La dimensión del amor/C3 Desconfianza
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C3 Desconfianza

Aitana

Dos malditos días habíamos estado mi marido y yo en manos de la miserable de Alicia Miller.

Hay muchas escorias sueltas por el mundo, y definitivamente me ha tocado conocer a unas cuantas personalmente, pero ninguna como ella y su madre.

Mientras Ash y yo nos cambiamos de ropa, el día de la boda, Alicia entró a mi habitación y me puso una pistola en la cabeza para sacarme de allí y obligar a Ashton a irse con ella.

Le mandó un mensaje al pobre chófer de nuestro auto, diciéndole que su esposa estaba grave en el hospital y el hombre salió a toda pastilla de la boda, sin imaginar que moriría a manos, de la sangre fría de Leticia que puso una bomba en el auto.

Están locas las dos mujeres estás.

Al final nos tuvieron en habitaciones separadas estos dos días y no sé que habrá sido de Ashton en ese tiempo, pero a mí, casi me matan del hambre y la sed. Llegué al hospital casi deshidratada, sino llega a ser por un guardia que me daba agua y un pan de vez en cuando, hubiese muerto con mi hijo dentro.

Ahora me veo de vuelta al hospital, llena de cables que monitorean mi cuerpo y con mi esposo en la misma habitación y parecida condición. Solo que el duerme y yo desperté hace una hora.

— ¿Cómo te sientes? — me pregunta Aídan, tomándose un café que me da ganas de arrancarselo de la mano y tomarmelo yo.

— Estoy bien Aídan, solo quiero irme de aquí. ¿Donde está Amaia? — es muy raro que mi hermana no esté aquí.

— Está fuera del país, por trabajo. — me dice el, queriéndome ver la cara de estúpida. Lo conozco lo suficiente para saber que esa actitud serena, no es la de el cuando mi hermana está por ahí, sola.

— Perfecto. Pues márcale al móvil, quiero escuchar su voz y que sepa que estoy bien.¿Está preocupada no? — lo q me respondió fue lo que me dió la seguridad de que algo le había pasado a mí melliza.

— No puedo hacer eso Aitana. Tu hermana está incomunicada, es una misión muy importante. Tendrás que esperar.

Me senté en la cama, cuidando mi intravenosa y observando como mi marido dormía en la cama de al lado.

— No me manipules Aídan que yo no soy Amaia. ¿Dónde coño está mi hermana? — que mi hermana lo deje hacer lo que le dé la gana, no quiere decir que yo le permita lo mismo. A mí no me va a torear.

— Ya te respondí Aitana, puedes creer lo que te plazca. Yo me largo, dile a mi hermano que me llame, tengo que ir a un lugar.

El muy cabrón se fue y me dejó con la palabra en la boca.

Mirando como Ashton dormía, me levanté con cuidado y empecé a buscar mis pertenencias, pero no encontré nada más que mi ropa.

Como Alicia nos había sacado a punta de pistola de la boda, no pude llevarme nada y mucho menos un móvil.

Mientras la zorra esa y su madre habían salido, un equipo de agentes nos rescató y dos ambulancias nos trajeron para acá. Ahora tenemos policías cuidando la puerta, así que ellos serían mi ayuda para dar con mi hermana.

Abrí la puerta de la habitación, sobresaltando a uno de los guardias, que para mí sorpresa era el mismo que cuidaba la puerta del cuartucho en el que me tenian las Miller.

El chico era calvo y enorme, con unos impresionantes ojos verdes y pelo muy negro. Me miró de arriba a abajo y le hizo una seña al otro guardia, que se dirigió enseguida a mí...

— ¿Desea algo señora? — me preguntó.

— Un móvil por favor, necesito hacer una llamada — contesté, pensando en que hacía aquí el mismo hombre que estaba en la casa de las Miller.

— Tendrá que esperar señora a que venga mi jefe, no podemos dejar a nadie entrar o salir de esta habitación, a menos que sea el personal de salud y tampoco pueden comunicarse con nadie hasta que venga el coronel.

O sea Douglas.

¿Pero y esto que es?

¿Por qué no está aquí la policía, interrogandonos por el secuestro de las locas estás?

— Tu estabas conmigo allí.¿Por qué estás aquí ahora? — le dije al chico que me mantuvo viva esos dos días. No puedo entender que esté en los dos sitios. O allí bajo el mando de las Miller estaba infiltrado, o lo está ahora.

