuchando un jadeo del omega por lo que soltó su rostro.

Al sentir ese tipo de contacto en su lugar más privado sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sintiendo la necesidad de entregarse al alfa, por lo que Inclinó su cabeza en dirección al cuello opuesto, él también quería oler.

Pero al acercarse a él, toda magia se perdió, la atmósfera de intimidad que habían creado rompiéndose en segundos al sentir el aroma de un omega en él, con notas picantes que le dejaban muy en claro lo que habían estado haciendo, no dándole tiempo de sentir su aroma bajo el ajeno.

Tomó los hombros del alfa y lo alejó como su instinto le pedía que hiciera, recibiendo una mirada de confusión de parte del otro.

Tomó la tela que colgaba de sus hombros y le dio una vuelta, cubriendo su cuello, sintiéndose expuesto de repente.

—¿Qué ocurre? —el alfa dijo amagando acercarse, pero el chico dio un paso atrás a la vez.

—¿Acaso pensaba tocarme oliendo a otro omega? —tenía sus cejas fruncidas y sentía la molestia en su aroma que estaba esparciendo por el lugar.

—Bueno, esto es un harem, claro que habrá otros omegas —respondió con obviedad mientras alzaba una ceja.

—No me mienta, ese no es el olor de un omega del harem, y no ve a ninguno desde la semana pasada, el olor que trae encima casi deja en claro que recién acaba de verlo, y está prohibido ver a un miembro del harem luego del domingo por esto mismo —tenía los brazos cruzados sobre su pecho y el mismo inflado para hacerlo ver más intimidante, aunque la mirada en sus ojos ya lo era lo suficiente.

—No es de tu incumbencia los omegas con lo que esté, acabas de llegar, ni siquiera hay algo entre nosotros y aun así me reclamas —endureció sus facciones al sentirse ofendido por aquello.

—No, no es de mi incumbencia hasta que trata de llegar más allá de lo decentemente permitido conmigo y me ofende con ese asqueroso olor encima, si quiere puede follar a todos los omegas que desee oliendo así, pero no a mí.

Lo vio dirigirse al interior de la habitación por lo que lo siguió, bastante confundido con lo que estaba pasando.

Tomó su brazo antes de que llegara a la puerta.

—Espera, discúlpame, de verdad lo siento —le dijo viendo la espalda del mismo.

—Parece bastante bueno para disculparse, aunque no luce como una disculpa real, solo se siente ofendido de que alguien se niegue a usted— acomodó las telas que le cubrían, dejando su rostro al aire, todo viendo en dirección a la puerta—. Búsqueme cuando sea bueno evitando estas situaciones, buenas noches.

Se soltó del agarre ajeno y abrió las puertas, saliendo del lugar, dejando al príncipe con un sabor agridulce en la boca, el corazón y la mente.

«—»

Se encontraba sentado en un sillón de terciopelo, disfrutando de una taza de té.

A media mañana del sábado en medio de una partida de ajedrez con Fay, la cual el otro estaba ganando.

Colocó la taza en el pequeño plato junto al tablero y puso sus manos juntas en su regazo. El movimiento a lo lejos llamó su atención.

En las escaleras estaban los chicos con los que se duchó el día anterior, los cuales no tarda-ron en verlo y se dirigieron a su lugar.

Más pronto que tarde se sintió fuera de lugar al ver que todos llevaban delicados vestidos en telas sueltas y él y su acompañante tenían vestidos más elaborados para el frío, aunque el clima estaba fresco por el momento.

Giles se acercó a él y lo rodeó con sus brazos, sorprendiéndole un poco pero devolviendo el mismo, sintiéndose seguro en el aroma a violetas y mandarinas del omega. Se separó con esa bonita sonrisa en su rostro y se sentó a su lado.

Los tres chicos tras él le dieron una amable sonrisa y se sentaron en los cojines y sillones vacíos junto a la mesa.

—¿Cómo te fue siendo el compañero del príncipe? Escuché que volviste temprano, no es común en su alteza, rara vez los deja ir antes de la hora de las brujas o generalmente del amanecer —soltó mientras se recostaba en el espaldar y jugaba con su cabello de manera despreocupada.

Giró ver a los demás y todos tenían sus miradas expectantes en él, incluso podía ver algunas a lo lejos.

—Nada importante, hablamos por un rato —movió una pieza en el tablero y tomó su taza de nuevo.

—¿Qué? ¿Y lo demás? —el moreno le preguntó con las cejas fruncidas y confusión en su tono.

—¿Qué demás? No pasó nada, el príncipe tenía un olor vulgar a omega por eso me fui — respondió con obviedad que no parecía ser captada por el resto, pues tenían los ojos bien abiertos y se daban miradas confundidas.

—Entiendo que puede ser incómodo, pero, decidiste ir a sus aposentos y sabías lo que pasa-ría ¿Por qué cambiaste de opinión por un motivo tan banal? —Idylla fue la que habló esta vez mientras inclinaba la cabeza.

—No me parece algo banal. Cualquier omega se sentiría ofendido en esa situación; si ustedes pueden obviarlo y pasar la noche con él a pesar de esa ofensa es su problema, pero yo no.

Apenas dijo, Ireneo, quien estaba sentado en uno de los cojines del suelo, se levantó rápidamente con el rostro tenso, le di una mirada significativa y salió al balcón.

Se hizo un pequeño silencio incómodo en la mesa, que el mismo decidió romper.

—¿Qué le pasa? —cuestionó a los presentes ya que no entendía la actitud contraria.

—No lo sé, es raro, muy reservado, nunca cuenta cosas privadas. Pero yo creo que está enamorado del príncipe por alguna razón —el moreno le respondió tranquilamente y encogió sus hombros.

Como si dormir con alguien durante años no fuera razón suficiente para estar enamorado.

—Pero que dices, nos lo diría si estuviera enamorado— dijo Cristel, quien anteriormente estaba junto al omega en cuestión.

—Lo único que sabemos es que lo quiere mucho y por alguna razón no le gustó lo que dijiste —la rubia omega interrumpió la conversación—. No tenemos nada que hablar sobre vidas ajenas, eso es para gente vulgar.

El silencio se hizo presente, aunque veía que los demás querían seguir hablando del tema.

No los culpaba, por más que la vida fuera increíble en el palacio, tantos años encerrados ahí deben ser aburridos y cualquier cosa con la que se puedan entretener es buena.

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