KELL/C3 TED
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C3 TED

Ted estaba encantado de volver a coincidir con su viejo amigo, y sin importarle demasiado las circunstancias de su encuentro, se mostró profundamente agradecido por la oportunidad de hospedar a Kell en su humilde establecimiento. No era un hombre temeros, puesto que en el pasado, se había entrenado con la fuerza más implacable de los nueve mundos, les llamaban; los vigilantes, una poderosa fuerza militar que actúaba con gran autoridad bajo la orden interplanetaria de los nueve mundos, aquellos planetas habitados en la vía láctea.

TED se había criado en una fortaleza dominada por los otros, los que del cielo llegaron a la tierra, antes de la guerra. Le gustaba sentarse en el punto más alto del fuerte, lejos de todas esas cosas modernas, solo deseaba observar las constelaciones, el ir y venir de los astros y la quietud que le brindaba.

Pero una noche invernal, cuando el cielo se tiñó de púrpura, con magníficas luces boreales en el cielo nocturno, los otros decidieron que ya no necesitaban a los humanos, y la masacre comenzó. A los que habían sobrevivido les quitaron partes del cuerpo para remplazarlas con prótesis, hasta el punto en el que lo único humano que quedó de él, fue su mente, el constante recuerdo de lo que solía ser.

ᅳEsa chica. ¿Qué significa para ti? ᅳinstó Ted luego de ver como la entrenaba. Kell volvió a mirarla con algo de duda bajo su rostro.

ᅳAun no lo sé. Pero creo que ella es parte de mi destino ᅳdijo, mientras limpiaba su pistola, ésta emitía un tenue resplandor bajo el sol del amanecer. Alice proseguía practicando en el uso del sable y los cuchillos. Ted notó un brillo familiar en el rostro de la chica, el mismo brillo que solía perpetuar en sus ojos cuando lo había perdido todo, una determinación que ningún hombre bajo el sol podría aplastar. Y supo que ella valía la pena. Se acercó, el suelo bajo sus pies revelaba el el ritmo de sus pasos, un tenue sonido que Alice percibió.

ᅳKell te enseñó bien ᅳdijo Ted, al recostarse sobre una máquina. Descolgó una antigua espada espartana que colgaba sobre el muro. Alice empuñó su Katana japonesa.

ᅳ¿Quieres danzar? ᅳadvirtió la chica al tiempo que erguía el cuerpo. Entonces se oyó el sonido del metal contra el metal. Kell observó pensativo aquella danza de espadas, se puso un cigarrillo entre los labios y siguió puliendo su arma. Y la mañana se hizo tarde.

En el atardecer ruidoso en ciudad Atlas, Ted estaba trabajando en un nuevo programa, parecía absorto en lo que sus manos hacían, y Alice lo notóᅳ.¿Te vez ocupado? ᅳintervino. Ted levantó las vista lo suficiente para asentir.

ᅳEste programa te hará más susceptible al aprendizaje acelerado ᅳdijo sin despegar los dedos de su computadoraᅳ, no es como ese programa que usaste para pelear en la casa del placer. No, esto es más duradero. Te dará la capacidad de aprender todas las artes marciales en pocas semanas ᅳentonces volvió a verla con una mirada interrogativaᅳ. ¿Por qué peleas, qué hace que una chica tan hermosa desee lastimar a personas?

ᅳA personas malas ᅳreplicó Aliceᅳ. Cuando era niña, mi madre solía cantarme una canción, una canción que hablaba sobre la fe en la humanidad, y fue esa humanidad la que le quitó la vida. Sucedió en otoño, no puedo recordar el año, sólo a las hojas cambiar de color, y el viento que las colaba por mi ventana. Recuerdo que era un día muy bonito. En algún punto un perro ladró, y se oyeron gritos. Ese hombre que llamaban el anfitrión le disparó a mi madre, justo en medio de las cejas. A mi me prostituyeron, era muy pequeña, había olvidado lo que ser una persona significaba, porque me habían hecho creer que sólo soy un objeto , algo que los hombres podían usar y desechar. Y luego llegó Kell y me salvó la vida.

Ted le miró con una expresión de empatía, con mucha fijación, directo a los ojos grises de la chicaᅳ. Tenemos eso en común ᅳdijoᅳ, cuando los otros me convirtieron en una máquina, me dejaron moribundo, durante varios meses me habían usado como una pila, fue entonces que supe que eso era todo lo que buscaban, nuestra energía vital. Entonces Kell me encontró. Lideraba un escuadrón de vigilantes, uno de los soldados quiso acabar con mi sufrimiento, pero Kell lo detuvo, y me convirtió en uno de ellos.

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