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C9 Capitulo 9

Minutos más tarde, con la partida terminada, se dirigieron al balcón y bajaron las curvas escaleras que estaban a cada lado del mismo. Llegaron al amplio patio, el cual no había tenido oportunidad de visitar, y lo que vio lo descolocó un poco, ahora entendiendo la vestimenta ajena.

El hermoso patio estaba rodeado por una circunferencia hecha de arbustos y flores, por los que podía ver a Ireneo caminar cerca de éstos. Había piscinas como las de los baños, pero éstas eran mucho más grandes, con grabados en toda su extensión y extravagantes fuentes.

Había zonas con cojines y pequeñas mesas repartidas por el lugar; podía observar a los sirvientes acomodar manteles, platos y cubiertos. Gatos caminando libremente.

Los chicos caminaron hasta una de las piscinas y quitaron su ropa, la cual dieron a los sirvientes que se quedarían cerca.

Quitar el vestido que llevaba sería bastante difícil, por lo que pidió ayuda de una omega de la servidumbre.

—¿Por qué te pusiste esa ropa hoy? Les dijeron que era día de descanso ¿Cierto? —la de cabellos dorados cuestionó mientras subía las escaleras de mármol.

—Cuando dijeron descanso y jardines pensé en juegos de mesa o cultivo, a decir verdad, no pensé que la gente se juntaría a bañarse y comer— respondió cuando la omega terminó su trabajo—. Por favor tráeme un vestido así; bueno, a los dos —señaló a Fay a unos metros batallando con el medio corsé que estaba quitando con la ayuda de dos criados.

—Por supuesto —la chica hizo una reverencia y se llevó sus piezas de ropa para dirigirse al otro chico.

Subió las escaleras e introdujo su pie en el agua, por más raro que fuera el agua se encontraba tibia, necesitaba saber cómo la mantenían a esa temperatura.

Se sentó en el borde de la piscina y dejó sus pies adentro, puso sus manos tras su cadera y se apoyó en ellas, levantó la cabeza para sentir los rayos del sol contra su piel y la suave brisa mover su cabello. Podía escuchar el canto de los pájaros cerca por la vegetación que los rodeaba.

Escuchó el sonido metálico de la bandeja que dejaron a su lado, por lo que se giró y vio la misma llena de aperitivos y una botella junto a sus copas.

Los muchachos se acercaron a servirse por lo que hizo lo mismo. Tomó de su copa y sintió el líquido bajar por su tráquea, dejando un amargo sabor en su boca y comió una uva verde que refrescó su paladar.

Escuchó movimiento a su derecha, por lo que se giró y vio a unas omegas acomodar sus instrumentos, el lugar llenándose del suave sonido del violín, las arpas y flautas.

Una omega pelinegra con cabello largo, de la cual desconocía su nombre se adentró a la pis-cina con confianza y se sentó al lado de Giles en las escaleras interiores.

—¿Creen que su alteza venga hoy? —preguntó mientras intercalaba su mirada entre los chicos en el lugar.

—Sería un milagro, es mucho más divertido cuando él está —le respondió el moreno—. El príncipe es muy divertido y la verdad aburre estar siempre entre omegas, pero nunca viene, es un hombre ocupado.

—¿De qué hablan? —preguntó Fay al aire esperando una respuesta.

—Somos el harem del príncipe, estamos para servirle, complacerlo y entretenerlo— la rubia comenzó mientras comía un trozo de queso—. Se supone que el príncipe venga a relajarse y disfrutar con nosotros los días de descanso, pero no viene muy seguido, tal vez no le gustamos —sacudió su mano restándole importancia.

—El príncipe es raro —Cristel, quien nadaba despreocupadamente y parecía no prestar atención a la conversación añadió—. No solo por no venir a vernos, nunca nos llama, puede pedir por un omega en especial del viernes al domingo y nunca ha llamado a uno, todos los que han pasado una noche con él ha sido por el rito del viernes.

—Yo he escuchado que no le gustan los omegas —dijo la pelinegra con el rostro apoyado en sus manos en puños.

Giles, Idylla y él soltaron una risa por lo mencionado.

—Con ese olor encima dudo que no le gusten —soltó con ironía mientras llamaba a un sirviente con su mano libre.

—Yo sé por experiencia personal que es mentira, al príncipe le gustan mucho los omegas —el moreno contradijo mientras se levantaba y caminaba al borde opuesto de la piscina.

—El que puede confirmar el gusto del príncipe por los omegas está ofendido caminando por el jardín —comentó Idylla mientras tomaba de su copa.

El sirviente llegó a su lado por lo que pidió que le diera un masaje, el chico buscando los aceites en una mesa cercana.

—¿Por qué dijiste que por experiencia personal? —inquirió al omega que ahora se encontr-ba recostado sobre su estómago con los brazos cruzados, apoyando su rostro con los ojos cerrados.

—Bueno, he ido a ver al príncipe un par de veces, y no me parece que no le gusten los omegas —respondió con obviedad.

—¿Todos han ido a ver al príncipe? —preguntó mientras paseaba su mirada entre los presentes.

Giles abrió un poco los ojos debido al sol y enfocó la mirada en él. Escuchó el vidrio del frasco chocar contra el mármol y luego sintió las manos aceitadas en sus hombros comenzar a masajear.

—No todos, pero la gran mayoría, aunque Ireneo es el que va siempre, rara vez le toca a otra persona, pero pasa —vio al otro cerrar sus ojos y suspirar —. Yo he ido unas diez veces en los cuatro años que llevo aquí, Idylla un poco menos, Cristel solo fue una vez.

