C31 El final de la intriga
Amaia
No pude intervenir, porque no le dió tiempo.
La bestia que tanto amaba, bajó del coche, dando un portazo y verlo todo fuerte, con chaleco antibalas, cargadores y pistolas colgando de su cintura y su andar elegante y agresivo, ya me había hecho temblar el sexo. Mi clítoris empezó a latir saludando a su hombre.
— Ve Cárter, todo está bien. Mi padre nos mandó dos coches