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C3 Hanna

"Como está Leo?"

Ericka me pregunta mientras entra en la habitación del hospital.

Me extiende un vaso de café termogénico de la línea de perdida de peso que manejamos.

He pasado la noche más terrible de toda mi vida.

La constante preocupación de cada ruido que las máquinas emitían no me permitía más que dormir unos pocos minutos.

Además los constantes chequeos que médicos y enfermeras le hacían a Leo aunado a los ruidos magníficados de la madrugada en esos pasillos fríos me recordaban mi terrible situación.

Como desearía que esto fuera una pesadilla para despertar en mi cama!

Quisiera despertar en la habitación de mi casa al lado de Kristoff en este momento.

"Igual que ayer."

"No ha tenido ningún progreso y gracias por el café."

Ambas damos pequeños sorbos a nuestros cafes reconfortantes y Ericka se acerca para ver de cerca a Leo.

Ahora su cara está más magullada, más amoratada, más inflamada.

Pobre Leo.

Ericka se sienta a mi lado y con su mano derecha frota mi adolorida espalda.

Mi amiga percibe mi angustiada y devastación por como encuentro al ver así a mi amado niño.

De pronto las siento resbalar por mis mejillas, calientes, saladas.

Salen de mis párpados como una cascada que me quema por dentro y por fuera.

"Sabía que no habías llorado."

"Por eso estoy aquí."

Me dice Ericka mientras intento no sollozar muy fuerte para que Leo no me oiga.

Quien lo hubiera pensado...

Hacía tantos años que había jurado no derramar ni una lágrima más por un hombre.

Y ahora estoy desbordando toda mi rabia por los ojos.

Todo debido a este niño que se debate entre la vida y la muerte.

Hace mucho años, cuando era más joven que, lloré mucho por hombres.

Por uno en especial que me rompió completamente.

Ese estúpido me devastó emocional y mentalmente.

Me hirió a tal grado que pensé en morir como única forma de escape ante mi dolor.

Ese idiota hizo trizas mi frágil y endeble autoestima.

Me humilló, me pisoteó el alma, me dijo que era un desperdicio de aire en este mundo.

Ahora puedo ver atrás y ver lo estúpida que era.

Lo crédula que era, razón por la cual ese idiota pudo hacer y deshacer conmigo como le dió la gana.

Desde el momento en que me recuperé un poco decidí que no lloraría nunca más.

Como si fuera una llave de agua, cerré mis lágrimas pues para mi demostraban mi debilidad.

Pero en este caso no aplicaba.

Lloro porque no puedo hacer nada por alguien que estimo demasiado.

Lloro por alguien que he conocido por mas de una década.

Lloro por alguien que había estado ahí desde el inicio de mi carrera de empresaria.

Y ahora, ese alguien estaba postrado en cama, intubado, en coma.

Sin poder moverse y no tengo como ayudarlo.

"No te preocupes por nada de los centros ni de tu casa, me encargaré de todo yo."

"Martín ya esta enterado, al igual que Kristoff."

"Martín se hara cargo de tus hijos peludos, pero Kristoff me dijo que..."

Tomo un pañuelo desechable que me ofrece Ericka para sonarme la nariz y secarme las lágrimas que siguen fluyendo.

Por más que intento no puedo parar.

Es como si todas las lágrimas acumuladas en estos años de abstinencia ahora salieran de mi cuerpo.

Ericka prosigue.

"Kristoff me dijo que estaría en tu casa hoy."

"Quiere verte, pero que no vendría por nada del mundo al hospital a cuidar a Leonardo."

"Especificó que primero moriría antes que cuidar a Leo."

Levanto un poco los ojos hinchados y rojos.

Con un poco de voz quebrada por el llanto logro articular una oración.

"Por mi se puede morir ese bastardo alemán."

"Es solo un hombre molesto que coge medianamente bien, que se vaya al carajo."

Tomo mi vaso para terminarme el café y siento mi estómago tan lleno como si hubiera comido demasiado.

Ericka agacha la mirada y se retuerce las manos, esa no es una buena señal...

Conozco a mi amiga tan bien que sé que tiene algo más que decirme.

Y se que no será algo bueno, estoy completamente segura.

"Tal vez es mal momento para decirte esto pero..."

Se calla y me seco las lágrimas que aun salen.

Respiro hondo para tranquilizarme.

"Aprovechando que ya estás llorando creo que es mejor que lo sepas."

Una angustia aplastante sube por mi pecho y se estaciona ahí, por lo que corto el flujo de mis lágrimas de una vez para poder escuchar atentamente lo que Ericka dirá.