—Yo nunca he ido —la pelinegra dijo en su dirección.

—Por eso eres la menos indicada para cuestionar los gustos de su alteza —dijo la rubia mientras dejaba salir una pequeña carcajada.

—¡Solo dije que era un rumor! —la chica se defendió con una falsa mueca ofendida.

Las risas de todos se escucharon por el lugar, incluso de Fay que no acotaba mucho a la conversación.

—Ya en serio, se sabe que al príncipe le gustan los alfas, tal vez le gustan más que los omegas —Giles soltó mientras se daba la vuelta y se recostaba sobre su espalda.

—Yo no creo eso, si le gustaran los alfas no le gustan los omegas —Idylla contradijo con obviedad mientras torcía los ojos.

—Pero que estás diciendo, al príncipe le pueden gustar los alfas y los omegas —el otro respondió de manera más firme y dejando un poco el tono de broma con el que siempre hablaba.

—Eso es estúpido, si te gusta una cosa no te puede gustar la otra —la chica respondió en el mismo tono.

—Eso es lo más estúpido que he escuchado ¿Acaso no te gusta el pollo solo porque te gusta la res? ¿Qué clase de lógica es esa? —el chico tenía sus facciones tensas mientras decía.

—¿Qué comparación es esa? Los gustos de las personas no tienen nada que ver.

—¡Claro que tienen que ver! A mí me gustan un poco los omegas y no significa que no me gusten los alfas.

—Solo estás confundido, en unos años se te pasará —la otra dejó de verlo y comió una tostada.

—¡Yo no estoy confundido!¡Tú eres una perra ignorante!

Observó la conversación que había escalado hasta una discusión mientras tomaba vino y disfrutaba del espectáculo.

Cualquier cosa es buena para entretenerse, aunque se preocupo un poco al ver el vino caer en la cara de Giles, inmediatamente este reaccionó tirando del largo cabello de su amiga.

«—»

Luego de unas horas, cerca de la media tarde, se encontraban vestidos sentados en los cojines después de la comida.

Tras la pelea inconclusa en la que los dos salieron indignados del agua luego de ser separa-dos por los criados el ambiente estaba un poco tenso entre ellos y no se dirigían la mirada pese a compartir la mesa.

Aunque podían estar en mesas separadas, pero no iba a sugerir nada, quería disfrutar el show sin intervenir.

—Ok, ya basta, terminen con esto, sus malas vibras son malas para mí humor, y, por ende, para mí piel —Ireneo se había unido a ellos luego de escuchar el alboroto que armaron.

—Solo por el bien de tu piel y poca salud mental —dijo el moreno con la mirada perdida en los árboles a la distancia y los brazos cruzados —. Te perdono Idylla.

—Yo nunca pedí perdón-

—Te perdono.

Se río de la estúpida situación y le dio una mirada cómplice a Fay a su lado, quien estaba conteniendo una risa.

—Solo dime que lo sientes y que no sabías de lo que hablabas —le moreno le dio una rápida mirada antes de devolverla a donde estaba.

—Discúlpame, no tengo conocimiento del tema y solo hablé desde mi ignorancia —la otra tenía una expresión dolida en su rostro.

—Yo te quiero mucho así que te perdono —podía ver los húmedos ojos del chico desde el lado opuesto de la mesa —. Perdón por decirte perra ignorante, no es tu culpa no tener ese conocimiento.

El moreno se levantó y se sentó junto a ella para darle un abrazo.

"¿Qué?" Es lo único que pensó por la estúpida escena.

Ireneo solo bebió se su copa, terminando con la botella él solo.

«Aunque siempre puedes educarte y ser empática, pero ya no quiero discutir por hoy— Gi-les dijo al separarse y conectar miradas con la otra, quien le devolvió la sonrisa.

Pronto olvidaron el tema y el moreno comenzó a trenzar el largo cabello de la rubia.

—Hoy he hablado y me he interesado demasiado en las vidas ajenas, que los Dioses se apiaden de mis pecados —comentó la misma de la nada.

—A los Dioses no les interesan tus pecados, pero si quieres, hagamos un ritual para deshacernos de cosas que no queramos ¿Suena bien? —ofreció con amabilidad, recibiendo un asentimiento.

Comenzaron a tener una conversación sobre la comida en el palacio y como preferirían al nuevo cocinero, si la encargada tenía un amorío con un mercader que proveía sus ropas y telas y sobre que pedirían para la cena.

Estaba leyendo una aburrida novela que encontró en la biblioteca del lugar. Realmente estaba más inmerso en la conversación ajena que en su lectura.

De repente el silencio se hizo presente en el lugar y todos se levantaron, lo cual llamó su atención y entendió cuando todos hicieron una reverencia de 90°.

Se giró y pudo ver al príncipe caminar con arrogancia y una orgullosa sonrisa en la cara.

Llevaba una ropa prácticamente igual a la del día anterior, pero con una variación en los estampados y colores.

Sintió nervios por la manera en la que se fue ayer, esperaba que no estuvieran en malos términos por ello.

El hombre se sentó en otra mesa y comenzó a hacer conversación con los chicos en ella.

Se giró y se encontró a Ireneo con la mirada fija en el alfa con ojos entrecerrados. Ya con su segunda botella de vino terminada comenzaba a lucir algo descolocado.

De un momento a otro el mencionado se levantó de golpe.

—Tengo jaqueca, voy a pedir un té y recostarme, buenas tardes.

Y comenzó a caminar hacia el interior del palacio.

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