LA DÉCADA ENTRE NUESTRO AMOR/C2 En el inconsciente de Leonardo
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C2 En el inconsciente de Leonardo

***LEONARDO***

Abrí los ojos y lo primero que contemplé fue el suelo húmedo.

Me incorporé poco a poco, pues sentía mi cuerpo como si pesará demasiado.

No tengo idea de cómo había acabado en el suelo.

Tal vez me tropecé con alguna piedra o algo más en la calle debido a la neblina que no me deja ver nada.

Busqué en mi pantalón mi celular para encender la linterna, pero no pude encontrarlo en ninguno de mis bolsillos, por lo que supongo que se me habrá caído también.

Me agacho en el suelo y a tientas trato de encontrarlo.

En verdad que jamás había visto neblina tan blanca y densa como esta.

"Maldición."

Digo para mí mismo cuando por fin encuentro mi celular, pero tiene la pantalla estrellada.

Y para rematar mi mala suerte no quiere encender.

"Hanna me va a regañar..."

Es lo único que pienso cuando me siento completamente desanimado en el suelo mirando al objeto estropeado.

Este es el quinto celular que rompo solo en el transcurso de este año.

No es que sea muy descuidado, pero si soy muy olvidadizo.

Me he sentado sobre ellos.

Los he tirado sin querer al suelo.

E incluso había pisado un celular cuando olvidé que lo había dejado en el piso para que cargara la batería del mismo.

Hanna, quien en verdad cree que cumple su papel de "hermana mayor" se la pasa regañándome por mis descuidos.

Ambos tenemos dinero para poder costear más celulares nuevos y de los últimos modelos además.

Pero Hanna esta en contra de los gastos innecesarios.

Por lo que otro celular roto, el quinto de este año entra en su categoría de gastos superfluos.

Y tontos.

Pero ya me preocuparía por la regaños más tarde, ahora tengo que apresurarme a llegar a su casa esta mañana.

Tengo que decirle que no quiero casarme con Marlene.

Hanna tiene que saber que tampoco sere un padre desobligado con mi pequeña hija.

Tengo que decirle que seré un buen padre por ella y que vería a la nena todo el tiempo que Marlene me la dejara.

Incluso asumiría mi responsabilidad si Marlene me otorgaba la custodia total de la nena.

Y Hanna es perfecta para ser una madre para mi niña.

Mi situación no es tan diferente a una de divorcio, donde los padres se separan pero quedan en los mejores términos posibles por los hijos.

Solo que en mi caso, yo me divorciaba primero.

Sin haberme casado.

Por eso avanzo por la calle con prisa, tratando de apartar está densa neblina blanca con las manos.

Mientras más lo pienso, más me parece una buena idea este arreglo.

Yo ya tengo una hija y Hanna la ama también.

Se que ella no quiere tener hijos por un trauma de su adolescencia del que nunca me ha hablado y se que es tabú para ella en cuanto a la maternidad se refiere.

Por eso creo que no es descabellada está idea.

Además Marlene trabaja para ella, yo tengo mi propia empresa, somos adultos y autosuficientes los tres.

Tammy tendría más amor y cuidados.

Yo sería feliz de compartir mi vida con Hanna abiertamente y no solo desearlo con toda el alma.

Cada vez que alguien me preguntaba cómo es que termine enamorándome de Hanna siempre digo que fue por la cercanía diaria.

No puedo decir que me enamoré de ella solo con verla la primera vez porque mentiría.

De hecho cuando la conocí por primera vez, ni siquiera me fijé en ella realmente.

Yo tenía veinticuatro años cuando la conocí.

Ella ya tenía treinta y cuatro cumplidos.

Aunque siendo muy francos, Hanna no aparentaba para nada su edad.

Ella estaba tratando de pegar algunos carteles en las paredes fuera de un local que tenía puertas de cristal.

Tenía una escalera pequeña en las manos y luchaba por ponerla derecha.

Yo iba caminando por esa misma calle sin ganas hacia una engorrosa entrevista de trabajo.

Desde lejos me resultó divertido ver a esa chica de cabello café claro, pantalón de mezclilla azul fuerte ceñido, sudadera gris y lentes negros forcejear hasta quedar roja por el esfuerzo con la pequeña escalera.

Sin decirle ninguna palabra, extendí la mano para poder tomar la escalera y accionar la pequeña palanquita que tiene por debajo para dejarla completamente recta.

Me miró aliviada y me dió un lindo "gracias" con los carteles bajo el brazo.