"Los papás de Marlene fallecieron también en el camino."

"No fue un accidente, fue provocado."

"Toda la familia esta muerta."

Tan pronto termino de escuchar y asimilar sus palabras me levanto de un salto de la silla.

Salgo corriendo como loca del hospital.

Ansiedad, coraje, angustia, miedo, culpa, mucha culpa, rabia...

Todo eso corre por mis venas, por mis pies que me impulsan para seguir corriendo escaleras abajo.

Necesito salir de este hospital de mierda!

Cuando llego a la calle me alejo de la vía principal para localizar un acceso vacío, grito lo más fuerte que puedo.

"Hanna, que haces?"

"Porque saliste corriendo?"

Me grita Ericka quien está agitada por correr detrás de mi.

Ahora ella, mi amiga es lo único más cercano que tengo a una familia.

Leo también lo era y esperaba que Marlene, la nena y sus padres también lo fueran para mí.

Siempre consideré a Leo como si fuera mi hijo.

"Es que no lo ves Ericka?"

"Solo he traído muerte y sufrimiento!"

"Todo lo hice mal!"

Grito mi frustración.

"Yo debería haber muerto, yo debería estar en esa cama en coma!"

"Marlene y Tammy deberían de estar felices en su casa o visitándome como antes!"

"Lo arruiné!"

"YO soy la culpable...yo... yo..."

Digo derrumbadome en el suelo golpeándome fuertemente la cabeza.

Todo me da vueltas y sigo la oscuridad.

"Podrías recogerlos por favor?

Le pido al chico gordito que me ayudó a abrir la escalera con la que batallaba ferozmente por abrir.

Esa cosa me había ganado hasta que Él apareció para abrirla tan fácilmente.

Desde ese día Leo estuvo presente en mi vida todos y cada uno de los días, sin importar si fuera fin de semana.

Poco a poco se convirtió en mi confidente, en mi amigo, en mi niño.

Bajó de peso muchísimo gracias a que lo puse a dieta, pues comía tan mal que no podría creer que había sobrevivido tantos años con esa alimentación a base de comida chatarra.

No fue fácil al principio quitarle todas sus comidas y reemplazarlas por comida sana, ejercicio y suplementos alimenticios.

Pero ambos lo hicimos juntos.

Ambos sufrimos hambre juntos.

Ambos sobrevivimos a las tentaciones cuando recorríamos la ciudad en mi camioneta entregando pedidos.

Reíamos siempre, algunas veces nos mandamos al carajo por el hambre que hacía mella en nuestro carácter, más veces en el mío que en el suyo.

Pero a pesar de todo eso, siempre estuvimos juntos los tres.

Ericka también estuvo a nuestro lado, aunque ella, maldita suertuda siempre contó con una figura envidiable.

A veces nos jugábamos bromas pesadas, salíamos a bares y a lugares para bailar juntos.

Fuí testigo de como las chicas al principio de nuestra dieta lo evitaban, pues a pesar de que Leo tiene unos ojos hermosos miel y piel blanca, es alto y lindo de cara, su cuerpo rechonchito le impedía ligar.

Pero poco a poco la grasa fue cediendo y se fue acomodando donde debía estar.

Pronto tuvo pectorales marcados, tuvo abdomen marcado, por el cual trabajo mucho, sufrió mucho en el gimnasio y con las pesas por ese abdomen.

Pronto sus brazos pasaron de ser rollizos a estar definidos.

Se hicieron notar sus músculos y sus camisas se le pegaban y delineaban bien su figura.

Yo lejos de verlo como el hombre irresistible que se estaba convirtiendo, me sentí orgullosa de que juntos habíamos cambiado mucho.

Porque gracias a qué los dos fuimos a muchos gimnasios ahora yo también tenía una figura envidiable, delgada, tonificada, marcada.

Tenía senos y nalgas firmes, algo que ni siquiera cuando era más joven tuve y menos cuando estuve con ese idiota...

Ambos ganamos premios por ser la pareja mas constante en gimnasios y escuelas de natación.

Pero el galardón más valioso lo teníamos de la aprobación del otro.

Leo me decía que me veía más joven, casi de su edad.

Yo le decía que ahora era un imán de niñas que se disputaban por hablar con Él en los bares y en la pista de baile.

Desde ese momento Leo no dejó de salir con muchas chicas, me contaba como iban sus relaciones, pero siempre terminaba con ellas al cabo de una semana.

Se que su celular sonaba constantemente con los mil mensajes que lo inundaban de sus admiradoras a las cuales no siempre les contestaba o las ignoraba.