— Señora, debe esperar por el jefe. El le explicará — me respondió enseguida y me dió la espalda.

Comencé a salir de la habitación y me detuvo, poniendo una mano en mi cintura y pegándome a su pecho, empujándome para que entrara.

Luchamos cuerpo a cuerpo entre los dos, yo para salir y el para obligarme a entrar.

— ¿¡ Que coño haces con mi mujer!? — la voz de Ashton nos distrajo y ambos nos giramos hacia mi marido, que ahora se estaba aguantando de la cama, para levantarse cómo podía.

— Tranquilo señor, que solo estoy impidiendo que su esposa salga. Tengo órdenes que cumplir — le decía el calvo, mientras yo me encaminaba aguantando mi suero hasta donde estaba Ash.

— Pues cumple tus órdenes sin abrazar a mi mujer. — Ash me tomó del brazo y me ayudó a sentarme a su lado, en su cama.

El guardia no contestó nada y salió, dejándonos solos.

Me giré hacia el y tomando su rostro entre mis manos, le besé los labios con suavidad y ternura y el, en menos de un segundo volvió el beso, algo mucho más carnal y terminó mordisqueando mis labios y recostandome sobre la cama comenzando a manosear mi cuerpo haciéndome gemir.

— ¡Oh angel, como te echado de menos ! — besaba todo mi rostro y recorría mi cuerpo con sus manos — ¿Cómo están mis bebés?

— Estamos bien Ash, pero no me dejan hablar con mi hermana y el idiota de Aídan vino y se fue sin querer decirme algo cierto sobre ella — mientras yo hablaba el acomodaba mi cuerpo al lado del suyo en la misma cama y besaba mi vientre con amor. Yo cerré mis ojos, acariciando su sedoso pelo con mis dedos.

— ¡Buenas noches! — la voz del médico nos hizo levantar la vista hacia el, y dejar el tema de Amaia para cuando terminara de examinarnos a los dos.

Pero de esta noche no pasaba que yo supiera de mi melliza.

Amaia

La rubia no había vuelto desde que me dió de comer.

Podía observar que era de noche, a través del cristal de la ventana.

Todo lo que había podido averiguar era que alguien que conocía y tenía acento ruso, hablaba mucho por teléfono detrás de la puerta de mi habitación, pues siempre que hablaba nadie le respondía. Eso indicaba que le hablaba a alguien por vía telefónica.

Estaba esperando a que la chica rubia viniera a tráeme comida, para intentar salir de aquí y poder ver al menos quien coño estaba detrás de mí puerta.

Llevaba más de una hora sentada en el suelo, justo detrás de la puerta pues no tenía manera de saber a qué hora vendría la chica. Solo podía esperar a que la sintiera caminar por el pasillo.

Otra vez, hablaba por teléfono el tipo que antes se me hacía conocida su voz al oírlo hablar en ruso, pero ahora hablando en mi idioma, ya era evidente de quién se trataba. Es que tan pocas veces lo había oído hablar, que me era muy fácil reconocer su voz, sobre todo por las veces en que me había ayudado.

Y algo me decía que si en esta ocasión, no me estaba ayudando, es porque en el fondo no estaba en peligro. O de lo contrario, Carter no era tan leal como parecía. Pero es que yo creía en su lealtad.

Sin embargo esa voz, sin lugar a dudas, era la de Samuel Carter.

No tuve tiempo de averiguar con quién hablaba , ni siquiera de comprobar que en realidad era él quien estaba afuera, pues cuando iba a tocar la puerta para llamar su atención, se abrió de golpe y casi caigo al suelo, cuando me eché hacia atrás y ví quien estaba adentro de la habitación conmigo.

Abrí mi boca hasta donde ella me lo permitió y llevé mis manos a mis mejillas, poniendo la mayor cara de asombro que he puesto en mi vida.

— ¿ Tú has sido quien me ha secuestrado? — su sonrisa me daba ganas de partirle la cara de un guantazo.

— ¡Hola pequeña! ¿Me has echado de menos?

— Pero Aídan,¿Cómo puedes ser tan cabrón? Tú, tu definitivamente estás mal de la cabeza. Pero es que estás fatal tío, como para ingresar — el muy idiota se recostó en la puerta y cruzó brazos y piernas, estas últimas a la altura de sus tobillos como si nada de esto estuviera mal.

