KELL/C5 LION
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C5 LION

Había ocasiones en las que Lion prefería ser humano y no uno de los llamados "los otros" los que del cielo llegaron. Se había puesto un traje negro metálico, el cabello largo y blanco le caía por las espalda. Lucía hombreras para resaltar la anchura de sus hombros, Atlas City había sido su hogar desde antes de la guerra, cuando los otros y los hombres vivían en paz.

Pero eso cambió, ahora son vistos con desprecio y rechazo, matarlos dejó de ser un delito, pero Lion tenía una red de amistades que forjó con los años (era intocable) hacerse amigo de la gobernadora tenía sus ventajas.

Las miradas hostiles le seguían al caminar por los pasillos de la torre negra, una edificación que se alzaba hasta donde la visa alcanza, una monstruosa torre negra que en la oscuridad presume desaparecer a la vista, y es donde los grandes señores se sientan en la mesa del consejo para gobernar.

─Hola Danna ─saludó a la recepcionista, entusiasta─, dile a la gobernadora que necesito subir.

La chica de pelo crespo lo miró despectivamente, luego de hacer una mueca llamó por su comunicador─. Te está esperando ─dijo al fin─, ¿qué asuntos tienes con ella?

─Si te lo dijera, nena ─sonrió mostrando los dientes blancos─, tendría que matarte. Sería una muerte muy fea.

Danna volvió a hacer un gesto de desprecio y miró en otra dirección.

─Eso pensé ─susurró Lion al tiempo que se dirigía al elevador. Éste era de un cristal traslúcido, entonces comenzó a subir y subir, apenas percibía el movimiento. A Lion le hubiese gustado tener un poco de esas pastillas rojas (CR-TAK) una droga que brínda un estado de percepción exaltada, perfecta para el combate. Pero Sarah le había prohibido las drogas, en ocasiones actúaba como si fuese su madre.

Cuando al fin se habrío la puerta pudo divisar a dos Vigías─. Los famosos vigilantes ─dijo, adulador─, la última vez que vi uno estaba muerto ─volvió a sonreír, sombrío─. Yo lo maté.

Los dos vigilantes no se inmutaron, e hicieron un silencio absoluto. De camino a la oficina de Sarah las botas de metal de aquellos vigías resonaban.

Cuando se detuvieron delante de la puerta, Lion volvió a mostrar los blancos dientes en una prolongada sonrisa. Le palpó la entre pierna a uno de ellos, éstos ni se movieron, parecían estatuas fijas al suelo.

─¿Quieres pasar? ─dijo una voz familiar desde el otro lado de quella puerta. Se giró, el pelo blanco ondeó con el movimiento.

─¿Y esos de ellá? ─dijo al abrir con brusquedad─, ¿esas cosas están vivas?

─Son un regalo de la orden de los vigías ─respondió Sarah. Yacía cruzada de piernas sobre el escritorio─. Acércate alienígena.

─¿Me vas a poner una corréa?

La mujer endureció la mirada. Los ojos refulgían como fuego azul, era habitual para ella tener las pupilas dilatadas todo el tiempo, y le hacía ver más enigmática. Se puso de píe para encontrase de frente a Lion. El pelo negro y largo le caía por la espalda, era alta y esbelta, de ojos tan azules como el hielo.

Lion advirtió que tramaba algo, entonces atenuó su sonrisa─. ¿Dime que quieres?

─Sabes lo que quiero ─replicó Sarah solemne─. Quiero un hijo híbrido, un niño que lleve sangre de tu pueblo como del mío. Más que un bebé será un enlace, un puente entre nuestros mundos.

─¿Y tú los gobernarás? ─formuló, apenas insinuando una sonrisa.

─En efecto ─le acarició el rostro. Lion tenía las líneas extremadamente marcadas, de pómulos prominentes y ojos con forma de almendra, éstos eran brillantes de un color verde intenso. Se alzaba muy por encima de ella, puesto que era mucho más alto. Lucía la piel blanca como algunos humanos, sin embargo, había ocasiones en las que se tornaba rosa.

─Si no me das un hijo pronto ─amenazó Sarah, implacable─, dejaré que te maten. Media ciudad quiere hacerlo y la otro mitad quiere que otros lo hagan.

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