Pero siempre nos contestaba rápidamente a Ericka o a mí.

Algo bueno surgió gracias a nuestros logros pero con el de Leo en especial, pude tener mas éxito en mis negocios.

Leo era inspiración para muchos chicos y chicas que también tenían sobrepeso u obesidad.

Mi niño fungía como orador motivacional mostrando su antes y después del que se sentía muy orgulloso y los instaba a seguir su ejemplo.

Dieta sana, suplementos de nuestra linea de productos y ejercicios mas mucha agua, ese era su secreto.

Me enorgullecía ver que las salas de las presentaciones de mis juntas de negocios estaban repletas de mujeres jóvenes, de más edad, de hombres, de chicos como Leo que me escuchaban.

Ellos podian ver de primera mano mis resultados, pero era Leo quien los terminaba por convencer.

Por eso es que decidí hacerlo mi socio además de mi amigo.

Los tres hicimos mucho dinero ayudando a la gente a bajar de peso y mantendiendola sana.

Me alegraba por Leo que ahora parecía un galan de novela, pues a donde iba siempre había una que otra chica que le coqueteaba discreta o indiscretamente.

Me sentía tan orgullosa de Él y de su éxito.

Más que un amigo y socio lo consideré mi hijo, aunque solo fuera diez años más joven que yo.

Yo lo veía de esa forma.

Algunas veces olvidaba que era también un hombre con hormonas y me acercaba demasiado a Él.

Lo abrazaba, besaba en la boca, pero como un piquito nadamás, como hacen algunas mamás con sus bebés.

Tal vez ahora que lo veo ese fue mi error.

Le mandé las señales equivocadas, por eso cuando pasó lo de la alberca me asusté de verdad.

Lo disimulé muy bien en ese momento y agradezco ser mujer porque no se me notó nada la excitación de la que era presa.

Pero ese fue el detonante para buscarle una esposa a mi niño y alejarlo de mi.

Ese día fue cuando me senté a pensar muy seriamente en algo que me conviniera, que me ayudara en mi negocio y que me quitara de encima a Leo.

Cuando la idea llegó a mi la sentí como una revelación divina, algo mandado del cielo mismo.

Aún puedo recordar las caras de ambos cuando les dije que quería un rostro femenino para nuestros centros de negocios.

Les expliqué que ya era hora de que fueramos mas agresivos en nuestra publicidad, por lo que indiscutiblemente Leo sería la imagen principal para las mujeres.

Pero necesitábamos una chica de su edad para que fuera la inspiración femenina y atrajera a los hombres.

A los dos les pareció buena idea cuando lo plantee asi, por lo que comenzaron los castings de jovencitas que quedaban encantadas y enamoradas con Leo.

Pero la ganadora, después de muchos meses de castings y rompimientos de Leo con infinidad de niñas fue Marlene.

Tímida al hablar con las personas, Marlene poseía un bonito cuerpo joven y tonificado.

Una sonrisa hermosa que le iluminaba toda su hermosa carita de niña, cabello largo y suave, ojos de color verde claro mezclados con café, lo que la hacía única entre todas.

Para mi sorpresa incluso Leo parecía enamorado perdidamente de esta niña.

Yo por fin me sentí feliz al ver que mi plan había salido a la perfección.

Como buena cupido que soy entablé una relación estrecha con los papás de Marlene que siempre acompañaban a su única hija a todos lados.

Los tres hablamos largo y tendido mirando a nuestros retoños reír felices, tomarse de la mano tímidamente ante nuestra mirada inquisidora.

Después de varios días de convivencia fuimos testigos de un beso casto en los labios de ambos, casi un razón por estar nosotros presentes.

Pero ese beso nos alegró el corazón a los adultos.

En una reunión que tuvimos los papás de Marlene y yo a solas hablamos el noviazgo de nuestros vastagos ampliamente.

Leo no tenía más familia, se había distanciado de todos.

Por lo que pasé a tomar el papel de su orgullosa madre, representante, amiga, socia, todo.

El viaje que sellaría el destino de la familia de Marlene se discutió en esa reunión.

Todos nos frotamos las manos imaginando el hermoso futuro de nuestros niños.

El avión aterrizó en la playa que habíamos elegido y nos dispusimos a pasarlo bien en esa semana en ese destino paradisiaco.

El calor era agobiante, por lo que pronto todos nos cambiamos en nuestras habitaciones de hotel.

Leo tenía una habitación solo porque así lo había decidido yo, pues quería que consumaran su amor Marlene y Él.