Hanna subió la escalera con algo de miedo y trató de pegar uno, pero los demás carteles se le cayeron al suelo.

"Podrías por favor levantarlos?"

Me pidió y lo hice, los dejé en la mesita que tenía afuera con más cosas.

Estaba a punto de irme cuando ella me detuvo.

"Oye chico, no te vayas."

"Podrías, por favor ayudarme a pegar estos carteles?"

"Te pagaré por tu tiempo, de acuerdo?"

Su propuesta fue música para mis oídos.

Ella me pagaría por pegar sus carteles y esa idea me agradó.

Hanna entró en su local, pero salía de vez en cuando para ver cómo iba yo con la tarea asignada.

Cuando terminé mi tarea asignada, doblé la escalerita y se la entregué en las manos.

Iba a pedir mi pago cuando ví unas chicas entraron al local junto con unas señoras.

Una chica se acercó para saludar a Hanna con un beso en la mejilla.

"Entra y cuando acabe te pagaré de acuerdo?"

Me dijo y no me quedo más remedio que entrar.

La verdad es que no me entusiasmaba la entrevista de trabajo, aunque necesitaba dinero con urgencia.

Hanna dirigió una especie de junta informativa acerca de productos nutricionales, productos de belleza y otras cosas que en el momento la verdad no me interesaron.

Pero ella hacía amena la presentación.

Contaba alguno que otro chiste y nos hacía reír a todos.

Yo me dediqué a ver si alguna chica estaba buena, pero para mí desgracia no.

Cuando su junta terminó y algunas mujeres se reunieron en torno a ella, me levanté para irme.

"No te vayas, chico aún no te he pagado."

Comento a mis espaldas.

Las mujeres salían observándome detenidamente, por ser el único hombre en aquella reunión.

Hanna lo notó y luego me estudió con calma.

Volteó a a ver a Ericka y después comprendería esas miraditas que se lanzaban ambas a la perfección.

"Cómo te llamas?"

Me preguntó ella sentandose en un silla frente a mi.

Sin dejar de mirarme, Hanna bebió de su vaso un líquido amarillo anaranjado que olía a jugo de mango y naranja combinados.

"Leonardo y tú?"

Pregunté por pura educación, pero realmente lo que yo quería era irme.

"Me llamo Hanna."

"Quiero preguntarte si quieres trabajar para mí?"

Me cuestionó sin rodeos.

"En que consiste el trabajo?"

Pregunté intrigado.

La otra chica se sentó a su lado.

Delgada como ella, cabello negro largo, aspecto sobrio y vestida como Hanna, como si fuera un especie de uniforme informal.

Ambas se miraron un segundo y Hanna habló.

"Tu trabajo consistirá en venir todos los días a esta hora y darle la bienvenida a las chicas que entren."

"También me ayudarás a repartirles bebidas y snacks, te parece bien?"

"Te pagaré más si conversas con ellas y las atiendes bien."

"Podría hacer eso."

Pensé.

Hanna continuó hablando.

"Además quisiera usarte como inspiración para un reto que tengo en mente, te pagaría por bajar de peso."

No me molestó que hiciera ese comentario.

A decir verdad si estaba pasado bastante de peso en esa etapa de mi vida y no lo escondía.

Creo que pesaba más de cien kilos en ese momento gracias a qué tenía una vida muy sendentaria, comía mucha comida chatarra y no hacía nada de ejercicio.

Mi rutina diaria había consistido en sentarme frente a mi laptop en la oficina.

Con un maldito horario completo de nueve de la mañana a seis de la tarde.

Tomaba refresco como agua, comía pizzas y hamburguesas por la noche y haraganeaba en el sofá de la casa de mis padres los fines de semana.

Pero por un recorte de personal perdí mi trabajo, mis padres me dieron un ultimátum para que buscará otro empleo después de dos meses de no hacer nada.

Debido a eso me dirigía a esa entrevista en otra oficina.

Me atraía la idea de bajar de peso y ganar dinero pero tenía dudas.

"Es seguro esto de bajar de peso?"

Pregunté con recelo.

Ella me explicó cómo funcionaba todo el incluso hizo una apuesta conmigo

"Si no bajas de peso, yo te doy el dinero del premio de primer lugar."

Aseveró Hanna segura de si misma

La mire aún con recelo.

"Pero si bajas de peso me das la mitad del premio en compensación y trabajas para mí como inspiración para otros, te parece?"

Dijo ella y la otra chica le hizo señas, pero Hanna la tranquilizó.

Esperó mi respuesta.

"De acuerdo."

El dinero del premio era cuantioso y como fuera lo tendría en poco mas de tres meses.