Yo daba vueltas por la habitación mientras mi marido me miraba tan tranquilo que daba genio. Encendió un cigarro y siguió allí, recostado mirándome con pasión.

Lo veía morderse los labios y pasar su lengua por encima de ellos y me sentía humedecer de verlo, pero me regañaba mentalmente para no ceder a su magnetismo sexual. El no se lo merecía, pero mi cuerpo no obedecía a mi mente, en lo que a Aídan y mi deseo por él se refería.

— Pequeña, podría estar toda la vida aquí, solo viendo tu cintura desnuda bajo esa bata, tus pezones duros y apetecibles marcandose para mí, tu culo prieto y joder, es que la tengo muy dura solo de mirarte nena.

— Pues te haces una paja, o ve y busca a Cinthia para que te la tires o te haga una buena mamada, como hacen todas las putas. — me había encendido con sus palabras pero el dolor de la última foto suya, aún me quemaba el pecho.

— Tenemos que hablar de eso cariño. Tienes que escucharme. — el empezó a avanzar hacia mí y yo a retroceder.

— No me interesa nada de lo que me vayas a decir. Ya no confío en tí — yo estaba pegada prácticamente a la pared del fondo de la habitación y Aídan ya estaba a solo medio metro de mí.

Apagó su cigarrillo en el cenicero de la cómoda y siguió avanzando el poco espacio que nos separaba.

Me ví obligada a poner mi mano en su pecho, para que no se acercará más, pero el continuó y yo pasé por su lado, para alejarme, obteniendo así que me tomara de la cintura y me pegara a su pecho, sin esfuerzo alguno levantando mis pies del suelo.

— Aídan suéltame — empecé a protestar y el a ignorar mis protestas.

— Nunca Amaia, nunca. — dijo en mi oído y pasó su lengua por el borde, llevándome a morderme la mía para no gemir.

Joder, es que lo amo mucho. Y lo deseo todavía más.

Me volví a regañar mentalmente y clavé mis uñas en sus brazos, pero no me bajó.

Yo pataleando y el caminando hacia el final de la habitación, abrió una puerta que no sabía que estaba ahí, es que no se veía.

— Aídan basta.

— No, te traje aquí para hablar y vamos a hacerlo. Solo te dí estos dos días, para que sanaran tus heridas. Pero ya estás bien y hermosa como siempre. Tienes que oírme.

Me paró delante de una mesa, me subió a ella y presionando su cuerpo con el mío, tomó un trapo y me amarró las manos en la espalda, por mucho que luchara con el, siempre su fuerza superaba la mía. O quizá mi subconsciente luchaba mal, para perder siempre. Tal vez lo hacía a posta.

Le mordí un hombro y el gimió sonriendo, lo estaba calentando más. Traté de apartarlo con mis piernas y las abrió tanto que me caí sobre la mesa, quedando acostada y el amarró uno de mis pies al tirador de una gaveta y luego hizo lo mismo con el otro, a pesar de que lo golpeé en la cabeza con el, y sonrió para luego ayudarme a sentarme. Le puso llave a ambas gavetas, para que no pudieran abrirse.

— No quiero que me folles. — lo miré serio y el cogió una silla, la puso justo entre mis piernas y se sentó, quedando su rostro delante de mi sexo abierto y por suerte para mí, aún tenía ropa interior puesta. Al menos las bragas me protegían.

— Ahora vamos a hablar — dijo el encendiendo la luz con un mando a distancia y clavando su vista en mi sexo.

¡Joder que morbo me estaba dando!

— De acuerdo — dije rápido — empiezo yo — el asintió haciendo un gesto con su mano para que yo hablara — quiero el divorcio.

Me miró serio y yo que seguía con las manos amarradas a mi espalda y los pies abiertos, amarrados también, justo delante de su cara, expuesta completamente a él, me sentí nerviosa.

Apretó su mandíbula y los puños también, los tenía sobre sus piernas, completamente cerrados. Pero de pronto, abrió una mano y la llevó directo a mis bragas, las rajó con facilidad, tiró al piso los pedazos de encaje y tomó cada lado del escritorio en el que yo estaba sentada, abierta de piernas y lo arrastró por el suelo, conmigo encima, acercándome a él, a su boca y a su dominio.

— ¡ ¡¡Nuncaaa!!!

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