C33 El castigo
Amaia
Todo había cambiado.
Mi marido, mi hombre, mi delirio, mi pasión... Mi deseo más grande estaba aquí.
¡Joderrr!
Estaba cabreado.
¿Es que alguna vez no lo estaba?
— Porque estoy desnuda — le respondí a su pregunta y apretó su mordida a mi oreja — porque me deseas — gruñó en mi oído sin soltarme, clavando las manos en mis caderas desnudas y haciéndome temblar — porque nos amamos