Me pareció bien.

Nos estrechamos la mano cerrando el trato y fue así como comencé a ver a Hanna a diario.

Estábamos juntos los tres a todas horas, pues ni Hanna ni Ericka me dejaron ni a sol ni a sombra.

Incluso los fines de semana me los pasaba con Hanna en su casa.

Así, de esa forma tan espontánea había comenzado mi relación laboral con ella.

Relación que evolucionó rápidamente a enamoramiento.

Y después evolucionó a estar perdidamente enamorado de Hanna.

No me importa que sea una década mayor que yo.

Su forma de ser siempre es alegre y jovial, por lo que me siento muy a gusto con ella.

Reíamos de las mismas cosas, nos mandamos Whatsapp por las noches aunque habíamos estado juntos todo el día y me dormía pensando en ella.

Cada día con Hanna era único.

Teníamos una rutina de ejercicio y comidas estricto, pero siempre hacíamos cosas diferentes durante el día.

Un día podíamos ir a muchos centros de belleza que ella manejaba junto con sus socias.

Otros días íbamos a otro local para que yo hablara de como había perdido tanto peso.

Otros días nos íbamos a hablar con familias de lo que ella vendía.

Otros días nos quedabamos en su casa para que le ayudara con las redes sociales de su negocio.

Así poco a poco me fui encariñando con ella y sus perros.

Me encariñé con ella y las tardes que pasábamos viendo Vikki Rakuten, una app para ver doramas en la sala de su casa.

Aunque al principio la odié porque todas las series están en coreano, después me gustó.

Me encariñé de ella más al verla todos los días por las noches en traje de baño.

Me encariñé con ella y sus intentos fallidos de hacer que dejara de comerme el chocolate a escondidas.

Con ella y los besos que le robaba sin su consentimiento y que la tomaban completamente por sorpresa.

Con ella y las mañanas que caminaba a su casa como ahora para que fueramos juntos en su auto a trabajar.

Con ella y su forma de retarme con la mirada cuando la contradecía.

Me enamoré de su franca forma de hablar.

Por eso siempre dice que está mal que sienta algo por ella.

Que no es para nada normal.

Me ha organizado muchas citas a ciegas con algunas jóvenes de mi edad, me ha presentado a algunas amigas suyas.

Incluso me presentó a Marlene y caí en su trampa.

Pero no puedo enterrar este amor por ella.

No puedo, ya lo intenté y no resultó.

Debería de habeme enojado con ella por haberme tendido esa vil trampa con Marlene, pero la verdad es que le perdonaría todo.

No tengo orgullo cuando se trata de Hanna.

Esta neblina se vuelve más y más densa mientras camino.

No alcanzo a entender porque no me he topado con nadie más en la calle y no pasa ningún auto....

Pero eso no me importa, tengo que hablar con ella antes de seguir con esta locura suya.

Acepté porque apostamos de nuevo y sabía que ganaría.

Podía darle dos años de mi vida como amigos a Marlene y estrechar los lazos afectivos con mi hija, lo había considerado seriamente como una opción real en mi vida.

Casi se me hace imposible que esté a punto de casarme y sentar cabeza con la mamá de mi hija, pero no porque la ame.

No, no amo a la mamá de mi hija.

Hago esto por amor a Hanna.

Debería haberle dicho que ni de broma me iba a obligar a casarme con Marlene.

Aunque Marlene es guapa, tres años más joven que yo y divertida, no la amo.

Solo tenemos una hija juntos, eso ed lo único que nos une.

Dos años de mi vida, que trataría de que pasaron lo más rápido posible, para divorciarme y poder casarme con Hanna.

Ella tendría cuarenta para ese entonces.

Yo treinta años.

Pero eso no importaba, aunque a ella si que le importaba demasiado esa notable diferencia de edades.

Siempre me trataba como si fuera su hermano pequeño.

Jamás me había visto como un amante o novio potencial y lo había dejado claro infinidad de veces.

Las veces que me aventuré a acorralarla para besarla o para tratar de hacerle el amor siempre se burlaba de mí.

Los besos entre los dos primero fueron inocentes, pero después subimos juntos la intensidad.

Recuerdo el día que por primera vez la besé de forma apasionada.

Ese día en verdad pensé que podría hacerla mía.

Por fin.

Nos habíamos mojado metiendo a sus perros a sus casas.

Corrimos a la casa cuando más fuerte caía la lluvia, pero en el trayecto ella se resbaló por lo mojado del pasto y se cayó.