Leo se molestó cuando le dije que estaría solo pues quería compartir habitación conmigo como lo había hecho otras veces.

Pero en esta argumenté que ni hablar.

Yo quería ligar en la playa y coger con algún hombre en mi cama hasta desmayarme.

Entre risas mías Leo tomó sus maletas poniendo los ojos en blanco y dando un portazo al entrar a su habitación.

No me importaba, no quería que se repitiera la escena de la alberca nunca mas.

Por lo que durante el día estaba siempre acompañada de los papás de Marlene.

Y Leo siempre estaba solo con Marlene.

Los aventamos al ruedo solos.

A veces desaparecíamos por horas para darles privacidad.

Incluso compramos a escondidas un afrodisíaco que les pusimos en sus bebidas que les llevamos un día para que aquello se diera prisa.

Podría sonar feo pero ambos queríamos bebés hermosos de esa pareja joven y lo antes posible.

Los papás de Marlene la habían tenido cuando ya casi rozaban los treinta años.

Solo pudieron tenerla a ella, pues sus demás hijos murieron en el parto o no llegaron a termino.

El último intento de tener otro hijo por parte de la mamá de Marlene terminó en aborto y la remoción de su matriz.

Por lo que dedicaron cuerpo y alma a su única y preciosa hija.

Y vaya que era preciosa, era inteligente, linda, considerada, amable y virgen, una joya rara para mi Leo.

Ese cabrón no era virgen porque ya me había contado algunos de sus triunfos sexuales.

Desde tríos hasta maratón con varias chicas en una sola noche.

Pero vamos, Leo es joven, apuesto, bien equipado, me consta de primera mano.

También es atento, detallista, amable, cariñoso, respetuoso, otra joyita rara es mi Leo.

Ese día, dos días antes de regresar a la ciudad les dimos el doble de afrodisíaco en sus bebidas cuando brindamos de noche en el bar.

Cuando la música electrónica sonó alentando a los jóvenes a hacerse dueños de la pista, vimos con alegría que Leo y Marlene no podían quitarse las manos de encima.

Vimos como Leo tomó la iniciativa, nos hicimos los despistados para que salieran discretamente del bar y comprobamos que habían subido a la habitación de Leo.

Chocamos las manos por nuestra obra terminada y planeamos la boda de nuestros hijos.

Esa noche los papás de Marlene se fueron a caminar solos a la playa hablando de sus futuros nietos.

Muchos nietos y nietas.

Mientras que yo le metía la lengua hasta la campanilla a un turista británico que me estuve comiendo con los ojos durante esos días de vacaciones.

Pude escuchar los ligeros gemidos en la habitación de Leo.

Por lo que abrí mi puerta y me dispuse a tener sexo caliente con ese hombre delicioso.

Sin importar lo tarde que me durmiera o no durmiera siempre me despertaba a las seis de la mañana para hacer ejercicio.

Por lo que desperté al bello durmiente británico que yacía magnífico en mi cama desnudo.

Lo invité amablemente a regresar a su habitación.

Ovbiamente le extendí la invitación para repetir el glorioso y extenuante sexo que tuvimos en las sillas, en la cama, en el jacuzzi del baño, en el sillón, en la mesita de centro, en todos lugares.

Además de que le recordé de que solo estaría esa noche por lo que lo esperaba temprano, apenas comenzara a oscurecer para poder comernos mejor.

Cuando salió de mi habitación Leo estaba de pie frente a mi molesto.

Entró a mi habitación gritando furioso que lo engañado en ese viaje.

Gritó que había sido tan cruel para empujarlo a tener sexo sin protección con Marlene.

Se paseó por la habitación como una fiera enjaulada presa del enfado.

Me dijo que como era posible que lo engañara de esa forma si sabía que me amaba.

"A ver Leonardo, explicame eso último por favor."

Le dije sentándome en mi cama después de recoger mi ropa esparcida por toda la habitación en la calentura de la noche con ese magnífico espécimen masculino que sabía bien donde tocar y cuando tocar.

"Lo que oíste Hanna."

"Sabes que te amo, te amo desde hace mucho tiempo pero tu sigues ciega en no querer verlo."

Se me acerca y me recuesta en la cama presionando mis brazos con los suyos para sujetarme.

"Te amo Hanna, no me importa tu edad, te amo a tí y no a Marlene."

Por primera vez en años me sentí nerviosa con un hombre.

Leo si despertaba algo en mi que trataba de enterrar profundo en mí.

Pero no quedo ahí, sin avisarme me besó...

***By Liliana Situ***

Valoro mucho tu opinión.

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