Corrí a levantarla y la regañé por estar descalza.

"Ayudame y no me regañes."

Me dijo ella entre risa y dolor, pues se había dado un sentón muy doloroso.

Le ayudé a levantarse.

Los dos entramos empapados y escurriendo a la estancia de su casa.

Con las manos entrelazadas, subimos despacio la escalera de su casa.

La acompañé todo el trayecto a su habitación con la vista fija en sus pechos.

La blusa blanca que traía se había vuelto casi transparente con la lluvia revelando esa vista tan deliciosa de sus pechos suaves y llenos.

Tenía el pelo pegado a ambos lados de la cara y se ponía una mano en su trasero sobándoselo por el golpe que recibió.

Le paso la mano por la cintura y antes de que llegaramos a su habitación, abrí la puerta y le ayudé a entrar.

Ella creyó que estaba siendo caballeroso, como me dijo después, pero la verdad es que estaba cumpliendo mi perversa fantasía.

Le puse seguro a la puerta, aunque sabía que nadie entraría pues Hanna vive sola.

Ya llevaba un buen tiempo dándole besos robados.

El primero fue sin querer.

El segundo fue una muestra de cariño.

Los demás fueron porque yo quise.

Ahora quería hacerla mía, si podía.

Le pase el brazo por la cintura y la atraje hacia mi sin importar que estuviéramos fríos y mojados.

Sostuve su cara con una mano y incliné despacio para besarla.

Ella no se retiró ni echó la cabeza hacia atrás como otras veces.

Parecía que de verdad quería que pasara algo entre los dos.

Ya le había dicho que me sentía atraído por ella, pero Hanna jamás me dijo lo mismo.

Sus fríos labios me recibieron, ladeé un poco la cabeza y ambos cerramos los ojos ante el placer.

En su habitación donde yo había estado cientos de veces antes, ahora quería demostrarle que podía ser el mejor de sus amantes.

Su cuerpo es perfecto, firme y suave a la vez por la natación.

Aunque soy más alto que ella siempre lograba abrazarla por la cintura.

Hanna tiritaba de frío y de excitación, lo podía sentir y mis dedos buscaron quitarle la blusa.

Nos separamos un segundo y yo me quite mi playera también.

Ahora ella buscó mis labios y me apretó a su cuerpo agarrándome por el pantalón.

Le quite el sujetador que estaba empapado igual y sus pechos se pegaron contra mi pecho, que ahora estaba más firme y marcado.

Todo gracias a ella y mi esfuerzo en el gimnasio y alberca era solo para ella.

Nuestras respiraciones se agitaron increíblemente, pero yo era el más excitado.

Hanna de vez en cuando apartaba sus labios de los míos y me daba una sonrisa malvada.

Eso solo lograba encenderme más.

Subí las manos a sus pechos, los acaricié con devoción.

Eran más grandes de lo que esperaba y tenía duros los pezones.

Sentí una de sus manos tratando de desabrocharme el cinturón y el pantalón.

Dejé que lo hiciera y con una mano hice lo mismo con su pantalón.

No iba a parar hasta poder tenerla debajo de mí.

Quería demostrarle que no había brecha de edades a la hora de hacerle el amor.

Unos ligeros gemidos se le escaparon de la boca y la abracé con fuerza para besarla con intensidad.

Justo cuando creí que por fin íbamos a hacer el amor, me empujó apartándose de mi.

Me ordenó que fuera a bañarme a la habitación de invitados.

Hanna se puso su bata y caminó a si baño, dejadome con mi miembro erecto.

Me quedé sin saber que había pasado como un idiota.

Cuando terminamos de vestirnos y arreglarnos, me dijo muy seria.

"No se volverá a repetir jamás."

Su actitud me desconcertaba, porque pensaba que de verdad me deseaba, pero solo le gustaba provocarme.

Pero todo eso estaba por cambiar, ese día estaba decidido a decirle que si me casaría con alguien sería con ella.

Apresuré mis pasos y la casa de Hanna apareció frente a mi.

Por un momento dejé de sentir la excitación del recuerdo que tenía hace unos segundos en mi mente.

El recuerdo de sus pechos en mis manos y mi decepción dolorosa.

Ahora solo sentía nervios y un nudo en la garganta.

Miedo de lo que me iba a decir.

Miedo de que me forzara a hacer algo que no quería.

"Bueno, aquí voy."

Dije tomando exhalaciones con neblina.

Abrí la puerta de la casa de Hanna para enfrentar cara a cara a la mujer que amo.

***By Liliana Situ***

Valoro mucho tu opinión.

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